12. Haciendo amigos

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−¿Qué es ese jaleo?−preguntó Livia, con el pelo rosa revuelto y medio dormida aún.

−No lo sé, hermana... oigo pasos. ¡Parece Nevin!

−Vayamos a ver, Levia.

Las dos niñas bajaron de sus camas y salieron del dormitorio. Recorrieron el pasillo y vieron que había luz en la habitación de su hermano mayor.

−¡Vamos! ¡No te mueras!− le oyeron decir, desesperado.

Se asomaron por la puerta y lo que vieron, las dejó de piedra. Había una hermosa muchacha tendida en su cama, con una terrible herida sangrante en el hombro derecho. Nevin le presionaba con una tela para detener la hemorragia. Había una flecha partida ensangrentada sobre la cama.

Nevin detectó dos presencias a su espalda.

−¡Niñas! ¡Volved a vuestro cuarto! ¡Ya!− les gritó, impaciente.

−Pero, ¿quién es?

−¡Eso no importa ahora, Livia! ¡Volved a la cama!− dijo, empujando a las gemelas fuera y cerrando con un portazo.

El muchacho oyó entonces que Daelie se revolvía y volvió junto a ella. Le puso una mano en la frente, y notó que tenía fiebre. Mojó un paño con agua y lo puso sobre su frente. Eso pareció aliviarla, porque dejó de moverse. Miró a su hombro y vio que la herida se había cerrado sola.

−Caray...− dejó escapar.

Rozó con la yema de sus dedos el hombro de la muchacha y comprobó que, efectivamente, su piel estaba perfecta. Maravillado, se sentó a su lado y la miró detenidamente. Aquella muchacha tenía que ser la sangre fría que vio aquella noche, cuando se adentró en Melasiv. Vista de cerca, le pareció aún más hermosa. Le desconcertó que, tratándose de una nerephin, tuviera los labios de un tono tan encendido. Se sorprendió a sí mismo alargando los dedos hasta la comisura derecha, pero nunca llegó a rozarla. En lugar de eso, le sostuvo las manos con fuerza, para transmitirle fuerzas.

−No sé qué es lo que te habrá traído hasta aquí, pero has logrado cruzar. No te puedes rendir ahora.−le susurró.

Silvan había descubierto al despertar, con horror, que las hojas del árbol donde estaba escondido se habían incendiado con el sol. Aun teniendo cuidado, ya se había quemado en alguna ocasión en las manos, pero había logrado contener los gritos. Los soldados pýronum seguían buscándole. Maldijo en silencio a aquel sangre caliente, por no haber vuelto a por él, pero de pronto, a su mente vino la imagen de su amiga herida, y pensó que quizá estaba demasiado grave y no podía venir a por él. Sin embargo, estaba seguro de que no podría aguantar mucho más. Le rezó todo lo que supo a Madre Agua para que Daelie se recuperase. Se sintió impotente, por no haber podido hacer nada por ella, ¿qué clase de protector era? ¿Cómo no había viso venir aquella flecha?

Bien entrada la mañana, Daelie despertó y lo primero que vio, fue a Nevin.

−¿Peter Pan...?− repitió.

Él se rio.

−Me halaga la confusión, pero no.

Ella sacudió la cabeza.

−Me llamo Nevin, ¿y tú eres...?

−Daelie...−susurró.−¿Dónde estoy?

−En mi casa. Tranquila, aquí estás a salvo, no voy a entregarte a las autoridades.−y sonriendo, añadió:−Puede que no sea asunto mío, pero... ¿por qué has cruzado Verädhem?

−Yo podría hacerte la misma pregunta... aquella noche, cuando nos vimos.

−Tocado y hundido.−dijo él, riendo de nuevo.−¿Y lo de Peter Pan a qué viene, si puede saberse?

Río IncendiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora