«El agua me habla y yo le respondo. Daelie... Daelie... me llama continuamente. Y esté donde esté, he de contestar su llamado. Porque yo también soy agua. Corre por mis venas, hace que mi corazón lata, hace que respire, es la fuerza que impulsa mi ser. Es a ella a quien se lo debo todo. Pero es curioso cómo a veces oigo una voz completamente diferente en mi mente, una voz que me asusta y me atormenta, y que resuena sin piedad en mí. Nunca se lo he dicho a nadie, ni siquiera a Silvan, porque si lo supiera, terminaría por apartarse de mí para siempre: oigo al enemigo. Oigo su crepitar y siento su calor, y eso es algo más que inusual en un nerephin. Creo que nunca llegaré a entender por qué soy tan diferente a los demás.» Reflexionaba Daelie, sentada al borde de un arroyo. A menudo se cuestionaba a sí misma el enigma de su existencia, y nunca hallaba respuesta.
Hablar consigo misma era algo que hacía siempre, ya que con nadie podía compartir estas inquietudes, salvo con Madre Agua. Por eso acudía casi todas las noches a su encuentro, para escuchar sus sabias palabras y que se serenara su inquieto corazón, pero la elfo nunca llegaba a hallar sentido pleno a lo que era. No podía contar con su familia, quienes, como el resto del mundo, habían decidido condenarla a sufrir por ser diferente al resto de nerephins. Algo parecido le sucedía a Silvan, pero Daelie temía su reacción al descubrir lo que le atormentaba.
«Daelie...» le llamó el agua, con un susurro dulce y tranquilo.
Ella salió de su ensimismamiento de inmediato, se echó la lisa melena negra hacia atrás, cerró los ojos e introdujo las manos en las aguas frías del arroyo.
«Aquí estoy, esencia.»
«Seca tus lágrimas, recuerda que no debes permitir que ni una gota de ti se derrame en vano. Es algo demasiado valioso como para echarlo a perder por un efímero sufrimiento.»
«No puedo evitarlo, Madre Agua, ya no puedo soportar más esta amarga situación. Dime, tú que todo lo sabes, ¿por qué soy diferente?»
«Define diferente.»
«Hacer cosas que nadie más puede hacer.»
«¿Acaso no es eso maravilloso? Tienes algo que te hace extraordinaria, ¿prefieres ser una gota salada más en el océano, o una gota que dulcifique el mundo?»
«Ser diferente también implica soledad. Soy, como dices, una gota de agua dulce en el mar, una gota sola y apartada del resto.»
«No estás sola del todo, Silvan también es diferente. Deberíais estar orgullosos de serlo.»
«Si recibieras todos los días miles de insultos y menosprecios, a ti tampoco te gustaría ser diferente.»
«Mi querida niña, existo desde los albores de los tiempos, ¿acaso crees que no han sido siglos suficientes para recibir insultos? Los hombres me piden que llueva cuando a ellos se les antoje, y cuando lluevo, me maldicen por arruinar sus planes. Maldicen también la sal de mis mares, las tormentas y a todas las criaturas que viven en mí, y ¿quieres saber una cosa? Nadie puede existir sin mí, incluso los elfos de fuego me necesitan. Nunca he dejado que me importara lo que otros pensaran de mí, y tú deberías hacer lo mismo.»
«Nadie me dio a elegir entre ser normal y ser diferente. Y sé que me vas a decir que nadie puede escoger lo que es, pero, por un día, por un solo día, me gustaría despertarme sin la almohada encharcada en lágrimas, me gustaría desayunar con mi familia y que me trataran como a una más, que me escucharan cuando tengo algo que decir y se interesasen por mí...»
«Entiendo tu pesar, pero también entiendo a la vida y los avatares del destino. Por tus venas corre algo tan especial, que si los reyes lo supieran, se matarían porque fueras la madre de sus hijos.»
«Pues dime, Madre Agua, ¿qué es eso tan valioso que tengo? Porque no soy capaz de verlo. Quizá soy demasiado necia para entenderlo.»
«El tiempo te lo dirá... o quizás sólo tengas que escuchar esa otra llamada que resuena en cada resquicio de tu ser y que llevas tanto tiempo ignorando.»
Daelie apartó las manos del agua, rompiendo la conexión telepática con su esencia. Siempre le decía lo mismo. Y siempre se producía en ella esa sensación de rechazo al oír hablar de aquella otra llamada. De un modo u otro, intuía que el hecho de que ella la percibiese tenía que ver con aquello que la hacía diferente de los demás elfos de agua: ella no quería ser capaz de evaporar un lago con sólo mirarlo, no quería calentar el aire ni exasperarse con tanta facilidad por todo. Ella quería ser normal. Una sombra cruzó sus ojos violeta. Se levantó y cabizbaja, regresó a casa en silencio, cuando el mundo comenzaba a despertar de nuevo.