JUEVES: Drogas Elementales.

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Dejé esa línea de acontecimientos para volver al claro del bosque, donde Sean admiraba los árboles caídos y el color negrizo del suelo, donde seguramente habría muerto el Phyros en aquella batalla del pasado.

Sean se detuvo y volvió a mirar por encima del hombro antes de agacharse. Se quedó un momento en aquella posición, hasta que escuchó el sonido de una rama rompiéndose a su espalda. En ese momento volvió a hacer uso de la ilusión supresora y se puso en pie de un salto. Se internó en el bosque y corrió hasta Nox Ruber, volviendo sobre sus pasos.

Era obvio pensar que los licántropos lo hubiesen perdido de vista con la ilusión, pero no podía estar seguro de que tanto el lobo que había en estos resultaban inmune a sus dones.

Tras un salto de tiempo, en que nada importante parecía haber ocurrido, Sean volvía a estar en el Centro. Estaba en su habitación con la Súcubo, Andrinna. Creo que está de más describir lo que estaban haciendo, porque bueno... una Súcubo. Con eso os lo digo todo.

Tras otro salto más en el pasado del joven Jenner, volvíamos a encontrarnos frente a la casa de Vincent e Ingrid. Sean volvió a tomar la imagen de Vincent antes de abrir la puerta. La duda en el momento de girar el picaporte me hizo pensar que no tenía un plan al ir allí.

Además, la joven viuda parecía inocente en todo el tema del robo del dinero de Moklan por parte de su marido. ¿Qué había visto Sean en ella que yo no era capaz de ver?

Sean entró en la casa, que estaba en completo silencio. Por un momento pensó que no había nadie allí, hasta que Ingrid salió de la habitación y se detuvo en el pasillo, mirándolo fijamente.

-Hola.- Repuso él después de un momento.

-Hola.- Respondió ella encaminándose hasta la cocina.-¿Porqué estás aquí?- Preguntó ella mientras colocaba dos tazas blancas sobre la encimera y colocaba agua a hervir.

-Bueno, es mi casa.- Sean miró a un lado y a otro, como si esperase encontrarse algo diferente a la última vez que había estado allí.

-¿Lo es?- Contraatacó ella, colocando un mechón de su pelo castaño tras la oreja. Sus ojos brillaron con rabia, destacando el color ámbar de estos, que hacían juego con su vestido amarillo.- Apenas has estado aquí un par de veces en estos años, y últimamente parece ser lo único que haces.

Ella colocó unas bolsitas de té en las tazas y vertió el agua cuando el pitido de la caldera anunció estar lista. En ese momento, Sean frunció el ceño y cogió la taza que le estaba ofreciendo.

-¿Y te molesta?- Preguntó él.

-¿Te sorprendería que así fuese?- Preguntó ella, antes de dar un sorbo a su té.

-No hay mucho que pueda sorprenderme en esta vida.- El tono de voz carente de emoción me dio a entender que sus palabras no siempre estaban destinadas al engaño. Que no lo decía por Vincent, sino por él mismo.

Sean sopló el té con la intención de enfriarlo antes de dar un trago de este.

-Bueno, pues tus visitas sí son algo que me sorprenden a mi.

Sean se rio con sarcasmo y volvió a dar otro sorbo al té antes de contestar.

-Sigo preguntándome porqué no te divorcias y vas a vivir tu vida.

Ella sonrió y tomó un sorbo de su taza, con una asombrosa lentitud.

-Cómo si no lo hubiese intentado.- Repuso ella.

Sean parpadeó varias veces seguidas, intentando aclararse la vista cuando todo empezó a girar a su alrededor. Dejó la taza sobre la encimera y la miró con un gesto acusatorio.

Libro de los Sueños (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora