La Capitana y el Tritón

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En océanos alimentados por la sangre bastarda, un barco marrón y roñoso se desliza sobre las corrientes inofensivas. A bordo, holgazaneando en la popa, un hombre de coleta larga y aspecto indiferente rebusca en las olas un destino llamativo. Acciones con mal motivo lo han llevado a este momento, esta panorámica del mar que alguna vez fue hogar de sus fantasías. Pero es que ya no queda nada salvo el eterno ciclo de persuasión, estafa y reacción. Más no imagina que pronto, un color extraño le arrancará de su quietud.

Se veía convencido de que no ocurriría nada, iban ya cinco días en cubierta y todo lo que podía imaginar era fregar, apoyar con las velas, y escuchar la voz ronca del capitán. La vida se había estancado recientemente, puesto algo había salido mal, y necesitaba un escape rápido. En un comienzo, una tripulación con ojos de escorbuto no parecía la peor de las opciones. Y ciertamente, no lo era: salvo por el aburrimiento que le carcomía.

Jakob García había crecido viendo las cosas como estaban planificadas: la pobreza era su hogar, el robo su alimento, y la persecución su profesión. Creciendo en esa ciudad costera que poco a poco se hacía más pequeña, sus opciones se fueron tornando cada vez menos confiables; tal como él, una vez dominó las herramientas para disfrazarse entre las personas, y prácticamente cambiar por completo su identidad.

A bordo del barco pirata, sin embargo, seguía siendo conocido como Jakob García. Sus acciones no diferían mucho de las de un pirata experimentado, más las ambiciones que le consumían eran profundamente distintas. Ese hombre de cola de caballo y barba afeitada con precisión anhelaba lo que hubo experimentado apenas un par de veces en su hogar.

- ¡García! ¡¿Qué andas haciendo ahí?! ¡Ponte a fregar! - gritó el capitán, arrancándolo de sus pensamientos.

No respondió salvo por la mirada indiferente, la misma que el capitán procuraba no le fuera a ganar. Bajando a la obra viva, pensó que no sería tampoco mala idea echarse por ahí. Más no había suficiente movimiento, sería fácil notar que faltaba en la cubierta. Deseaba impaciente hallar el momento para bajar de ese barco, pero faltaba hacer algo antes.

Cuando asomó nuevamente a la cubierta, se dedicó a lo suyo dando ocasionales vistazos al océano que acariciaba el casco de la nave. Poco a poco, entre movimientos desmotivados, parecía comenzar a quedarse dormido, como el resto de la tripulación.

¿Dónde había quedado la vida de estafa y engaño que lo convirtió en un misterio? ¿Cómo es que había logrado tantas fechorías y aún así acabó en situación tan mediocre? Cuando pasó a observar al par de gorilas barbudos protegiendo el despacho bajo el timón lo recordó. Estaba ahí para hallar la chance de entrar a los aposentos del capitán, escabullirse con un mapa muy particular y luego arreglárselas para conseguir los objetos de valor.

Sus ojos entonces notaron un destello extraño al observar por estribor. Lejos, muy lejos, pero estaba seguro. Una nave andaba cerca, y eso significaba botín o una gran pérdida de tiempo. En ambos casos, lamentó el mal tiempo. De haber sido en cercanías del próximo puerto, hubiera sido una buena ocasión para hacer su movimiento. No perdió más tiempo, y avisó, viendo que ni el vigía parecía estar haciendo su trabajo.

- Oiga, capitán, sepa yo si estoy alucinando o no, ¿pero acaso esa es una nave? - vociferó al señor barbudo que observaba desde la proa.

- Enfócate en el fregado, García. Ya veo yo con qué nos topamos... - respondió el capitán, sacando su telescopio y echando una mirada rápida.

- Lo ve, ¿cierto? Es una nave azul, estoy seguro.

- García, ¡cierra el hocico! ¿No ves que apenas me funciona el ojo y aparte tengo que gastar energía en tus murmullos deprimentes? ¡A fregar!

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