Capítulo Uno: Semillas

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Tobirama Senju no entendía el gusto por las flores, unas simples estructuras reproductivas de las plantas. Tampoco le gustaba tener las manos sucias a voluntad propia, ni mucho menos desperdiciar su tiempo en asuntos que no fuera benefíciente para la creciente aldea. Lo que si entendía era que a Izuna le gustaba, no, amaba los crisantemos. Sus oscuros ojos se maravillaban al ver la redonda flor crecer sus delgados pétalos blancos —el color favorito del Uchiha menor—, sonreía con tanta emoción al mirar esas flores en su máximo esplendor que Tobirama no podía evitar esbozar una sonrisa de igual modo. Y eso era razón suficiente para que un obsesionado con la limpieza como Tobirama escarbará tierra para plantar las semillas mientras Izuna reía y echaba agua a la tierra para aflojarla.

¿Por qué sembraba él las semillas en vez de solo darla apoyo moral al Uchiha?, no porque Tobirama fuera bondadoso, sino porque se necesitaban dos personas para plantarlas: —si la planto solo, entonces no van a germinar Tobaka—, decía Izuna con una pequeña risa inmadura que sacudía el corazón de Tobirama. Claro que le desagradaba la tarea de meter sus manos en una asquerosa tierra, encontrando alguna que otra lombriz paseándose por ahí e incluso un nido de hormigas —no fue bonito—. Pero cuando miraba el rostro animado de Izuna, pensaba que todo su martirio valía la pena.

Así que ahí estaba, sacudiéndose una lombriz de su mano descubierta —pues le incomodaba usar guantes— mientras Izuna reía con un cuenco de agua en manos. Tomando una piedra no más grande que una uña, arrojó esta en la frente de Izuna con una puntería envidiable, recibiendo una juguetona patada por parte del Uchiha.

—Mueve esas habilidosas manos tuyas Tobaka, me estoy quemando debajo de este tremendo sol.

—Calla enano, no eres tú quien está cavando la tierra.

—Enano tu abuela, soy de estatura promedio —otra patada, ya menos juguetona, cayó en la pierna de Tobirama.

—Ajá, y yo soy rubio.

—Ajá, pero tienes el cabello así porque estás viejo.

—Con eso no te mete, liliputiense.

—¡Vas a dañar las semillas! —reclamó al ver como Tobirama aplastaba la tierra con fuerza, la suficiente para romperlas semillas debajo si quería.

—Que se dañen entonces, jódete... —apretó sus labios a media oración al ver el ceño fruncido y decepcionado del Uchiha. Podía ser un shinobi experimentado, pero no soportaba ver a Izuna abultar sus labios de esa forma leve, como si amenazará con empezar a llorar.

—Está bien, está bien, mira, las estoy desenterrando —de mala gana, hizo lo dicho para luego mostrarle las semillas intactas al Uchiha—, ¿ves?, están sanas y salvas, crecerán bien y darán flores preciosas.

Y ahí estaba, esa estúpidamente brillante sonrisa que deslumbraba la razón de Tobirama. Incluso se le escapó un suspiro al verla, pensando en cómo podía odiar y querer proteger a alguien a la vez.

—No sabía que podía hacer suspirar a Tobi-chan.

—Calla enano, solo estoy cansado de escarbar tierra —mintió. 

Flor Plateada | TobiIzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora