El cielo tiene un hermoso degradado entre azul y naranja que complementa muy bien con el atardecer del sol y la felicidad deslumbrante de la feria. Miller me toma de la mano y evita que me distraiga con cualquier cosa, me lleva con él buscando algún puesto de comida pero en su expresión, parece hacer berrinche por no encontrar algo que le cumpla su dulce capricho. Ver al carrusel y no acordarme de una canción con su mismo nombre es imposible al igual que imaginarnos a Miller y a mí montando algún pony mientras él sostiene mi helado. Los juegos fuertes y pequeñas montañas rusas no son del agrado de Miller pero, al contrario de mí, es lo mejor que hay en un parque de diversión. Me hizo recordar cuando las anteriores veces que Zeus se subía conmigo solamente porque no me gustaba ir solo.
La clásica rueda de la fortuna, nuestra favorita. Para un momento romántico con Miller, creo que es la única razón por la que vendríamos como el año anterior porque es el único juego tranquilo para él en todo el lugar.
Dejó de sentir la fuerza de Miller con mi mano, nos paramos en un puesto de donas, eso es un delirio para él y todo lo que contenga dulce y chocolate.
Por algo me dice bizcochito.
Cuando pasamos la fila, me preguntó de una mirada —¿Quieres alguna dona? Asentí con la cabeza. Pidió una de chocolate decorada con M&M y para mí una sencilla de maple. Después nos sentamos en un lindo kiosko para comerlas, en dos bocados su dona pasaba a su estómago.
Me hubiera gustado venir con Zeus, supongo que pensó que haría mal tercio. Los años anteriores él se subió conmigo a la montaña rusa porque le insistí que no quería ir solo, pareció darle igual el paseo o no tenía aire para gritar de tan rápido que iba subiendo y bajando, es una pregunta que aún no me he respondido yo solo. Cuando bajamos recuerdo ver a Miller aterrado viendo mi sonrisa y mis cabellos alborotados, cuando miré a Zeus tenía una leve sonrisa en su rostro comúnmente serio.
Recargue mi cabeza en el hombro de Miller mientras veía que hacía en el celular, entraba a su perfil de instagram solo para admirar como su última foto seguía subiendo de likes.
—Qué guapo el de la foto. —digo.
Él no me contesta nada. Pero de un último bocado hago que mi dona haga una mudanza de mi mano hacia mi estómago. Miller se levanta conmigo y caminamos con nuestras manos entrelazadas hacia la rueda de la fortuna instintivamente, a veces me pongo a juguetear con su anillo y él jugueteaba con mis pulseras.
Tuvimos que pasar por bastantes lugares monos para ir a la rueda de la fortuna.
Primero pasamos por los puestos de comida, era tan colorido y la mezcla de olores de grasas y azúcar podría percibirse como si fuese una bola de gas. Después por algunos juegos de feria que unos eran nuevos, y otros eran viejos como un carrusel que su estilo era tan viejo que parecía un carrusel de terror para personas con temor a los muñecos. Había otro que el año pasado Zeus y yo subimos. Creo que le llamaban Himalaya, consistía en tener varias filas de asientos y te hacen girar, y girar, y girar.
Miré del otro lado y había un pequeño juego donde tienes que tirar aros en botellas. Miller y yo hicimos una competencia, yo metí tres y él cinco. ¿Cuál era el castigo? Preparar la cena y ese día, cenamos sopa instantánea con verduras exóticas que Miller pedía.
Miller paró y me interrumpió de mis recuerdos. Habíamos llegado a la fila.
—Me acuerdo que la primera vez le tenías miedo a las alturas. —Dije sonriente.
—No solo a eso. —Me contestó abrazando mi cuello con su mano. —¿Recuerdas que también tenía miedo de entrar en tu casa y asomarme por la ventana?
Solté una carcajada. Miller no superó la altura hasta tres meses después, ya no recordaba eso.
—Anda, es cierto. —Traté de calmar mi risa. —Eras de lo más bonito, como un bebé con vértigo.
—¿Y ahora ya no soy de lo más bonito? —Preguntó.
Sonreí y asentí con la cabeza, después le dí un pico en sus labios. Sí Miller, eres de las cosas más bonitas de la tierra. Me dí cuenta que dejó de sonreír cuando lo besé como si fuese los primeros días de cuando estábamos juntos; era un muchacho serio en las calles y en mi hogar era un oso de peluche.
Aún nos faltaban dos personas para subirse pero la gente estaba bajando bastante rápido, tuvimos suerte hoy.
El cielo se tornó de un morado que poco a poco se transformaba al negro de la noche, el viento era frío pero agradable, raro para una primavera.
Un pensamiento corto después ya éramos los primeros en la fila. La jóven mujer detuvo la rueda por un momento para sentarnos, miramos hacia atrás y la multitud de gente nos hizo agradecer que solo veníamos a esta rueda. Miller me apretó la mano, como lo hacía todos los años cuando sus pies ya no tocaban la tierra, sino la base metálica.
—Colín.
Lo miré.
—Dime. —contesté.
—Nada, solo que te amo. —Lo acompañó con un beso en la frente, su mandíbula seguía tensa y seria.
—Yo también te amo.
Un silencio sereno se presentó en nuestro momento, nada novedoso, cada quién estaba admirando la bahía a su modo. Ambos permanecimos callados hasta llegar a la cima y así durante unos minutos más.
Mi mano abrazó el dorso de la suya y la atrapó entre sus dedos. Sonreí pero no lo miré, esperé una respuesta pero no lo hizo por tan embobado que tenía las luces tan vivas como nosotros en la ciudad. Yo veía los edificios y como su reflejo le decían al dios al poco sol que quedaba e iluminaba lo poco con un morado claro y después tonos bruscamente oscuros pero bien mezclados.
La rueda se paró y nosotros ahora estábamos en la cima. Nosotros y solamente la ciudad.
Lo hacemos todos los años, verdad Miller.
Los escasos años que llevamos venimos aquí y nos damos nuestro beso, el beso más esperado del año porque, parece que conquistamos el mundo y que todos nos ven mientras yo les grito «Jodanse, miren a mi novio» pero nunca me dejabas hacerlo porque los niños bonitos no dicen eso, me decías.
Lo miré sonriente.
Pero él no me estaba mirando.
Miraba su celular y por el rabillo del ojo pensé que era un mensaje para Zeus y una persona desconocida.
—¿Zeus necesita algo? —Pregunté.
—No, solo estaba viendo que alguien me ha llamado. —Me miró y guardó su celular. —He colgado, eso es todo.
La rueda avanzó y volví a sonreír.
—Miller.
—Colín.
—Mande.
—Te ves tan bobo sonriéndome así.
Me acerqué a su rostro.
—Tú me haces verme así. —Le contesté.
Lo besé y parece que lo tomé de sorpresa porque no me correspondió. Pero siguió sin mover sus labios, espera que aún no le cae el cerebro. No, no lo hizo.
Mi sonrisa se desvaneció.
—¿Miller? —Me aparté y lo miré. Me sonrió y creo que me dejó un falso alivio.
—Perdón. —Soltó una risa. —Vamos. No era mi intención.
Era un falso alivio porque, nunca dejaste mis labios plantados. Vamos, puede que esté exagerando.
Sonreí otra vez, sonreía solo para preguntar qué fue eso, para no ser el novio intenso otra vez.
Y lo besé. Nuestros labios bailaron junto como si se tratase de una nueva coreografía más lenta, pero conocía sus movimientos.
No me estabas besando, solo estabas besando a alguien.
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Cegado por Rosas
Fiksi RemajaHasta a quién más amas será capaz de traicionarte. Los finales felices jamás están asegurados. Colín está enamorado de Miller pero la llegada de una tercera persona haría que las cosas se complicaran. Él siempre fue tan frágil como cristal fino, ta...