Capítulo 4: Deseo culposo.

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-¡Ariadna Rosie Miller!.-Vocifero Marlene, entrando a la oficina del director.

La joven fue llevada con el director luego de aquel incidente. Seth llamó a Marlene y le contó lo sucedido. Oh dios, ahora sí todo arderá.

-Le pido por favor que no grite en mi oficina, señorita West.-Pidió el director cordialmente.

-¡No se meta!.-Gritaron ambas mujeres.

El hombre se acojono y decidió no hablar hasta que las chicas se tranquilicen. Sam estaba a un lado de Marlene, calmandola con caricias en la espalda, pero temía que su mujer también lo atacará, se miraron con el director, compadeciendose el uno del otro.

-¡¿Como se te ocurre lanzar un cuchillo a un chico?!.-Preguntó Marlene, exaltada.

-¿Deseo culposo?.-Sonrió como una psicópata.

-¡¿Deseo Culposo?!. ¡¿DESEO CULPOSO?!.-Gritó Marlene.

-Él estaba diciendo cosas muy feas, Haley -Dijo Ariadna, cruzándose de brazos.

-No me digas mi segundo nombre, no harás que cambie de opinión con tu castigo.-Amenazó.-Primer día y ya estamos en la oficina del director, carajo, Ariadna.

-En mi defensa, se lo merecía.-Defendió.

-Podrías haberlo acusado, señorita.-Señaló con su dedo acusador.-No lanzar cuchillos como una loca asesina.

-Me gané un apodo. Killer Rose.-Comentó sonriente.

-Esperaras afuera en lo que arreglo esto aquí, y luego, tú y yo hablaremos jovencita.-Demandó Marlene.

La chica tomó su mochila del suelo y salió de la oficina. Seth estaba sentado en el pasillo, ella caminó hasta él y se sentó a su lado. Silencio.

-No eres una psicópata.-Habló Seth.

-No es exactamente lo que todos creen.-Murmuró Ariadna, mirando a la pared de enfrente.

-Yo no creó que lo seas.-Murmuró él.

-Menos uno. Faltan 100 personas para que no lo crean así.-Murmuró cansada.

-Yo lo habría golpeado, pero te adelantaste.-Confesó.

-¿Por qué?. Ni siquiera te trató bien como para que me defiendas. Es más, deberías estar ignorandome como yo lo hago.-Dijo, corriendo la mirada de la pared hacia él.

-Porque a diferencia de ti, quiero ser tu amigo.-Respondió Seth, mirándola, contemplandola.

Ariadna sintió que su boca se secaba y bajo la mirada.

-Nunca tuve amigos, y no los necesito. Puedo sola.-Dijo con seguridad.

-Talvez no lo necesites, pero aquí estoy. Soy un buen amigo, y cuando lo quieras, estaré aquí.-Murmuró aún viéndola. Podía oír el latido roto de la chica, y sintió una punzada en su interior. Se sintió torpe, dolido y hasta triste, por ella. Por su rechazo. Por su falta de confianza hacia los demás. Por la falta de amor que ella tenía.

-No puedes hacer lo que te venga en gana, Ariadna

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-No puedes hacer lo que te venga en gana, Ariadna.-Regaño Marlene, nuevamente a la chica, en cuanto entraron a su habitación.

-Lo entendí. ¿Seguirás diciendo lo mismo o podré dormirme en paz?.-Preguntó desganada.

-Entiendo que no estés bien. Lo entiendo.-Comenzó Marlene, mirando a la chica sentada en su cama.-Pero no puedes ir por la vida haciendo y deshaciendo lo que quieras. Algún día, cuando menos lo esperes, volverá a ti.

-¿Hablas de Karma?.-Preguntó.

-Como quieras llamarlo. Pero sí.-Suspiró.-Yo también perdí a mis padres, y créeme, sé lo que se siente. Piensas que todo está perdido, que ya nada importa, pero no es así.-Volvió a suspirar.-No estas tan sola como crees, Arid.

-¿No estoy sola?.-La ironía salía de su boca al igual que el veneno.-Me dejaste sola, por meses. Ni un solo mensaje. Ni una llamada. Ni cuando mi padre murió. Nada.-Soltó.-Crees que porque ahora viva contigo, ¿Seremos otra vez unidas?. Ya no soy una niña, Marlene. Y no necesito nada de nadie.

-Eres una niña.-Refutó la mujer.-Solo tienes 15 años. Crees que la vida es un bocado y que todo lo resolveras. Yo también fui así a esa edad. Pero no es así. No es fácil. Y quieras o no, necesitarás a alguien.

-Cuando lo necesite, te lo diré, ahora, sal. Quiero estar sola.-Ordenó, recostandose en la cama, ignorando la presencia de la mujer.

-Sé que no será así.-Murmuró, acercándose a la puerta.-Pero espero, que en algún momento, dejes aquel dolor de lado y vuelvas a ser esa niña feliz que solías ser antes de que todo aquello pasará.-Dijo antes de salir del cuarto por completo.

Nuevamente, Ariadna, se reencontró con el silencio. Ella, pocas veces, odiaba aquello. El silencio, cuando estaba feliz le parecía algo fabuloso, contenía su felicidad en una burbuja irrompible. Pero, cuando era el sentimiento contrario a la felicidad, el silencio era dañino, casi de muerte, para su mente. El único sonido que oía en esos momentos era su cabeza y sus quejumbrosos ruidos. Pensamientos, de dolor, odio y muerte.

Y allí estaba, con sus luces apagadas, con el frío de la madrugada. Nuevamente no comió. Su estómago no estaba siendo empático con ella. Su cabeza no dejaba de repetir aquella imagen del horror, aquella que la traumo de por vida y que jamás la dejaría en paz. Lágrimas, caían de sus ojos cafés. Dolor, que se instaló en su pecho. Y Soledad, que la acompañaba en la habitación.

Del otro lado de la puerta, un joven de su misma edad sentía todo lo que ella sentía, pero con intensidad. Cerro los ojos, se contuvo. Quería abrazarla, decirle que todo estaba bien, que él la cuidaba. No podía, no quería que ella lo viera como acosador. Quería ser su amigo primero, y en el proceso, conocerla y cuidar de sus heridas. Poco sabia que tenía muchas, pero no importaba cuantas fueran, él curaría todas. Solo era cuestión de tiempo.

Wolf Eyes |3| S.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora