Parte 3

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La primera vez que comprendí que estaba infinitamente enamorada de Julián fue la mañana siguiente a la primera noche que pasamos juntos.

Habíamos ido a cenar afuera y, luego de dar unas vueltas tomados de la mano, arribamos a mi casa. No llegamos a cruzar la puerta que ya estábamos pegados el uno al otro intentando llegar más y más cerca.

Esa mañana desperté en la cama con las sábanas envueltas entre mis piernas. Me desperecé lentamente, estirando los brazos y absorbiendo el aroma a sudor y perfume de hombre.

 Su camisa estaba tirada en el piso y yo siempre había querido hacer ese típico movimiento de película romántica, así que me la puse.

Baje las escaleras y lo encontré en la cocina haciendo el desayuno. Hirviendo agua para el mate, cortando rebanadas de pan y buscando el dulce de leche en la heladera.

—Arriba de todo en la puerta—señalé. Julián se sobresaltó al escuchar mi voz y yo me reí suavemente.

—Quería despertarte una vez que estuviera todo preparado—me dijo sonriendo y sentí mi corazón acelerarse.

Julián dejó el dulce de leche junto a mí y me plantó un tierno beso en la mejilla.

—Buenos días, hermosa—me susurró a la oreja.

No supe bien que decir, así que me limité a sonreír y observarlo. Y fue ahí, mientras miraba como preparaba el desayuno, viendo los músculos de su espalda bailar al mismo compás que sus tatuajes, que me dí cuenta de que eso era lo que quería hacer cada mañana al despertarme.

La noche anterior daba vueltas en mi cabeza, distrayéndome. Me sentí idiota y eso significaba que estaba enamorada.

Pero no se lo dije. No quería creerlo, no podía ser.


Porque asi lo quiso el destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora