−¡Padre! ¡Padre!−lo zarandeó, aún sin poder creer lo que acababa de hacer por ella.
Pero el elfo ya se estaba empezando a convertir en agua, era lo que tarde o temprano les ocurría a todos los que cruzaban al Lado Esencial: se convertían en su elemento. Ya había otros charcos de agua y llamas que de otra manera no tendrían razón de ser en medio de un campo de batalla como aquel. Se fue volviendo transparente, hasta que cuando la muchacha quiso apretarlo contra su cuerpo, explotó en miles de gotas de agua que se juntaron en el suelo, formando un charco. Daelie no recordaba haber sentido nunca semejante dolor en el pecho. Quiso tirarse sobre el charco y llorar, si esa era la única manera de hacerle saber a su padre que a pesar de todo, le quería y mucho... pero el fuego en su interior se avivó, y sólo le pedía una cosa: venganza. Se levantó como pudo. Muchos habían dejado de luchar sólo para mirarla. Buscó con la mirada a la causante de su desgracia, hasta que por fin la encontró. Estaba atacando a un enano, uno de los pocos supervivientes de la masacre de Agalis. Y ella le conocía muy bien.
Cuentan los rumores que el cuerpo de la joven se incendió, que sus cabellos manchados de sangre y agua flotaban al aire y que su piel chamuscada y amoratada brillaba como la más gigantesca fogata que se ha encendido nunca. La criatura, ocupada como estaba en divertirse a costa del pobre Urik, no detectó el peligro que se le venía encima hasta que sintió un calor inusual a su espalda. Pero ya era demasiado tarde. Daelie le dio un puñetazo en la boca del estómago que la proyectó varios metros hacia atrás y que la hizo estallar en llamas. Algunos de los enemigos, con sólo mirarla, ya explotaron. Uno a uno fue acabando casi sin esfuerzo con todos los enemigos que se fue topando. La rabia alimentaba su fuego interior mientras que el agua que la formaba lloraba desesperada. Nevin corrió a su lado, y aunque no necesitaba ayuda, segó cabezas y miembros con sus dos espadas. Miró a su compañera, preocupado, y sintió también su agonía interior con sólo ver las lágrimas de fuego que resbalaban por sus mejillas. Pronto se les unió Silvan. Los tres juntos tenían la fuerza de un tifón. Aquel que osase interponerse en su camino, ya podía rezar lo que supiera por la salvación de su alma corrupta. Los dos muchachos no se apartaron de ella ni un solo instante, pues eran conscientes que en el estado en el que se encontraba, podría incluso hacerse daño a sí misma. Cualquiera podía ver en sus ojos que estaba fuera de sí, que el dolor la estaba desgarrando por dentro y había desatado en ella fuerzas de poder imperecedero. Actuaba casi por instinto, pero lo cierto es que era infalible. Cuando llegó al centro del campo de batalla, de pronto se detuvo. Seguía sin hablar. Los muchachos se ocuparon de que nadie se acercara a ella, mientras Daelie cerraba sus ojos y mientras hacía una llamada de auxilio:
‹‹Padre Fuego, Madre Agua... ››
‹‹Aquí estamos, dulce niña. ››
‹‹Me muero por dentro sólo de imaginar los ojos desenfocados de mi padre. La rabia me consume, el dolor me atenaza el espíritu. No creo que ningún elfo merezca lo que estamos pasando ahora. Os ruego vuestra ayuda. ››
‹‹No hace falta que la ruegues, la tienes desde el principio. ››
‹‹Corre por tus venas, hija. ››
‹‹Si quieres parar toda esta locura, sólo hay una manera de hacerlo. Pero ya sabes que utilizar nuestro poder puede ocasionarte consecuencias severas, es demasiado potente para un cuerpo material. ››
‹‹Lo sé, y estoy dispuesta a asumir lo que tenga que venir. ››
‹‹En ese caso, suerte. ››
La muchacha abrió los ojos, el brillo ígneo descendió y pareció volver a la normalidad. Sin que Silvan se diera cuenta, mientras él luchaba, le quitó del cinto una daga de plata, regalo de su padre. Nevin se giró en el momento justo mientras luchaba para ver cómo Daelie se rasgaba el brazo entero desde el hombro hasta la muñeca con ella.