Capítulo 16

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Apenas llego a mi casa, dejo las maletas en la sala y me voy a mi habitación. Llamo a mi casa, con esperanza de que conteste Andrew, ya extraño su voz.

—¿Hola?

—Hola hija, ¿ya estás en casa?

Creo que llamaré a su teléfono, o mejor le haré una video llamada.

—Sip, acostada en mi cama. —coloco la cabeza en la almohada—. Los extraño tanto, mamá.

—Y nosotros a ti, tienes que volver para diciembre, mi amor.  

—¡Claro que iré mamá!

Continuamos hablando durante otros minutos y al fin me pasa a Andrew.

—Me voy a la habitación, espera. —dice Andrew.

Se escucha como camina y cuando se cierra la puerta.

—Ahora sí. —se escucha como se recuesta en la cama—. Mi amor te extraño tanto.

—¡Y yo a ti, Andy baby! Me siento tan sola aquí en mi casa.

—Como quisiera estar allí abrazándote, amor.

—¿Introdujiste la solicitud de beca para la universidad donde yo estudio?

—No, pero si metí una en otra que está cerca.

—Bueno. Hablamos después, tengo que dormir estoy cansada por el vuelo y eso. Mañana te llamo al Skype.

—Está bien amor, te amo.

—Te amo también. Descansa.

***

Daniel vino a mi casa 2 días después de que volví, dejó algunas cosas en mi casa y tenía todo el derecho de recuperarlas. 

—¿Eso es todo? —le pregunto mirando las cosas que tiene en las manos.

Asiente.

—¿Eres feliz?

La verdad no, extraño tanto a Andrew que me la vivo deprimida.

—Amo a Andrew.

—Esa no fue mi pregunta.

—¿Qué quieres sacar con esto?

—¡Quiero recuperarte! 

—No, no. —le hago señas para que salga a la puerta—. Si vienes con esto, por favor vete.

Asiente y camina a la puerta.

—Te amo, Shay.

—Feliz día. —digo y cierra la puerta.

***

Las siguientes semanas se centran en ir a clases, hacer muchos dibujos de frutas y botellas de vino. Andrew está trabajando, encontró un trabajo de 40 horas a la semana y ya casi no hablamos, ni nos vemos por Skype, nuestra relación ha estado basada últimamente en solo textos y se está volviendo un poco monótona. Quiero decir, lo amo… pero las rutinas aburren.

Por otro lado Daniel ha estado más atento que nunca, me escribe todos los días un mensaje de buenos días y de buenas noches. Me acompaña a la cafetería y comemos juntos, cuando no tiene clases, entra conmigo a las mías y me ayuda con mis tareas. Solo tenemos una materia juntos. Después de tanto esfuerzo de su parte, lo he aceptado como un amigo, así que en clases de Filosofía escuchamos música, nuestros gustos son similares y aparte él tiene mucha de mi música, de cuando estuvimos juntos. Un día me quede dormida en si hombro viendo “El Mundo de Sophia” en clases. 

Estamos cenando en un nuevo restaurante Mexicano que abrieron en la ciudad.

—¿Qué tal está tu burrito? —pregunto con ganas de probarlo.

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