Tres golpes. Rápidos.
Me encontraba esperando frente a una simple puerta de color café que cubría la pasada hacia un simple departamento de color amarillo en el que se encontraba un simple sujeto de color blanco, que jamás abría rápidamente dicha puerta. Era la primera vez que sentía tantas ganas de destruir una puerta, o a un sujeto.
Tres golpes. Más rápidos.
Estaba por probar con tres patadas hasta que se escuchó un grito desde dentro del departamento, seguido de un golpe seco. Luego de eso se abrió la puerta.
-Dios mío tengo que ordenar este lugar –dijo Diego con dolor.
Su aspecto era digno de su posición: un joven universitario que en vez de cumplir su rol como estudiante (y de bañarse) se la pasaba drogándose y jugando videojuegos todo el día. El departamento en el que habitaba esta fascinante criatura estaba invadida por lo que parecía ser una "falta de higiene", incluyéndosele a este síntoma un uso recurrente de la famosa frase "mañana limpio". Como dije, Diego es un universitario común y corriente.
-Adelante –dijo con elegancia.
En el momento que entré pude apreciar la belleza del lugar en su totalidad. A mi izquierda, en la cocina, había una colección de loza acumulando polvo desde hace ya un tiempo. Una montaña de platos y servicios que sólo esperaban ser lanzados a la basura para que alguien acabara con su miseria. A su lado se podían apreciar varias botellas retornables vacías, junto con lo que parecían ser unas verduras (muertas) y un poco de pan. En el otro extremo, en la mesa para comer, se posaban aún más platos, pero de uso reciente, además de unas cuatro latas de cerveza vacía. Al medio de la sala se ubicaba un sillón que maltrataba con cariño, con una laptop tiernamente posada en él, y una televisión humilde en donde Diego pasaba su juventud mirando dibujos japoneses. Frente al sillón había una pequeña mesa con utensilios metálicos para entrar a otro estado mental. Aunque no era necesario mirar ahí para descubrir lo que había estado haciendo, parecía un sauna por todo el humo que había, y apenas puse pie adentro me llegó un cachetazo de olor a planta divina.
-¿Estabas fumando? –pregunté.
-¿Acaso eres policía? –dijo con esfuerzo en sus ojos.
-No sabría responderte.
Me acomodé en una de las sillas de su mesa. Diego se pasó por el refrigerador con bastante entusiasmo, casi tarareando, antes de sentarse frente a mí. Llegó con un rostro de victoria y una carga de cervezas que colocó de golpe en la madera. Me pasó una a mí y abrió otra para él. Bebió un sorbo muy largo. Muy, muy largo.
Muy largo.
Cuando terminó lanzó un sonido de satisfacción como si hubiera saboreado el manjar oculto por los dioses, y se quedó mirando de vuelta.
Yo lo quedé mirando de vuelta.
-¿Satisfecho? –pregunté.
No se molestó en responder, su mirada lo decía todo. Era un Diego feliz, y yo estaba preparado para cambiar eso.
-Vengo de ver un cadáver –dije.
Bajó su cerveza asintiendo con comprensión.
-Yo también, hoy me hizo clases la vieja Fierro–dijo.
Ese vejestorio siempre me sacaba una sonrisa, pero no pude lograr reír. En mi cuerpo había una mezcla de químicos que me hacían sentir ansiedad, emoción y preocupación; todo al mismo tiempo. No podía concentrarme en mucho más que lo que acababa de ver hace media hora.
YOU ARE READING
El Vuelo De Las Moscas
Mystery / ThrillerCristian Retamal es un joven con una afición a las investigaciones policíacas, pero un traumante accidente le hará querer dejar todo su pasado atrás. Ahora, su pasado volvió para torturarlo, y tendrá que vivir con ello incluso si eso signifique perd...