Prólogo.

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Tenemos un cuarto de baño y un chico de corazón dilatado semidesnudo como protagonista de la habitación, y su coprotagonista siendo su bañera de acrílico color llena hasta donde se puede permitir de agua con todos los pétalos de rosa que su amor le había regalado. La ventana a un costado de la bañera es tan grande y permite asomar el cielo nublado y gris, triste como el estado de ánimo de nuestro chico, de hecho esa afligida luz es la única que ilumina el cuarto en una deprimente escala de grises. El techo es oscuro, el suelo blanco está reflejando las nubes al igual que el agua, esta es tan clara y limpia que los pétalos de rosa bailan en superficie y unos pocos se hunden en la miseria.

El chico tiene un nombre, Colin Wood.

También sostiene un fragmento de espejo en su mano derecha, parece no tener intenciones con él cuando lo suelta y camina sin fijar la mirada en algo hacía la ducha.

Pero antes de hacerlo se logró mirar en él, su rostro es rojizo al igual que sus ojos. Su nariz también está húmeda y algo dentro de ella se derrite y es demasiado molesto. Sus ojos también se derriten, lloran por algo pero no encuentran su razón favorita para hacerlo chillar aún más. Su boca es un cenote, la han besado dos dioses que a su espalda lo han intentado sacrificar.

Metió su pie desnudo en la bañera. No tiene idea de lo que pasa a su alrededor, su celular vibra pero tampoco le importa. El agua es tibia tanto como su piel por lo que no piensa y mete su otro pie en esta. El agua le rodea por encima de sus tobillos, por mucho más encima pero aún le falta un poco para alcanzar sus rodillas. El agua del grifo sigue saliendo y eso hace que el agua pueda abrazar la mitad de su rodilla, cerró el grifo pues lo que le enseñaron en casa es que el agua no se desperdicia. Con el pensamiento vacío se sentó, las rosas rodeaban su cuerpo y otras se pagaban a él pero siempre se alejaban de su cuerpo como si fuese un pedazo de carne sin gracia. Sus ojos miran al agua y después observan al reflejo de las nubes deseando poder exprimir sus lagrimales pero entre sus razones no puede encontrar ninguna pues tiene una niebla que no le permite ver nada. Ahora mismo se siente como carne con huesos, con escalofríos y agua que le llega hasta la mitad de su abdomen. Tiene la espalda curva y sus piernas dobladas, abrazados contra él con ayuda de sus brazos.

Pensó en la locura más grande de su vida, en una apuesta que no estaba seguro de ganar y sin pensarlo más se acostó lentamente en el agua hasta sentir esta tocando sus orejas y susurrando enigmas.

No le gusta perder, pero haría una última apuesta. Si alguien lo mira ahora, no se hundirá en sus enigmas. Miró a su alrededor, hacía la ventana y al pasillo que está detrás de la puerta pero nadie lo estaba mirando.

Sumergió su cabeza y su cuerpo en el agua y se juró que no saldría de allí hasta que pueda entender que los mejores amores de la vida le pueden pertenecer a alguien más. 

Cegado por RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora