El único que puede vencerme...

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(POV AOMINE)

Podía sentir el cansancio en mi cuerpo, los párpados pesados por la ausencia de las largas horas de sueño que antes disfrutaba y un mal humor suprimido, producto de los incontables pensamientos que jugaban en mi contra.

"¿Por qué?", me había preguntado Satsuki durante uno de los recesos, cuando me vio sacando una libreta para repasar lo aprendido el día anterior en casa de Bakagami.

—Porque ya no soy el mismo de antes —murmuré cansado, cruzando la calle para llegar al edificio donde vivía.

En su momento no me había atrevido a responder más que con un bajo gruñido, buscando callar una posibilidad que carcomía mi seguridad de a pocos. Sin embargo, al encontrarme solo, podía enfrentar la gran diferencia que existía entre mi forma de ser hace unos dos años y lo que era actualmente.

¿De cuál se había enamorado Tetsu? La respuesta era obvia, recordando al chiquillo protector que fui en secundaria, aquel que dejaba todo de lado para compartir un par de horas con él, dispuesto a pelearse con el mundo entero para defenderlo. Inconscientemente competía conmigo, luchando por alcanzar lo que fui en un pasado, antes que Tetsu descubriera la inmensa cantidad de defectos que se habían forjado durante nuestra separación. Antes que entendiera que yo no era el mismo del que se había enamorado en la secundaria.

Guardé aquella oleada de pensamientos en lo profundo de mi mente, recordando mis planes para aquel día. Se suponía que esta sería la primera tarde tranquila que compartiría con Tetsu, llegaría a casa antes para sorprenderlo con una de sus malteadas y partiríamos a entrenar una última vez, antes del partido contra Murasakibara.

Podía imaginar su expresión conmovida, sus ojos brillando de alegría al igual que todas las veces en que se le ofrecía la posibilidad de sujetar un balón, mientras dejaba escapar algún comentario que alimentara la confianza de sus sentimientos por lo que yo era ahora.

"El único que puede hacer feliz a Tetsu, soy yo"

Esa se había vuelto una frase que me repetía constantemente desde que fuimos al departamento de Bakagami y dejé en claro mis intenciones con el más bajo. No cedería ante nadie, no permitiría que nadie me arrebatara lo que estaba formando.

Junto al deseo de volver alzarme como el mejor jugador en el baloncesto, anhelaba un puesto similar en la vida de Tetsu y estaba decidido a lograrlo, aun si eso significaba derrotarme de alguna forma.

Entonces, si mis intenciones eran buenas, ¿por qué demonios debía complicarse todo? Solté un resoplido molesto, intentando sujetar el maletín del instituto junto con las bolsas del Maji Burger en una sola mano. Debatiéndome entre luchar por sacar las llaves del departamento o responder el móvil que había empezado a vibrar los últimos minutos de forma desesperada.

Abrir la puerta fue una tarea mucho más sencilla, después de sacar las llaves y hacerlas girar en la cerradura. El silencio en el departamento fue suficiente para darme cuenta que se encontraba vacío. Nuestros alborotados visitantes del fin de semana ya habían regresado a sus hogares, mi madre debía continuar trabajando y el viejo; que solía salir a dar una vuelta por el vecindario, parecía haberse tomado más tiempo de lo acostumbrado para sacar a pasear a Nigou, su nuevo acompañante auto designado.

El móvil volvió a vibrar, rompiendo mis breves segundos de paz.

Cerré la puerta con un pie, dirigiéndome rápidamente a la cocina donde dejé la comida y pude lanzar el maletín hacia un lado, tomando el bendito aparato para mirar la pantalla. El ceño fruncido que traía hasta ese momento se acentuó aún más, leyendo el nombre del chico de cejas partidas. No habían pasado ni 24 horas desde que le di mi número; a petición de Tetsu, y ya estaba malográndome la tarde.

Siempre fuiste tú (Aokuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora