Parte 1

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-¡Estoy harto!¡De vos, de esta situación!Es siempre lo mismo, todos los días. - Los gritos se escuchaban desde fuera de la casa pero a Julián no le importaba, seguía levantando la voz influenciado por las copas de más que había tomado-. ¡No me banco mas estar acá!

-¿Así? ¿Osea que es mi culpa? Después de todo lo que pasamos ¡Lo seguís haciendo, no te entra en la cabeza! Una y otra vez te dije que dejaras de hacer cosas a mis espaldas porque después terminamos así - La voz de Zoe se rompía en llanto y Julián odiaba que llorara; ver sus lágrimas lo ponía loco. Y sobre todo le molestaba que ella también levantara la voz, solo lo ponía más nervioso, más violento -. ¡Soy tu novia, no tu mamá! No voy a estar todo el día atrás tuyo...

-¡¿Y quien te lo pidió?!¿Quién te dijo que yo quería que me vigiles todo lo que hago?-. Se hablaban uno por sobre otro, sin escucharse y aumentando cada vez más el tono de voz, sacudiendo los brazos en furia y con lágrimas escapando de sus ojos.

-¡Andate a la mierda! No te importa nada de lo que hago... Si no me necesitas, listo, no me meto más. Pero después no me vengas a buscar -. A Julián eso lo sacó, sabía que esto iría de mal en peor; golpeó la pared con fuerza y gritó tan alto que su cara se tornó roja.  De la sorpresa, Zoe se calló y no emitió ni un solo sonido. Julián empezó a respirar hondo, recobrando el color natural de su rostro. 

-¿Sabés qué? - dijo con voz más calmada, pero incluso más enojada. Zoe odiaba aquella voz, significaba que había llegado a su límite; trató de evitar el llanto para no enojarlo más, pero las lágrimas le eran incontrolables -. Tenes razón, me voy a la mierda...

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El portazo resonó en toda la habitación haciendo al aire temblar. El olor a alcohol inundaba el lugar, dandole a Zoe unas ganas horribles de vomitar. El suelo estaba lleno de pedazos de vidrios provenientes de una botella rota de vino. 

<<Es todo tu culpa>> dijo observando el liquido color violeta que se esparcía por los blancos azulejos.

Zoe se tiró al piso, llorando, apoyada en la pared. El estrés de aquella ultima ahora, se evaporaba de su cuerpo en ataques de llanto y un constante temblor de su cuerpo. Se tomó las piernas y las atrajo a su pecho. Quería hacerse pequeña, reducir su tamaño hasta desaparecer.

No podía gritar, ni siquiera moverse... estaba agotada, solo le quedaba llorar en silencio mientras escuchaba como el auto de James se encendía y aceleraba dejando, seguramente, marcas en el piso.

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Dió una vuelta , dos, tres. Recorrió el parque, observó los árboles iluminados por pequeñas farolas cada tantos metros. Cruzó a un par de borrachos, no con muchas copas más que las que él tenía y a un hombre que corría con su perro, un hermoso labrador color dorado, de una esquina a la otra. A él le habían encantado los perros desde siempre, pero Zoe era alérgica, así que desde que se habían mudado había tenido que dejar a su perro, Elvis, en casa de su madre.

Zoe... 

Recordó como la había conocido: Ella caminaba por una plaza como aquella en un día de otoño con  las hojas cayendo de los arboles, como si bailaran hasta aterrizar gracilmente en el piso. El viento hacía bailar sus pelos y su ropa, refrescandolo, llenandolo de paz. Cuando la vio pasar, ella llevaba un vestido amarillo claro, que resaltaba su piel tostada y su cabello negro y parecía hacerla brillar por sobre todo aquel hermoso paisaje otoñal; pero, mas que nada, le llamaron la atención sus ojos grandes, con pestañas largas, de un extraño color verdoso.

Ella pasaba por su lado cuando notó que ella también lo observaba, sonriendo entre avergonzada y pícara. Julián le devolvió el gesto, con esa sonrisa de galán que a Zoe tanto le causaba risa, con sus hoyuelos a ambos costados de la cara. 

Ella era hermosa, no podía apartar los ojos de su figura... mas de una vez se había descubierto a sí mismo admirándola mientras pintaba o se acurrucaba en sus brazos con una taza de café en la mano.

Si había algo en lo que Julián no creía era en el amor a primera vista. Lo suyo fue un proceso lento y difícil. Pero al final del día, cuando se acurrucaban juntos en la cama y se quedaban observando sus rostros iluminados por la luz de la luna que enviaba sus rayos plateados a través de la ventana, de lo menos que tenía dudas era de que la amaba, más que a nada.....

Allí en el parque, ella con su vestido amarillo y cabello negro, él con su saco color café, pudo percibir que aquella chica de sonrisa pícara le robara el corazón. Entonces una frenada brusca interrumpió sus miradas y ambos se dieron vuelta sobresaltados....

.... Pero Juliá despertó de sus recuerdos demasiado tarde.

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El rincón era cálido, la hacía sentirse bien, pequeña, protegida. Zoe recordaba aquellos tiempos en los que se llevaba el mundo por delante, no había sido hace mucho, tres años, antes de conocer a Julián. Él había cambiado todo, él la hacía sentirse insegura, la hacía reir, la hacia llorar, y la hacia odiarlo y amarlo por las mismas razones, al mismo tiempo.

La volvia loca, en todos los sentidos. Y Zoe  odiaba eso, esa debilidad.

Ella nunca se había preocupado por un chico, nunca había llorado así, como Julián la hacía llorar... Y es que tampoco nadie la había amado así y ella nunca había amado tanto a alguien.

No se imaginaba ya una vida sin él; sin despertar y ver su cabello negro enredado sobre la almohada, sin sus ojos que se achicaban cada vez que sonreía, escondiendo lo azul de su iris. Sin su sonrisa..... esa sonrisa tierna y cautivadora que ella tanto amaba.

No se lo imaginaba, no podia. Sin él, para ella no había vida. Era de lo único que estaba realmente segura.... A pesar de las peleas, lo amaba.

Con dificultad se levantó y caminó hacia la cocina, las lágrimas ya se habían secado, pero aún se sentía débil. El teléfono sonó y Zoe tardó un momento en entender  de donde provenía aquel ruido  que la aturdía, y otro poco más en recordar como usar sus manos para atenderlo. El aparato habló por medio de sus parlantes y Zoe sintió que sus manos perdían la poca fuerza que les quedaba.

El ruido sordo del teléfono cayendo contra el piso, Zoe no lo sintió; su mente estaba lejos, en otro lugar y sus lágrimas estaban allí, apareciendo de nuevo, hinchando sus ojos verdoso que Julián solía mirar con tanto cariño.... antes, antes de todo aquello.

Cayó al suelo, con los gritos escapando desgarradores, agudos y dolorosos de su garganta, lastimándola, pero no más que el dolor en su pecho. Cayó al piso, rendida y llorosa por un dolor inexplicable.

Y se quedó allí, tirada, hasta que se durmió en su llanto y sus ojos se cerraron por el cansancio....

Porque asi lo quiso el destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora