Cap 1

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Francis estaba con sus amigos y con su novia Jeanna D'Arc cuando lo vio llegar.

El pequeño y feo Matthew Williams.

Puercules para los integrantes del equipo de fútbol y panza de yunque para las porristas.

Francis no iba a contradecir a nadie. No es como si le fuese desagradable el chico, no, claro que no, le parecía un omega normal como los otros, solamente que no entraba en el jodido estereotipo del omega que todos tienen; lo que pasaba era que, como buen mariscal de fútbol americano, presidente del consejo estudiantil y fama de casanova, simplemente no podía ir contra de quien es su reino.

O sea, tenía una reputación que mantener, no la perdería por un pobre bufón que nadie quería dejar de molestar.

No lo negaría, respetaba a los omegas, su alfa lo regañaba cada vez que era malo con uno. Pero ese chico estaba lejos de tener una cura a las burlas, y por más que su alfa rasguñara su pecho y le rugía por ser un cobarde, no movería un dedo por él.

Estaba tranquilo con la chica que tenía, ella sabía complacer al humano, a pesar de que su alfa la repudiara.

Se levantó de la mesa cuando miró a unos de sus jugadores tirarle a Matthew una bandeja de comida encima de sus dorados cabellos.

Ni siquiera supo en qué momento comenzó a moverse en su dirección. Definitivamente se estaba volviendo. Ignorando a su novia y a sus demás amigos caminó en dirección al joven gordito que limpiaba la comida de sus mejillas con lágrimas inundando sus brillantes ojos violetas.

El chico lo miró asustado, abriendo los ojos en grande cuando lo vi acercándose. Francis no negaría que le estrujó el corazón verlo así, tan indefenso y asustado.

Y no entendía por qué, pero el joven le pareció muy lindo con los cachetes levemente sonrojados y los ojos brillosos.

Se detuvo abruptamente y desvío su mirada a los alfas que riéndose se burlaban del omega y caminó hasta ellos. No dijo nada, sólo los vio neutral, luchando arduamente con su lobo para que no saliera y le rasgara la garganta a los dos chicos.

En serio que le costó, se encontraba molesto.

Pero sólo les dijo con una miserable sonrisa que le resultó perfecta, que para ellos fue sincera y para su lobo una vil mentira:

—Chicos, llamen a los demás. Práctica sorpresa en el campo.— y se retiró dejando a los alfas con la victoria, a su lobo con un gran pesar y a Matthew con la vergüenza inundando su corazón.

Continuara...

Omega GordoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora