Preparada para volar

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Juvia:

Toqué el timbre un poco nerviosa, en ese momento supe que mi madre estaba apoyándome, diciéndome que no era tan difícil. Joseph abrió la puerta y me sonrió contento por haber hecho caso de su consejo el día anterior.

Me dirigí al despacho de mi padre, suponiendo que estaba allí. Abrí la puerta de golpe, me miró sorprendido, claramente no se esperaba mi repentina aparición. Fui directa al grano.

-Quiero ver mundo papá – bueno, quizás no fui tan directa ya que no había planeado como quería introducir el tema.

-¡Juvia! – dijo sobresaltado. Seguí hablando.

–No me refiero a viajar, que también, me refiero a poder expresarme, decir mi opinión sin temer lo que tú me dirás, conocerme más profundamente y poder hacer lo que quiera sin ataduras, y siento – se me quebró un poco la voz pero continué - siento que no puedo hacerlo de esta forma, siento que no me dejas hacerlo y no entiendo el por qué – necesitaba explicaciones de su comportamiento, si es que las había.

Hizo una larga pausa que se me hizo interminable.

-Tu madre no falleció por una repentina enfermedad – suspiró pesadamente e hizo otra larga pausa. Me quedé sorprendida por lo que dijo, impaciente por saber a qué se refería– aquel día íbamos en moto, también queríamos ver mundo – volvió a suspirar, ¿por qué hablábamos de mi madre?, ¿qué tiene que ver? – ese día solo íbamos a visitar la ciudad que hay al lado, por eso te dejamos con la abuela – me miró a los ojos - íbamos a mucha velocidad y una niña cruzó la calle, desvié la moto para no chocar con ella, pero estábamos en la curva de una montaña, todo fue muy rápido – mi cara era de asombro, ¡habían tenido un accidente! – cuando desperté, todo me daba vueltas y vi a Sheila alejada de mí en la pendiente del barranco con un montón de sangre alrededor de su cabeza, por lo visto, se golpeó tan fuerte que no pudieron hacer nada por ella. Fue mi culpa.

Fui hasta él y lo abracé, me salieron algunas lágrimas silenciosas. Aún así, no comprendía del todo porque él se comportaba así conmigo, pero me gustó que me dijera la verdad, por muy dolorosa que fuera.

-Lo siento, no lo sabía.

-Me recuerdas mucho a ella Juvia, eres su viva imagen, por eso no quería que salieras, no quería fueses herida ni física ni emocionalmente, siento que solo estás a salvo si es a mi lado, cuando te eché de casa pensé que volverías al día siguiente – se separó de mí – no sabes lo doloroso y solo que me he sentido, con tu ausencia no podía evitar recordar la tragedia, ¿y si te ocurría algo a ti también? Jamás me lo perdonaría, quédate conmigo por favor, necesitas mi protección – "aunque más bien, él necesitaba la mía", pensé, porque conmigo a su lado, sin separarme de él, se siente seguro. Es extraño, pero es así.

Lo entendí todo. Suspiré, no era nada fácil lo que le iba a decir.

-Solo intentabas protegerme y no supe valorarlo – sentí como su cuerpo se relajaba – lo siento.

No supe valorar que él me protegía por miedo a que me pasase algo. Por eso me impedía salir de casa, solo quería tenerme cerca, atarme, para asegurarse de que no me pasase nada. Pero esa, no era la solución.

Estando cerca de él pude observarle, ver como en unos meses su rostro había cambiado tanto, pero sobre todo esas profundas ojeras que parecían no querer irse. Continué hablando.

-No me puedes proteger para siempre, no puedes retenerme en estas cuatro paredes para que nada me pase, así solamente me cortas las alas, tengo que salir, es inevitable que me equivoque y cometa fallos, pero eso también es bueno, ¿no crees? Forma parte de la vida, los errores están para aprender y poder avanzar, se llama madurar – hice una pausa, sé que para él esto es doloroso - Pero no puedo, papá, no puedo estar aquí encerrada. Con esto no te quiero decir que te vaya a abandonar, eso nunca – le miré a los ojos segura de mi decisión – vendré a visitarte todas las semanas, pero siento que ya es hora de hacer mi vida, de seguir mi camino.

-Por favor Juvia, quédate – me miró con súplica, le negué con la cabeza.

Sentía que se me desgarraba el corazón, pero había tomado una decisión y no me iba a echar para atrás, le guste o no.

-Ya veo – me sonrió resignado - has crecido en estos meses, este tiempo separados también me ha dado mucho que pensar – hizo una leve pausa – perdona por la bofetada que te di, me alteré por pensar que te estaba perdiendo pero supongo que es momento de dejarte volar – no lo dijo del todo convencido, sabía que en el fondo no quería dejarme ir, pero con ver que lo había dicho sabía que intentaría aceptar mi decisión - Perdóname por mi comportamiento. No he sido un buen padre, lo siento, pero eso va a cambiar, te lo prometo, te dejaré ir – dijo ocultándose la cara.

-Gracias – le abracé una vez más soltando otra lágrima, pero esta era de felicidad.

La espina de culpabilidad que tenía clavada en el corazón desde hacía meses desapareció. Sentí alivio. Me quedé el resto de la tarde con él, dándole apoyo. Parece que mi padre también se quitó un peso de encima e incluso después de mucho tiempo lo vi sacar una sonrisa cuando lo abracé para despedirme. Esta etapa la superaríamos juntos.

Las cosas están cambiando para mejor. Estoy segura. 

Sentirme segura para ser libre -Gruvia-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora