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Fecha: 16/10/2000.
Ubicación: Nueva York, Estados Unidos.
Hora: 7:20 a.m.

Su padre conduce por las calles neoyorkinas desde hace un par de horas escuchando música suave mientras la esposa lee un libro y su pequeño hijo duerme en los asientos de atrás. Duerme con el deseo de despertar y estar en su casa, no camino a la casa de una familia desconocida para él. Su destino es visitar a unos viejos amigos, pero el pequeño no parece en absoluto contento. Fastidiado del largo viaje, se dejó llevar por un profundo sueño.

Sin embargo, su descanso se vio interrumpido por un molesto e insistente toque a lo largo y ancho de su cara. Su entrecejo se frunció antes de abrir los ojos y sobresaltarse al tener tan cercas de su cara a esa niña. Él le observó desconcertado mientras ella le mira con curiosidad; entonces la recordó. Es la hija de la pareja amiga de sus padres, se la habían mostrado en fotografías con la intención de que se entusiasmara con el viaje sabiendo que tendría a alguien más o menos de su edad con él, pero fue todo lo contrario. Ahora cae en cuenta que ya no está en el auto, sino en una habitación desconocida acostado en una cama desconocida. Al ver las cosas de alrededor supo que se trata de la habitación de la niña, cuyo nombre olvidó por completo.

— Pensé que estabas muerto —musito la niña con una voz bastante amigable e inocente— Tus mejillas son suaves —comenta, apreciando sus ojos esmeralda— Me gustan tus ojos.

El varón le miró con rareza.

— ¿Qué quieres? —pregunta un tanto disgustado.

— Juguemos a las escondidas —pidió con una sonrisa.

Él la miró más detenidamente, los moños en sus dos coletas le parecieron demasiado llamativos y sus ojos almendrados le resultaron inquietantes. Ella irradia un aura brillante que él considero extraña.

— No quiero —sentencia, girándose y dándole la espalda a la niña, quien entrecerró sus ojos e hizo un puchero.

Corrió al otro lado de la cama y lo miro de nuevo a los ojos.

— Tus papás dijeron que jugarías conmigo —dijo con sus manos en la cintura y apretando los labios. Pasaron segundos de silencio.

— No —contesto desinteresado, acostándose boca abajo para evitar mirar aquellos ojos almendrados.

Entonces un molesto movimiento le hizo mirarla.

— ¡Vamos a jugar! —exclama mientras salta en la cama de un lado a otro— ¡Juega conmigo!

— ¡No quiero! —negó, pero ella no dejaba de saltar e insistir— ¡Deja de saltar, es molesto!

— Lo haré si juegas conmigo —insiste riendo.

Aún no acepta jugar con ella pero ella ya se está divirtiendo. Malamente, él trato de empujarla para que dejara de brincar, de algún modo ella termino aplastándolo y por alguna razón comenzaron a pelear. Ambos se estiran del cabello y dan manotazos a lo tonto.
En el piso de abajo están los padres en medio de una reunión casual, pero se vieron interrumpidos ante el fuerte golpe que se escucho en el piso de arriba. Cuando subieron, encontraron a ambos niños peleando en la alfombra; se han caído de la cama.

— ¡Ranpo! ¿Qué haces? —su madre alzó la voz y al mismo tiempo que la otra mujer se acercaron a separarlos mientras los padres permanecen algo confundidos.

— ¿Cuántas veces tengo que decirte que no es bueno pelear, Airi? —regaño a su hija tomándole de los hombros y mirándola a los ojos.

Los dos menores habían agachado sus miradas, fueron regañados y ambos se sentían avergonzados.

Conversando con las sombras 『 Ranpo Edogawa 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora