Capítulo 1

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El día ya se estaba acabando y no tenía nada mejor que hacer que estar ahí acostado, observándola. Estaba muy cerca del techo y, según lo que veía, tampoco tenía algo que hacer con su vida. No alcanzaba a decidir si el sonido que hacía me molestaba o me relajaba, pero era un sonido interesante, y era lo único en lo que me concentraba en el momento. ¿Qué estará pensado? Probablemente sólo quiere comida, o tal vez quiera socializar. Me imagino que debe tener un montón de temas interesantes con los que podríamos tener una placentera conversación, quizás le gusta el sabor del café nocturno a la orilla del mar...

Y ahí estaba, sin hacer nada más, sólo volaba y volaba en círculos.

Iba.

Y venía.

-Estoy aburrido –dije.

-¿Cuándo no lo estás? –Me respondió Benjamín haciendo sonar su teclado.

Me alcé sobre la cama usando la poca fuerza con la que me encontraba y le dije:

-Cuando no usas mi computadora por veinte horas seguidas, por ejemplo.

Desde mi posición se podía ver claramente la pantalla, y plasmado en ella se veían miles de letras salidas directamente de la cabeza de Benjamín. Siempre me había sorprendido lo mucho que era capaz de trabajar sin sudar una gota, era como si hubiera nacido con los genes definitivos para el estudio, como si su cabeza no almacenara nada más que tesis y documentos antiguos. Completamente opuesto a la mía, que tiene almacenada la colección completa de canciones de Pokémon y un par de libros de investigación Illuminati.

-Oh por favor, no exageres –dijo.

El sonido en el techo volvió a captar mi atención y me quedé observándola un rato más. No sabía por qué me atraía tanto, pero algo tenía, algo que honestamente no me importaba tanto descubrir.

-Creo que la llamaré Jeremy.

-¿A quién?, ¿a la mosca? –preguntó Benjamín.

-¿Cómo supiste que hablaba de la mosca?

-La has estado mirando por media hora ya.

-Dios... Juraba que había sido hora y media, cómo pasa el tiempo cuando no se ocupa una computadora.

Me levanté de la cama mientras Benjamín me decía:

-Rápido, Cristian. A la gente normal se le pasa rápido el tiempo ya que tienen cosas más importantes qué hacer.

No pude escuchar muy bien lo que me dijo, estaba concentrado pensando en las diversas situaciones que podría vivir con una mosca de mascota: Caminatas placenteras, tardes en el cine, compartir un helado... No, espera, quizás no me gusta la idea de una mosca tocando mi comida, en ese caso le podría comprar una bombilla.

-Tal vez le compre una cuerda –dije en voz baja.

-¿Qué harías tú con una mosca? –preguntó otra vez.

-Te sorprendería la cantidad de utilidades que puedes sacar de una simple mosca –le dije mientras avanzaba hacia la ventana.

-Por supuesto, comer excremento y portar enfermedades, son la imagen de la eficiencia. De hecho se parecen un poco a ti –dijo riendo.

Ignorando la falta de visión que poseía, procedí a abrir la ventana para mi nueva amiga. Me di vuelta para ver cómo reaccionaba a mi acto de amabilidad; me agradeció saliendo de inmediato hacia la libertad.

Un viento helado hizo que me diera cuenta que ya era de noche y pude observar cómo las luces empezaban a nacer en la ciudad. Era una ciudad muy brillante de noche y eso siempre me había gustado, de hecho era una de las razones por la que quise hacer de ésta mi nueva ciudad, mi nuevo hogar, el pobre terreno que tendría que soportar todos mis años de estudio (y así como voy serán bastantes).

El Vuelo De Las MoscasWhere stories live. Discover now