Enojos y verdades.

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(POV AOMINE)

Uno a uno fueron desapareciendo los sonidos y las personas que se encontraban cerca, era consciente de que eso solo era producto de mi mente, pero me traía sin cuidado. En ese momento solo importaba la respuesta de Tetsu y me entretuve contemplando cada uno de los gestos que fueron apareciendo en su rostro. 

Sonreí ante el brillo que había aparecido en su mirada, el casi imperceptible temblor en sus labios conforme los abría y cerraba sin dejar escapar algún sonido, el color rojizo de sus mejillas que contrastaba con su piel blanca hasta que una de mis manos se posó sobre esta.

—Tetsu —lo llamé y él me devolvió la mirada, incrementando el color de su rostro.

Quizás hablar le resultaba más difícil de lo que esperaba, pero si las palabras no eran suficientes, las acciones podrían respaldarlas.

Los nervios producidos ante mi repentina declaración, fueron retrocediendo para dar paso al valor, conforme veía que no rechazaba mi cercanía.

—Aomine kun... —susurró como si fuera una invitación a que continuara.

Empezaba a sentir el acelerado latido de mi corazón pidiendo que acelerara mis acciones a su ritmo, incitándome a ir reduciendo la distancia entre ambos. Tragué saliva para no acobardarme ahora que debía dar el paso crucial y cerré los ojos por un instante en un involuntario parpadeo. Cuando los abrí, Tetsu ya no se encontraba frente a mí.

—¡Tetsu kun! —sonó la escandalosa voz de Satsuki a la altura del suelo.

Bajé la mirada en su dirección y los sonidos como la presencia de las personas regresaron de golpe, más bulliciosos y desagradables que nunca.

—Momoi san... no puedo respirar —intentó hablar Tetsu bajo el cuerpo de la pelirrosa, ambos tirados en el suelo ante las curiosas miradas de los transeúntes.

Permanecí inmóvil en mi lugar reprimiendo las mil maldiciones que cruzaban por mi cabeza y mi diestra subió hasta mi rostro ocultando mi expresión contrariada. ¿Por qué tenía que ser tan jodidamente inoportuna? Había estado tan cerca, había tenido la sensación que Tetsu no se alejaría y todo se había acabado sin previo aviso.

—Tetsu kun, me alegra tanto verte —volvió hablar la pelirrosa sin ninguna intención de levantarse.

—Momoi san... —intentó hablar su víctima, y suspiré rendido.

Bajé la mano que cubría mis gestos y con el ceño fruncido sujeté el brazo de Satsuki para ayudarla a levantarse.

—Satsuki, quítate de encima, Tetsu no pude respirar —le gruñí sin ser capaz de ocultar del todo el enojo que aún me recorría.

Para mantener mi mal humor controlado, tuve que repetirme varias veces que aquella loca e inoportuna joven era mi amiga de la infancia, y me consolé pensando, que podría retomar la conversación con el peliceleste en cuanto llegáramos a casa.

Nos tomó varios intentos convencerla de levantarse, hasta que, después de muchas risas por parte de ella, ambos lograron estar de pie. Tetsu intentaba no mirarme directamente y Satsuki permanecía colgada de su brazo con una amplia sonrisa.

Era claro que, si alguno de los dos tenía que sufrir celos era yo. No importaba dónde fuéramos, parecía que siempre encontraríamos alguien que quisiera estar pegada a él. Aún así, tenía grandes dudas de que Tetsu aceptara eso como una razón lógica y yo no tenía la paciencia suficiente como para explicarlo. En lugar de eso, prefería fulminarlos a todos con la mirada.

—¿Qué haces aquí, Satsuki? —cuestioné con tono aburrido.

La pelirrosa esbozó una amplia sonrisa antes de responder.

Siempre fuiste tú (Aokuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora