Había tardado un poco, pero al final me había acostumbrado a la nueva situación. Con el tiempo resultaba de lo más rutinaria: Despertar, asear, desayunar, volver a la habitación e indagar en los recuerdos de Sean hasta el almuerzo. Comer, volver a la habitación y encerrarme en sus memorias hasta la cena. Cenar, volver a la habitación y sumergirme en su pasado hasta la hora de dormir.
Los primeros días llegué a pensar que el joven Jenner me mataría de hambre. Pero al final resultó bastante más empático de lo que me esperaba, y por si solo me recordaba las comidas y la hora de irse a la cama retirando el brazo, de forma que al perder el contacto, volvía a la realidad del presente de golpe.
La primera vez que lo hizo me molesté un poco, pero pronto me di cuenta que era su forma de demostrar que había una mínima parte de él que parecía preocuparse por mi bienestar.
Aunque puede que no fuese por eso tampoco.
En más de una ocasión lo había pillado mirando en la esquina de la habitación donde tenía una silla. Por lo general esa silla solía contener parte de mi ropa, pero al final me vi obligada a recoger un poco para intentar que mi habitual vivienda fuese mínimamente acogedora.
Los murmullos y los pequeñas y sutiles cambios en sus expresiones cuando miraba en esa dirección me llevaron a creer al inicio que había alguien allí. Luego recordé cuando en su pasado había utilizado las ilusiones supresoras y, solo para cerciorarme, tiré mi almohada a la silla.
Efectivamente, allí no había nada.
Sean por otro lado no parecía creer lo mismo, pues me miró con tal odio que por un momento pensé que iba a cruzarme la cara de un bofetón. Pero solo se levantó, cogió la almohada y volvió a dármela.
¿Sería la Locura?
Lo más probable es que estuviese imaginándose cosas él solo, pensé. Pero deseché la idea tan rápido como vino, puesto que de estar infectado con la enfermedad tan conocida y temida por los Elementales y demás seres mágicos, yo probablemente estaría muerta, pues la Locura tendía a volver a la gente extremadamente violentos.
Suspiré y traté de retomar el hilo tocando su brazo nuevamente.
Tras un largo trayecto en coche y otro igual de largo en una lancha, le siguió otro a pie por un denso bosque. Cuando los sonidos de risas y música llegaron a mis oídos, supuse donde nos encontrábamos. Tras otros dos minutos sorteando árboles y apartando ramas para pasar, por fin la enorme mansión roja y negra de Nox Ruber se hizo visible.
Sean dio un paso y se detuvo de golpe. Con el ceño fruncido se dio media vuelta y buscó algo entre la maleza que no encontró. Finalmente volvió a darse la vuelta y, en vez de dirigirse al local siguió andando por el bosque, colina arriba.
Apenas hubieron pasado unos minutos cuando Sean volvió a detenerse para mirar a su espalda, donde no había nada. Seguramente la costumbre de tener que dar tantos rodeos para evitar ser rastreado le estaban haciendo creer algo que obviamente no existía. Por si acaso, levantó una ilusión supresora que lo hacía mimetizarse con el entorno y siguió andando. Tras otros diez minutos andando, empezó a ser evidente el esfuerzo que le estaba costando mantener la ilusión mientras estaba en movimiento, pues su frente estaba perlada de sudor y ambas manos convertidas en puños.
Se apartó de un tronco caído en el suelo y se adentró en lo que parecía un claro del bosque, pero dado los árboles caídos y el color negrizo del suelo, estaba claro que alguien había usado el fuego para abrirse paso entre la naturaleza para crear aquel lugar despejado.
Sean se detuvo y volvió a mirar por encima del hombro antes de agacharse. Se quedó un momento en aquella posición, mirando al otro lado del claro, donde un pequeño montículo de tierra parecía haberse llevado la peor parte al carecer por completo de vegetación.
No sé exactamente cuanto tiempo llegó a pasar en aquella posición, pero era obvio que algo hacía pasado allí.
Pero era una tontería preguntarme qué había pasado si... podía verlo.
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Libro de los Sueños (+18)
Fantasía- Hijos del Destino 2 - Sean Jenner lleva meses desaparecido, la gente había empezado a darlo por muerto hasta que aparece un buen día ante la vieja Martha. La bolsa de dinero que él le ofrece a ella tiene un claro propósito: utilizar sus dones de...