Capítulo 8

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La ciudad siempre se ponía irritable a esta hora. Las bocinas y los gritos cantaban al son de los motores, del aire contaminado, de las pisadas y de las bolsas plásticas balanceándose. Era casi como estar en un circo, sólo que gratis y en primera fila; En un auto.

Habían pasado quince minutos desde que partimos. Logré entretenerme un rato con la imagen casi virtual de la ciudad desde mi cómodo asiento, pero llega un punto en que no es suficiente. El asiento me empezaba a traicionar la espalda y mi cerebro pedía estímulos a gritos. Tenía mi celular cerca pero no le tenía ningún juego por el momento. Siempre es un grave error salir de tu casa o ir al baño sin un juego en tu celular.

-¿Por qué no estamos en una patrulla de policía? –pregunté intentando matar el aburrimiento.

Isabella iba concentrada en el camino, no soltaba las manos del volante ni despegaba su mirada del cemento. Una parte de mí estaba atenta a su reacción y estaba preparado para saltar del auto en el segundo que se marcara la vena en su frente.

-No queremos atención innecesaria. No usamos las patrullas a no ser que sea necesario. –respondió seriamente, sin mirarme.

Me pareció una respuesta lógica, jamás había visto una patrulla dirigirse a la casa de alguien sólo para hacerles un par de preguntas. Esperaba una respuesta más larga o simplemente algo más para escuchar, ya que lo monótono de la ciudad me empezaba a marear un poco. Giré mi cabeza hacia el interior del auto. Nada interesante, esa mujer no llevaba ningún juguete en su auto, ni siquiera una de esas mentitas aromatizantes. ¿Será realmente de ella? Es posible que sea prestado por la policía. Pero no, era suyo. Lo descubrí al momento de ver una pequeña foto de ella y una niña, al medio del auto. Era antigua, aunque no tanto. Se veía que Isabella estaba más joven, y esa niña se parecía a ella, así que probablemente era un familiar o algo.

-¿Ella es tu hermana? –pregunté.

En ese momento Isabella rompió su concentración implacable sólo por un segundo, para lanzar una mirada a la foto. Inmediatamente devolvió los ojos hacia el camino.

-Haces muchas preguntas –respondió.

Ni siquiera me importaba. Quédate con tu respuesta, quédate con todas las respuestas del mundo. Estoy seguro que puedo encontrar alguna otra forma de entretención por aquí en la ventana. Un perro se está acercando a otro en la esquina próxima. Oh, se están oliendo. Ahora sí la cosa se puso interesante.

-Sí, ella es mi hermana pequeña –interrumpió mis pensamientos.

Podía jurar que se formó una pequeña sonrisa en sus labios, pero quizás haya sido un espasmo de su rostro al estar tranquila por tanto tiempo.

Bueno. Acerté. Eso sació mi necesidad increíble de saber quién era la de la foto. Ahora podré dormir tranquilo, ahora al fin podré descansar en paz de la insoportable intriga que me causaba esa imagen.

Saqué mi celular, intenté buscar algo para matar el tiempo, pero no había nada, absolutamente nada. Me estaba muriendo. Los perros ni siquiera habían hecho algo interesante.

-¿Y qué tal tú? –Preguntó -¿Tienes más hermanos?

La miré, debo admitir, odiándola un poco. No por la pregunta, sino porque deslizó muy obviamente el "sé que tu otro hermano está muerto, así que cuéntame sobre los demás". Me dieron ganas de preguntarle "¿Y qué tal tú? ¿Tienes más hermanas muertas?", me pregunto cómo reaccionaría.

La pregunta ya no me dolía, siempre que evitara los recuerdos. He tenido tiempo para borrarlos, pero sólo he logrado taparlos. Mi subconsciente ve todas las imágenes de Benjamín pero finge que no las ve y trabajamos juntos como un equipo depresivo ocultando sus problemas debajo de la alfombra. Me ha servido todo este tiempo y pienso seguir haciéndolo, aunque con todo lo que está pasando se pone cada vez más difícil actuar como si no hubiera ningún problema.

El Vuelo De Las MoscasWhere stories live. Discover now