Sexto Día

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Revelación

A la boca de la noche hambrienta
dejó la sombra caer su piel de estrellas
para así solventar el llanto de la tormenta
y dejar partir esas memorias tan turbulentas.

Serenando a la noche delirante
sembró un motivo para sobrevivir
viendo que la ira le mantenía al dente
en las fauces deplorables del eterno subsistir.

Eleva entonces nuestras plegarias
directo al mausoleo de los soles lejanos
porque pronto nos quedaremos sin mentiras
y hemos de confrontar los hechos que lamentamos.

Vientos afables, ulular dulce, gimotear de ventanas y crujir de maderas. Abrió los ojos para encontrar una ligera alteración en su paisaje rutinario, puesto acostumbraba ver el sol descender sobre los pies de la cama en forma de un largo rectángulo, a veces escalando un poco más si es que la cortina se había movido durante la noche. Cuando enfocó su mirada en la ventana, se encontró con una obstrucción: sí, en medio de la nada, algo estaba obstruyendo su puerta de amanecer. Batió las pestañas en duda, pensando que debía investigar a la brevedad, pero sintió un intenso miedo. Estaba olvidando.

Se llevó las manos a la sien, e intentó incansablemente recordar, pero la sustancia intangible de la memoria se deslizaba entre sus dedos, se escabullía de su agarre hasta desaparecer en la oscuridad, hundiéndose para siempre, como tantas veces ya, en el cofre sin fondo que era su inconsciente. Nuevamente, se había escapado, y era plenamente consciente de que no podría recuperarlo, porque preferiría residir en el mundo de los sueños antes que consigo. Le parecía tan importante, tan prioritario por sobre casi todas las cosas, que su nerviosismo acabó por despertar a Junko.

"¿Estás bien?" Preguntó somnolienta, asomando desde las sábanas con los cabellos alborotados. Una expresión afable recorría su rostro, pero por poco la perdió al ver a la agitada dama. "No, creo que no lo estás."

"Estuve a punto de recordar algo, pero no logré sostenerlo. Ahora se fue, y siento que... era importante." Respondió, sin querer dirigirle la mirada a causa de su creciente ansiedad.

"Bueno, son cosas que pasan. Ya tendrás otra oportunidad, ¿no lo crees? Aparte, mira ahí fuera, tenemos..." Decía, cuando se detuvo en seco. "No, espera, eso no debería estar ahí."

"¿Qué? ¿Qué es lo que hay afuera?"

Junko caminaba taciturna hasta la ventana, hipnotizada por la presencia ineludible que asomaba a la ventana. No era algo particularmente fuera de lo común, su propia consciencia lo tomaba como algo irrelevante en el día a día, pero era ella quien comprendió con facilidad lo radical de dicha perspectiva. Bajo toda regla, eso no tenía sentido alguno, y hasta entonces ello no le hubo impedido actuar, pero era la ironía en el asunto lo que la mantenía colisionando con el descubrimiento. Pasó las manos por el cristal, como anhelando poder cruzar, y rodar.

"Karin." Dijo, causándole un sobresalto a la dama. No lo notó, porque sus ojos no se despegaban de lo que había a menos de un metro de distancia, bailando y susurrando bajo los vientos furtivos del desierto. "Ven aquí, tienes que verlo con tus propios ojos."

"Está bien, sólo necesito... respirar un momento."

"¡Ah, lo siento! Estaba tan, anonadada, que pasé por alto tu estado." Respondió, volviendo rápidamente hasta la cama, sentándose junto a la dama. Aunque parecía tan solo un poco agitada, podía sentir cómo la angustia escalaba en su interior. Tocó su mano, obsequiando unas caricias afables, antes de hablar con suavidad. "Sientes que lo perdiste, ¿cierto?"

"Es como si una parte de mí se hubiera desmoronado. Se fue hacia el interior, y por más que lo intento, no logro traerlo de vuelta. Es como si mi propia mente intentara suprimirlo, y no entiendo por qué." Respondió, cerrando los ojos para contenerse. "Por favor, vamos al comedor, siento que si sigo aquí me voy a asfixiar..."

Desierto AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora