-Levántate, tenemos trabajo qué hacer.
La voz de Isabella retumbaba en mi cabeza como un martillo. El sólo pensar que debía salir a la calle en ese estado me deprimía a un nivel molecular.
-No me siento con muchas ganas de trabajar hoy –dije suspirando.
-Oh, pues qué pena –dijo -¿Te hago un tecito? ¿Unas galletas con mermelada? Esto es importante, Cristian. Y déjame recordarte que tú eres el que tomó ese estúpido anillo, así que tú eres el que va a levantar su trasero y venir al cuartel.
Me empecé a preguntar por qué una mujer tan dulce eligió una profesión tan dura. Mi cabeza, sensible como estaba, empezó a buscar alguna solución o algún escape para poder quedarme en mi cama sufriendo la resaca como cualquier hombre con derechos.
-Se me perdió el anillo –improvisé.
-¿Se te qué? –Preguntó incrédula –Me estás jodiendo, ¿verdad?
-Ojalá te estuviera mintiendo –sí lo estaba –pero esa es la verdad. Lo siento, Isabella, pero mañan—
-Déjame ver si entiendo –se escuchó por el teléfono – ¿Cometiste un delito, robaste evidencia, y me hiciste mentirle a mi jefe y poner en riesgo mi trabajo por un pedazo de metal que insististe en llevarte, y que ahora me dices que lo perdiste así nada más?
Me arrepentí al instante. Creo que haberle dicho eso fue bastante estúpido, ya que hasta por el celular se podían escuchar sus dientes frotándose con furia. Podía haberle dicho cualquier otra cosa, que estaba resfriado o algo, pero de igual forma eso no tenía tanta gracia. Busqué una manera de suavizar la situación tratando de ignorar que el tacto no es lo mío.
-Sip –dije.
Tuve que alejar el celular de mi oído para no romperme el tímpano. Se puso a gritar como loca y estaba seguro de que iba a llegar a mi departamento en cualquier momento para despellejarme. No estaba con las fuerzas suficientes para lidiar con ella, así que simplemente colgué. Estoy consciente que eso era incluso peor, pero honestamente ya no se podía arreglar la conversación.
Lancé el teléfono hacia un lado. Apoyé mi cabeza en la pared. Intenté respirar lo más que pude como si esa fuera la solución para todo lo que había pasado en los últimos veinte minutos.
Veinte minutos... Han pasado casi veinte horas.
Las visiones del día anterior me llenaban de terror, no podía olvidarme del tema. ¿Qué es lo que pasó? ¿Qué mierda es lo que pasó? Un segundo bebía con mi amigo y al otro tenía una epifanía del infierno. No podía evitar pensar en ese hombre que se acercó a mí. Vino y se fue como si de otra alucinación se tratara ¿También me lo imaginé? No, imposible, él era la respuesta lógica de todo. Él debió haberme hecho algo, jamás me tocó por lo que la única explicación es que le hizo algo a mi trago. En ese caso el barman también parecía culpable. Rayos, hasta Diego parecía culpable. Todos en ese maldito lugar pudieron haberme llenado el vaso con drogas.
No, tranquilo. Fueron drogas, por alguna razón fui drogado. No es precisamente algo que me calme, pero al menos significa que no estoy loco.
¿Y por qué?
Mi cabeza empezó a palpitar nuevamente, tuve miedo de que otra alucinación se me viniera encima. Pero no fue así, en cambio, un nombre se asomó de repente.
Notario.
La noche del bar.
Ayer.
YOU ARE READING
El Vuelo De Las Moscas
Mystery / ThrillerCristian Retamal es un joven con una afición a las investigaciones policíacas, pero un traumante accidente le hará querer dejar todo su pasado atrás. Ahora, su pasado volvió para torturarlo, y tendrá que vivir con ello incluso si eso signifique perd...