La primera vez que le dije a Zoe que la amaba fue en febrero, el 29. Le había llevado un regalo porque quería tener una excusa para visitarla.
Le regalé mi libro favorito porque había visto en su casa una estantería con varios tomos y supuse que le iba a gustar. Resultó ser que le encantó y me gané pasar una noche más en su casa.
Decidí que ese era el momento para decir la razón por la que había ido allí en primer lugar. Así que la mañana siguiente, apenas el sol comenzaba a despertar, se lo dije.
Tenía un brazo detrás de su cabeza y sus piernas rodeando las mías.
Le acariciaba la mejilla con ternura cuando las palabras se escaparon de mis labios al ver su rostro a la luz del sol.
Recuerdo sus labios moviéndose pero la imagen se vuelve borrosa. Me siento caer por un túnel oscuro y profundo.
Siento mis sentidos esfumarse como la niebla matutina, espesa y de repente nada.
No tengo nada.
No siento nada.
No soy nada.
Solo un cadáver.
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Cuando las palabras que tanto esperaba fueron pronunciadas, mi corazón se agitó espasmódico por su voz dormida, ronca.
Mis brazos buscaron su cuello y mi cuerpo se abalanzó sobre el suyo.
Le repetí que yo también lo amaba entre beso y beso, y él me apretó con fuerza, suspirando entre mi pelo, aliviado, contento.
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Porque asi lo quiso el destino ©
RomanceTe doy un consejo que alguien debió darme a mí mientras aún estaba con vida: No importa lo que pase, nunca, NUNCA, dejes que alguien que quieres se vaya...