1. La mudanza.

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Val. Valkiria. La pelirroja. Ese es el nuestro nombre de nuestra protagonista, y ésta es su historia, donde tendrá que escoger entre su padre (padrastro), un hombre de 1'90 de altura, pelo canoso, ojos azules y cuerpo de infarto, médico y sumamente inteligente. Un hombre con un gran corazón que decidió hacerse cargo de ella cuando la madre de Val falleció cuando ella era joven, haciéndose inseparables. 
O su profesor, un morenazo de ojos azules, pelo oscuro, serio, culto, sexy y rudo, con una actitud de 'Sit down, kitten' que haría que tuvieses una fuente entre las piernas. Sí, la chica no lo tiene especialmente fácil, por lo que ya aviso que vuestra opinión tendrá mucho que ver en el desenlace de ésta historia, asi que no te lo pierdas. 

Sin más dilación, comenzamos. 

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Hacía dos meses que habían comenzado las clases en la Royal Academy of Arts, la cuna de los artistas en Londres, Inglaterra. Desde que había comenzado, Valkiria no le quitaba ojo a su profesor de literatura dramática, David, un hombre alto, moreno, de ojos a los que el mar podría envidiar. Era serio, estricto, pero se le perdonaba con aquellos labios que mientras hablaba solo te imaginabas recorriéndote el cuerpo. Siempre le caía un mechón oscuro en la frente, al estilo Superman pero muchísimo más sexy, y oh Dios, cuando se cruzaba de brazos y podías ver aquellos bíceps marcarse, poco o nada le faltaba a Val para ir haciéndose nudos en las bragas, a ella y a cualquier mujer de clase. Y entonces llegaba su voz, tan varonil y ronca, de esas que solo te imaginas en sueños, que te hacen temblar y retumbar por completo, y ahí ya dejabas de prestar atención para montarte tu propia novela erótica en la cabeza. 

Por suerte para Val, era no ella la calladita y mosquita muerta que no se hacía ver, al contrario. Era pelirroja, sexy y peleona, se hacía oír por encima de todo y todos, a ella nadie le pisoteaba. Ella se vestía, se peinaba y se maquillaba para ella, para nadie más, y si algún tío intentaba tocarla sin su permiso no tardaba en cruzarle la cara y dejarle una bonita marca de su mano. Aunque si bien era una divinidad andante, existía una pequeña pega, si se le puede llamar así, y era su virginidad. Valkiria había guardado ese momento durante muchísimo tiempo para un solo hombre, el hombre con el que vivía y con el que se había criado. La persona que había cuidado de ella desde el principio, y quien la había apoyado y ese era su padrastro, aunque para ella era su padre, James. 

Hablemos de James. Él era un médico bastante conocido, además de tener una especialidad, el cerebro. Era neurólogo y neurocirujano. James tenía el cabello canoso, una lucha entre el blanco y el gris, que dejo de darle un aire mayor, le daba un toque único. James hacía deporte, le ayudaba a despejar la mente, a mantenerse en forma, y no estaba de más decir que era un perfecto mujeriego. Desde la muerte de la madre de Val no había mantenido ni una sola relación duradera con ninguna mujer, y para colmo, la relación paternofilial nunca fue su fuerte, por lo que Val, desde el primer momento, lo había visto más como un colega, un amigo que cuidaba de ella. Y con el paso del tiempo y el despertar de las hormonas habían ocurrido cosas en la cabecita de nuestra protagonista que le hacía sentir culpable, sin embargo, no podía evitarlo, y trataba de exculparse diciéndose que no era su padre, que no había vínculo sanguíneo, que no estaba -tan- mal. 



Se habían mudado recientemente, James había recibido una oferta de trabajo, no solo trabajaría sino que daría un par de charlas y cursos y le financiarían una investigación sobre algo a lo que le había echado el ojo, y de lo que no vamos a hablar porque no tengo ni la más mínima idea de neurociencia. 
Con el sueldo de James se habían mudado a un complejo residencial para gente con dinero, eran chalets de varias plantas con terreno, piscina, etcétera, todo un lujo que no todo el mundo podía gozar. 

—¡Papá! —Exclamó Valkiria. —¡Ayúdame con ésta! 

—Voy, enana. —Respondió desde otra habitación James, quién hizo su aparición secándose el sudor de la frente con su propia camiseta, la cual se había quitado y usaba como una toalla. 

—No me digas que pretendes volver a ponerte eso luego. —James sonrió. Valkiria hizo una arcada, y luego arrugó la nariz. —Que asco, ni te me acerques. 

—No te quejes, pelirroja. Es el olor varonil, el olor de los machos, Old Spice debería contratarme, les haría una publicidad maravillosa. —Dijo él, entre risas ante la estupidez que acababa de soltar. 
Con su ayuda, ambos tomamos la caja y la subimos poco a poco, escalón a escalón hasta llegar a mi habitación, aún vacía. Hasta el momento habíamos estado viviendo entre cajas, tramitando papeleos y demás, solo habíamos puesto los colchones y poco más, por lo que mi cuarto a penas tomaba forma. Habíamos decidido hacer un alto a todo el papeleo ese fin de semana para darle un avance a la casa. 

—¿Cuántas cajas quedan abajo? —Preguntó Val, observando el par de cajas que se habían acumulado en su habitación, algunas estaban vacías pero ya comenzaban a hacer algo de bulto y tendría que dedicarse a colocar las cosas en su sitio. Sin contar que había denegado la ayuda de su padre para montar los muebles y aquello no pintaba bien. 

—Unas cuantas, si quieres las subo yo, y tú te vas a llenar la piscina, he dejado la manguera fuera, antes de usarla tengo que tratarla pero éste calor no hay quien lo aguante, asi que cuanto antes, mejor. —Respondió. Ante aquello, Val asintió, saliendo de la habitación, directa a la zona de la piscina. 

Cuando llegó, conectó la manguera al grifo de la casa, sentándose al borde de la piscina mientras enchufaba la manguera a toda potencia, aunque con aquello tenía la sensación de que la piscina tardaría años en llenarse. Resopló, mientras escogía algo de música, hasta que comenzó a resonar Bubblegum Bitch, de Marina. Era hora de empoderarse, aunque no fuese a usar mucho poder mientras revisaba que se llenase bien la piscina, que no hubiese ninguna fuga ni nada raro. 
Había pasado una hora y la piscina a penas tenía unos centímetros de agua cuando de repente, Val chilló. Cuando miró hacia arriba pudo ver a su padre meneando un cubo vacío, divertido. La había empapado y por supuesto, no se lo había esperado. 

—¡Mamón! —Gritó. —¿¡No has visto el teléfono o qué!? Como le haya pasado algo me compras uno nuevo. 

—Ajá, como que te voy a comprar nada después de insultar a tu padre. Eso se merece un terrible y horroroso castigo, venga acá señorita Hudson. —Dijo él, aunque le estaba siendo difícil contener la risa al ver el gesto de mal humor de la pelirroja.

—Uy sí, mira como tiemblo. Dios me libre. —Bufó ella, tomando el teléfono. Le había caído algo de agua y parecía que el audio se había dañado un poco. Rezando para que simplemente fuese un poco de agua en los altavoces, entró a la cocina, colocando un poco de arroz en un bowl, y metiendo allí el teléfono, para que el arroz absorbiese la humedad. Con suerte, al día siguiente o en un par de horas estaría listo. 

Mientras tanto, fue subiendo por las escaleras, dispuesta a cambiarse, dejando gotas por donde pasaba, y cuando fue a entrar a su cuarto unas grandes manos la tomaron por la cintura y la elevaron, sin Val esperárselo. 

—¡Papá! —Gritó, al ver como era lanzada hacia la cama. James se colocó sobre ella y con una mano puso ambas de la menor sobre su propia cabeza. Val comenzó a patalear, tratando de soltarse, removiéndose y más aún cuando con la mano sobrante, su padre hizo un gesto, moviendo todos los dedos. 

 —Castigo. —Dijo antes de comenzar a hacerle cosquillas por al abdomen y axilas. Para colmo, Val era muy cosquilluda, trataba de soltarse, removiéndose mientras perdía la fuerza a la par que reía a carcajadas, hasta terminar llorando de la risa. Finalmente y de un movimiento, Val consiguió soltarse, quedando ella encima. Pudo notar algo inesperado entre sus piernas. El color de su cabello nada tenía que envidiar al rojo de sus mejillas, antes de hacer nada, le dio un beso en la mejilla a su padre y salió corriendo, totalmente avergonzada por lo que acababa de sentir y la humedad entre sus piernas. 

—¡Ésta te la devuelvo! —Gritó, sacándole la lengua desde la puerta, huyendo hasta al baño sin mirar atrás puesto que no estaba dispuesta a sufrir otro ataque por la espalda de de cosquillas. Suficiente había tenido con el primero, del cual aún se estaba recuperando. 
Cuando se metió al baño, finalmente se desnudó, dispuesta a darse una ducha y cambiarse, pero al muy lista no se había llevado ropa de repuesto, por lo que salió del baño. Se fue hacia su habitación de nuevo, y lo que vio la dejó helada. 
Su padre estaba aún sobre su cama, se había pasado una mano por el cabello y la otra estaba sobando su verga sobre su pantalón, ya fuese un segundo o desde que se había ido, Val huyó de nuevo al baño, ya se las ingeniaría una vez terminase de ducharse para recuperar ropa nueva, esperaba que entonces no estuviese él todavía en su habitación. 

Llenó la tina, necesitaba despejarse por lo que una vez cerró el grifo se metió. Cerró los ojos, relajándose, con las manos a los costados, sin embargo, el recuerdo de aquella polla entre sus piernas volvió a su mente. Valkiria abrió los ojos de golpe, ¿qué diablos le estaba pasando? Sumergió entonces ligeramente la cabeza, en busca de  aclarar su mente, aquello no estaba bien, pero podía notar como su propio cuerpo pedía algo de acción. Podía notar su humedad a pesar de estar dentro del agua y como palpitaba, pedía sus dedos y ella estaba no estaba dispuesta a quedarse con las ganas, y quedarse con un peor humor. 
Su diestra de forma sinuosa fue yendo desde su muslo hasta hacerse hueco entre sus piernas. Lentamente el pulgar comenzó a presionar el clítoris, a rotarlo, y un dedo se introdujo en ella, luego otro. Los dobló como si fuesen un gancho mientras entraban y salían. Había dejado la mente en blanco, necesitaba simplemente deshacerse de aquella extraña sensación que había crecido entre sus piernas. Ahogó los gemidos, mordiéndose el labio inferior mientras que la otra mano viajaba por sus pechos hasta pellizcar los pezones. Estaba demasiado centrada en su propio placer que fue tarde cuando escuchó la puerta abrirse ligeramente, parando en seco en aquel momento y recordando que no había puesto el pestillo. 

¿Sería demasiado tarde? 

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Agradecería comentarios diciéndome que les parecen los cambios de narrativa y demás en la novela, thanks. 

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⏰ Última actualización: Apr 27, 2021 ⏰

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