CAPITULO 17

977 140 42
                                    

Changbin seguía de cerca al viejo Cadillac de Taeyong, sujetando el volante con una mano, mientras con la otra trataba de comerse la hamburguesa que él le había conseguido. No mancharse de aceite se estaba convirtiendo en toda una odisea. Logró tragar el último bocado y lamió sus dedos manchados de salsa, uno a uno. Chupó el pulgar, deslizándolo entre los labios con un sonido gutural de placer. Se inclinó sobre la guantera y, sin apartar la vista de la carretera, logró encontrar la caja de pañuelos que guardaba allí. Se limpió lo mejor que pudo. Comer dentro del coche, y conduciendo, no era la mejor de las ideas.

Al doblar una esquina atisbó una vieja cancha de baloncesto y, un poco más adelante, un parque. El Cadillac aparcó justo enfrente, entre un supermercado y un viejo cine. Changbin se detuvo en un hueco, detrás de él. Bajó del coche y se quedó mirando el edificio gris que había en medio. Parecía un viejo almacén reformado. Levantó los ojos y la sorpresa asomó a ellos.

«Gimnasio Balboa», leyó en un rótulo hecho con grafitis. La be la formaban dos guantes de boxeo. Una cuerda de saltar se entrelazaba con las letras. Debajo del nombre se podía apreciar el torso de un musculoso boxeador con los puños a la altura de la cara, dispuesto a atizar un buen golpe. Las comisuras de sus labios se elevaron sin darse cuenta. El dibujo era realmente bueno, muy realista y con unos detalles increíbles.

—¿Balboa? ¿Como Rocky Balboa? —preguntó a Taeyong, que se había detenido a su lado. El chico asintió con una sonrisa—. No es muy original, ¿no?

Él lo miró como si estuviera loco.

—Pero ¡qué dices! Es un nombre genial. Además, esa obra de arte es mía —dijo, hinchando el pecho, orgulloso.

—¿También eres un grafitero?

—Soy un artista, nene —replicó con aires de estrella.

Changbin se echó a reír. Taeyong cada vez le caía mejor.

—Así que pintas, bailas... ¿También cantas o tocas algún instrumento? Si dices que sí, podría considerarte el chico perfecto —bromeó.

Él sacudió la cabeza y se echó a reír.

—No. La verdad es que tengo un oído penoso —confesó. Se ruborizó un poco. Lo miró a los ojos y esbozó una sonrisa maliciosa. Se levantó la camiseta dejando a la vista unos abdominales increíbles—. Pero soy perfecto en otros sentidos —replicó, alzando las cejas con un gesto elocuente.

En el costado, bajo las costillas, llevaba tatuada la cabeza de un lobo que aullaba. Changbin no pudo evitar que sus ojos se posaran allí. Se puso colorado. Pero sabía que él estaba bromeando y le siguió el rollo.

—¡Vaya, creo que voy a desmayarme! —exclamó, exagerando el tono.

Tae dejó caer su camiseta, entornó los ojos y frunció los labios mientras le ofrecía su brazo. A Changbin le pareció un gesto adorable y enlazó su brazo con el de él.

—Suelo causar ese efecto. Es mi maldición —suspiró.

Changbin volvió a mirar el rótulo.

—Me gusta. Tienes talento, Taeyong. Deberías ir a una escuela de Arte.

La sonrisa se borró de la cara de Tae, y su mirada se entristeció un segundo.

—Conseguí una beca, ¿sabes? Para ir a la SCAD.

—¿En serio? —preguntó asombrado. La SCAD era una de las mejores escuelas de Arte del país. Jamás lo hubiera imaginado—. ¿Y qué pasó?

—Mi familia pasaba por un mal momento y no podía dejarles. Pero aún me la guardan, así que, en cuanto consiga convencer a Ten de que venga conmigo, creo que me matricularé —comentó mientras entraban en el gimnasio.

Crossing the limits || LixbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora