LUNES: Moklan es genial.

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-Oye, en serio. Estova a quedar horrible si solo pongo tus recuerdos sobre esa chica. Tiene que haber un porqué la conoces o el cómo, al menos.

-No.

Respiré hondo en un intento de no lanzar el portátil contra Sean. No es que fuese a hacer lo que él decía, pero si consiguiese que cediera cabía la posibilidad de que mi vida no corriese riesgo en caso de que le diese por revisar lo que estaba haciendo. Lo dudaba, pero nunca se sabe. Es mejor prevenir que curar ¿No?

-¿Has leído algún libro, muchacho? Porque no lo parece.

Sean simplemente dirigió sus ojos sin vida hacia mí, haciéndome sentir incómoda. Llevaba alrededor de treinta minutos enganchada a Sean, reviviendo el momento justo en que vio a la señorita D'Luca por primera vez. Viendo la escena una y otra, con la insistencia de poder escribir el momento exacto.

Como las demás Nornas, soy capaz de ver sucesos ajenos a mí. En este caso, el pasado. Pero, así como las otras dos, tampoco soy capaz de sentir sus emociones a pesar de estar en esos recuerdos. Con el tiempo terminas aprendiendo a leer los signos, pero esto era otro caso. Incluso en sus recuerdos, Sean era como un bloque de hielo, a pesar de que era más hablador y parecía más vivo en sus recuerdos. La intriga de corroía por dentro, preguntándome una y otra vez, qué le había ocurrido a aquel muchacho para que todo rastro humano desapareciese de él.

-Déjame repasar nuevamente ese primer encuentro para describirlo bien.- Sean no había bajado el brazo en momento alguno, para que pudiese seguir con mi trabajo, pero igualmente yo seguía insistiendo en hablar con él, con la esperanza de que me contestase en algún momento.

Y como buena señora cotilla, me puse a hacer exactamente lo que me había dicho no hacer.

Era una gran sala, con techos de al menos cuatro metros de altura, en el centro, una araña de techo con cristales negros que enviaba sombras bailarinas a todas partes. Las paredes eran de un gris claro que contrarrestaba con el sofá de cuero negro que había cerca de la entrada, y la gran mesa de reunión blanca. Sin embargo, el escritorio bien podría haber sido un Luis XVI, la única pieza antigua de toda la habitación.

Tras el escritorio, en una silla giratoria roja que desafiaba el resto de la decoración y que desentonaba lo suficiente con la mesa, estaba sentado en todo su esplendor Christopher, llenando todo el cómodo espacio de la silla. Sus hombros anchos, su pecho totalmente musculado, su pelo corto casi rapado, su mandíbula prominente que acentuaba sus rasgos de forma espectacular... Todo en él indicaba que era un guerrero. Si bien todos los músculos acentuados y la altura, que bien estaba rayando los dos metros lo hacían parecer temerario, su sonrisa pícara y sus ojos de ese tono azul apagado, con esa forma desenfadada de andar, lo hacía totalmente apetecible. Daba igual si eras hombre o mujer, apenas adolescente o, al igual que yo, una persona consumada por los años, Christopher era capaz de seducirte sin proponérselo.

Durante todo el tiempo que llevo trabajando en el Centro, había sido capaz de verlo en más de una ocasión. Era carisma puro y crudo. Y es también, quien posee mayor rango aquí.

-Moklan.- Lo saludó Sean, a quien el pelo negro le llegaba hasta los hombros, algo más corto de como lo tenía actualmente. Un síntoma del paso del tiempo, a pesar de que sus facciones seguían dándole el aspecto de un veinteañero temerario a punto de unirse a una banda de rock.

A la derecha del escritorio, junto a los grandes y amplios ventanales estaba Patryk, quien ni siquiera se molestó en saludar a su hijo. De la misma forma, Sean tampoco le dedicó más que una mirada.

-Ya te he dicho que me llames Chris.- Lo corrigió con una sonrisa, aún sentado tras su mesa.

Sean estaba en esta ocasión, también vestido con un conjunto negro. ¿Qué tenía ese muchacho en contra de los colores? Si bien, tampoco podía imaginármelo vistiendo de amarillo, o naranja... No, no era lo suyo. Sin embargo, en esta ocasión no llevaba arma alguna. Al menos ninguna visible. Seguramente por respeto a su superior.

-Tienes un nuevo trabajo.- Dijo Christopher.

Patryk se movió, acercándose al escritorio para recoger una foto y pasársela a Sean. El traje que llevaba era de un azul oscuro profundo, otorgándole el aspecto de un empresario. Por lo general esa esa la línea de vestimenta del hombre, que casaba a la perfección con su pelo peinado hacia atrás donde un par de mechones se habían salido de su línea y reposaban sobre su frente. Seguramente aquello estaba hecho aposta. Sin embargo, en más de una ocasión lo había visto vestido con ropa de calle, lo cual era de lo más raro. No es que no le quedara bien, sino que aquello estaba hecho para que al salir al exterior no destacase entre los humanos, pero la verdad es que no terminaba de casar con la idea.

Más que nada porque al igual que su pelo, también sus ojos eran negros. Eso lo marcaba como el Arur que era.

-Vincent Berenger.

-El tesorero.- Dijo Sean recogiendo la foto.

-Ha estado robando.-¿Ha estado?- Recupera el dinero y hazle un persa.- ¿Hazle un persa? ¿Qué significaba eso?

-¿Talar, podar o segar?

-Nos ha robado. ¿Aún tienes que preguntar?- Patryk se acercó hecho una furia, pero antes de saber qué estaba a punto de hacer su padre, Christopher silbó, captando la atención.

-¿Eso es modo de tratar al muchacho, Tryk?- Christopher se levantó en todo su esplendor, ajustándose sus pantalones y subiéndose la cremallera.- Ha hecho un muy buen trabajo hasta ahora.- De debajo de la mesa salió una muchacha de no más de dieciocho años, con el pelo de un castaño claro precioso totalmente revuelto y ella totalmente desnuda. Christopher se volvió y le dedicó una sonrisa.- Tú también haces un buen trabajo, cariño.- Dándose la vuelta nuevamente, se acercó hasta Sean y le pasó una mano por encima del hombro. Sean se sobresaltó, como si no estuviese muy cómodo o acostumbrado al contacto. Guio a Sean hasta el sofá, instándolo a sentarse.- Te mereces una recompensa, chico.- Con un dedo llamó nuevamente a la chica.- Esta es Andrinna. Es una súcubo que acaba de alcanzar su madurez y como sabrás, necesita cierta ayuda de nuestra parte.

Andrinna, sin pudor alguno por su desnudez, se acercó sonriente a Sean y se situó entre sus piernas, ya manoseando su cremallera.

-Haz bien este trabajo y Andrinna estará a tus cuidados permanentes. Así que esto es en parte un adelanto. Tryk y yo tenemos cosas que hacer, aunque me encantaría quedarme y disfrutar contigo, el deber nos llama.- Los dos se dirigieron a la salida. Sean seguía con su semblante neutral, sin haber tenido cambio alguno desde su entrada, a pesar de que nuevamente tenía a una chica dispuesta a hacerle todas las cosas pervertidas que quisiese. Quizás sin el engaño y la ilusión, su libido bajaba notablemente.- Hey, chico.- Sean miró nuevamente a la puerta, donde Christopher había asomado la cabeza antes de desaparecer.- Me caes bien.- Aquello mereció una pequeña curva en los labios de Sean. Bueno, eso definitivamente era una mejora.

Estaba de vuelta, nuevamente.

No pensaba quedarme en la visión para ver como Sean Jenner tenía relaciones sexuales. Nuevamente.

Ni siquiera había conseguido ingerir algo en todo el día, hacer aquello de estómago vacío... No. Me niego. Lo cual me recordaba...

-Es la hora de la comida. Tengo hambre y no vas a impedir a esta anciana alimentarse ¿Verdad? 

Libro de los Sueños (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora