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Las puertas se cierran, y veo como un humo blanco llena la habitación donde antes me encontraba, uno a uno va cayendo en el suelo y la alarma de la cual no me había dado cuenta que sonaba dejo de hacer el ruido molesto para encender una luz azul en el comedor.

El humo deja de salir y tanto los amigos de venus como nosotras nos encontramos viendo tras las puertas, todos han regresado a sus habitaciones o a la sala roja por motivos de seguridad.

—  por favor vuelvan a sus habitaciones, nosotros nos encargaremos de esto — un enfermero pasa por nuestro lado mientras digita unos códigos a lado de la puerta haciendo que este deje abrir la reja que se encuentra al otro lado del comedor dando paso a un pasillo con aproximadamente veinte personas cubiertas por un extraño traje de plástico.

Somos empujados por el enfermero y salimos de nuestro trance, lo último que alcanzo a ver es como los ponen en camillas y salen hacia aquel pasillo.

… 

Estoy acostada cuando dos enfermeros entran a la habitación con una camilla, mi cara es todo un poema, no se que hacen en mi espacio.

— bueno desde hoy vas a empezar tu tratamiento en el laboratorio —  el chico enfermero se acerca y me levanta con ayuda de su compañero dejándome en la camilla, atan mi cuerpo en esta con unas enormes correas de cuero sin llegar a dañarme, es un poco incomodo, pero nada que no pueda soportar.

Antes de salir, siento como algo pincha mi cuello, haciendo que mi cabeza voltee en su dirección.

— es por motivos de seguridad, nada malo te va a pasar

No sé porque, pero la ira empieza a emerger de lo más dentro de mí, me remuevo violentamente para zafarme de las correas, pero lo único que recibo es que estas lastimen más mi cuerpo.

— inyéctale otro sedante, no debemos dejar que se haga daño — escucho la voz del acompañante del joven enfermero. Me quedo quieta esperanzo el pinchazo, pero este nunca llega, y mis parpados se van cerrando y mi cuerpo se va volviendo mas pesado dejando que la inconsciencia sea mi mejor amigo por el momento.

…..

Me encuentro en una casa hermosa, observo a mi alrededor y me doy cuenta que en una habitación se encuentra una chica rubia.

Me acerco lentamente hasta abrir completamente la puerta haciendo que la chica se asuste 

— ¡Tania me asustaste! — la voz de la rubia me sorprende y decido hablar cuando algo me interrumpe.

— es que eres una miedica, no te aguantas nada — volteo a ver a la persona que se encuentra tras de mi 

— no soy ninguna miedosa — grito tirándole una almohada a mi otra versión.

— Angela, que es lo que tanto haces en las noches en el sótano — la expresión de las chicas cambio drásticamente y la tensión era muy evidente.

— na-da tengo que termina mi proyecto, ya me falta solo una semana para salir de estudiar y poder trabajar — su entonación la delataba 

— voy hacer como que te creo, en fin, voy a llegar un poco tarde, tengo que llenar mucho papeleo en la estación.

— oki, ten cuidado y … gracias por estar siempre para mí — las dos chicas se abrazaron y yo estaba sin entender nada de lo que pasaba frente a mis narices 

— eres mi hermana y siempre te voy a cuidar, aunque sea lo ultimo que hago, nunca lo olvides.

Es lo ultimo que veo y escucho antes de que la oscuridad me abrace y lleve con ella de nuevo a sus profundidades, lo que si me queda claro es que acabo de presenciar un recuerdo de tantos que he perdido.

Abro mis ojos y siento como se me corta la respiración haciendo que cada vez sea mas difícil respirar, tomo bocanadas de aire, pero nada entra en mis pulmones, me desespero y empiezo a removerme en la camilla, pero el dolor que causas las correas hace que lagrimas caigan por mis mejillas, mi ritmo cardiaco se vuelve loco y el intenso pitido de la maquina lastima mis oídos.

Algo frio golpea en mi boca, haciendo que mi respiración se vuelva a normalizar, un alivio que hace mucho no sentía invade mi cuerpo haciendo que mi ritmo cardiaco se estabilice, calmando a una mujer de unos cuarenta años de la cual no me había dado percatado que se encontraba suministrándome un sedante.

— debes descansar, lo que acabas de presenciar es normal los primeros días de tratamiento — su voz es dulce y trasmite paz.

— gra-cias — mi voz sale en un susurro que logra escuchar haciendo que una sonrisa genuina se plasme en su rostro.

— eres la primera persona que me agradece — y con esto abandona la habitación

Mas allá veo cuatro pacientes, que se encuentran dormidos, unos con mascara de oxigeno y otros tan serenos, pero que en su aspecto se observa lo demacrados que se encuentran.

La habitación es enorme y se encuentra todo tipo de utensilios, hay no mas de veinte camillas y todo parece tan pulcro que da miedo ensuciar.

El blanco resplandece por donde mires y uno que otro color nunca pasa desapercibido.

Intento que el sedante haga efecto, pero parece que no funciona, así que intento dormir por mi propio miedo, pero  como siempre los momentos de tranquilidad siempre traen oscuridad.

Uno de los pacientes comienza a convulsionar, veo como espuma sale de su boca y el color morado toma posesión de sus labios su piel se vuelve pálida y gotas de sudor corren por su cuerpo y cara, se remueve tan fuerte que las correan rasga su piel y lo que en un momento era blanco y tranquilidad ahora en rojo y oscuridad.

Veo como enfermeros y doctores corren de un lado para otro intentando salvar la vida del paciente, pero parece que este ya tiene otros planes.

Soy una espectadora de como hacen lo posible por salvarlo, pero luego de una hora parece que ya nada funciona, cubren su rostro con una sábana, inyectan algo en su cuerpo, cada uno se retira, dejando que dos enfermeras lleven al paciente sin vida a unas escasas camillas a mi lado, un frio recorre mi cuerpo cuando es dejado y todos salen de la habitación, solo espero que ese cuerpo no se pare de esa camilla, pues todo es posible en este lugar.

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Por fin han llevado a Tania al laboratorio.

Que les ha parecido este capitulo.

Hemos llegado a las 200 vistas y 100 votos gracias a todos, por apoyar esta locura de historia. 🤧🤧


PSIQUIÁTRICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora