CAPITULO 3

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Sehun cabalgaba por el límite sureste del rancho, examinando los pastizales. Había sido un buen invierno, lleno de humedad. Nevó abundantemente en las laderas y valles de las montañas, por lo que la hierba y las flores crecían sin dificultad. Quería que al menos una parte del Sundance tuviese la misma apariencia que cuando su bisabuelo vivía.

Los arroyos Sundance, el Jawbone y Wolf habían alcanzado su máximo caudal y estaban los charcos llenos de aves que cuidaban a sus polluelos. A pesar del revuelo y el escándalo de los animales, era el arroyo Wolf el que llamaba la atención de Sehun. Ya hacía mucho que no probaba truchas frescas. Aunque el agua todavía estaba muy fría por las últimas nieves derretidas. los peces debían estar saliendo de su sueño invernal, deslizándose en los verdes charcos en busca de los primeros insectos de la temporada. Agua limpia y fría y truchas después del invierno... el sueño de todo pescador.

El apetito de Sehun desapareció al pensar que aunque lograse atrapar una trucha en su anzuelo, era poco probable que Kyung soo, el cocinero, friera capaz de preparar una cena que se pudiera comer. Kyung Soo parecía preocupado desde hacía algún tiempo, lo cual significaba que los peones se presentarían una noche muertos de hambre, sólo para comprobar que no había comida. Los hombres buscarían por cobertizos y graneros hasta encontrar a un Kyung Soo perdidamente ebrio. Así permanecería dos días, dos semanas, o el tiempo que fuese necesario hasta convertirse de nuevo en una persona normal.

Maldiciendo entre dientes, Sehun pensó que debía conseguir otro cocinero. Llevaba dos años diciéndose lo mismo. Lo habría hecho va, pero encontrar a alguien dispuesto a aislarse en Sundance no era fácil. Lanzando otra maldición, se detuvo frente a una serie de pozas unidas entre sí por corrientes tumultuosas de agua.

En una de las pozas se reflejaban directamente los rayos del sol. El color del agua era de un verde tan luminoso que parecía tener vida propia, y curiosamente, eso le hizo recordar a la mujer que había ido a hablar con él esa misma mañana.

-Maldito Park Chanyeol, si vuelves a enviarme amigas, tendrás que enfrentarte a mí.

El caballo agitó una oreja al oír el tono de disgusto de Sehun. Pateando el suelo, el animal manifestaba ser consciente de la súbita tensión que invadía a su jinete.

-Por todos los santos; no puede tener más de dieciséis años -continuó Sehun molesto-. Una ninfa de ciudad con seductores ojos verdes y el cuerpo de un felino, esbelto y gracioso. Las manos me cosquilleaban sólo de mirarla. Y cuando ella respondió a mi mirada... Sehun se agitó en la silla al pensar en aquel rostro delicado, inclinado un poco, con los ojos muy abiertos y luminosos y tan sensuales como sus labios. La tentación de rodear el escritorio para deslizar su lengua en aquella dulce boca fue tan fuerte que intentó olvidarla. Como le había dicho a ella, no necesitaba a una chiquilla hermosa e inútil. Ya tenía dos y las estaba manteniendo desde que él había cumplido dieciséis años. Cuando encontrara a una mujer, sería sólo eso... una mujer, no una niña. Sería tranquila, tolerante y amaría Sundance tanto como él. Llevaba mucho tiempo buscando una mujer como esa.

Dando otra patada en el suelo, el caballo empezó a caminar. El animal ya estaba acostumbrado a la peculiar actitud de su jinete. Con una última maldición, Sehun se obligó a apartar la vista de las pozas del arroyo, felicitándose por haber despachado a ____ con cajas destempladas. Lo último que necesitaba era comportarse como un padre o el ser arrestado por contribuir a la perversión de una menor. Además, una vez que la hubiese poseído, habría perdido el interés. Por maduras que creyeran que fuesen, las chicas tan jóvenes siempre creían que el hecho de hacer el amor con un hombre significaba amor eterno. Sí, había actuado bien al no darle ese trabajo. Más valía que Chanyeol encontrase otro hogar para sus delicadas muñecas.

Una ráfaga de deseo atravesó a Sehun como un rayo, haciendo que cada músculo de su cuerpo se tensara. La velocidad y la fuerza de su excitación lo sorprendió. A los treinta y tres años, ya no era un adolescente para excitarse de esa forma, pero no podía evitarlo.

Con una exclamación de disgusto, cogió las riendas y urgió al animal para que caminara más de prisa. El agua helada subió hasta los corvejones del animal y las piedras crujían bajo sus herraduras cuando el caballo se metió en el arroyo. Sehun rió de pronto, lanzando una sonora carcajada.

-Te gusta cruzar el arroyo, ¿no es así, Blackjack? -preguntó Sehun dando al caballo un golpe afectuoso en el cuello-. Tu madre debía tener sangre de castor.

El caballo relinchó y alzó el cuello, mordiendo la rienda, ansioso de que le dejasen galopar.

-Lo siento, muchacho -comentó Sehun molesto-. En esta ocasión no puedo acceder a tus deseos.

Agitando la cola disgustado, el penco emprendió el paso rápido y suave que era más tolerable para el jinete que un galope. Pronto Sehun llegó a una cumbre que dominaba buena parte del sureste del rancho. Sin esperar órdenes, el caballo redujo el paso y se detuvo, ya que ése era uno de los lugares favoritos de su dueño. El campo se extendía frente a él hasta el lejano horizonte.

Un ligero movimiento captó la atención de Sehun. El movimiento habría pasado desapercibido para la mayoría, pero él conocía bien sus terrenos. Sabía la diferencia entre el relámpago pálido de un halcón en busca de su presa y el lánguido movimiento de una vaca en medio de los verdes prados. Lo que llamó su atención no era un halcón, una vaca, o un conejo asustado. Era alguien que caminaba por la carretera. A lo lejos, el cuerpo no parecía más grande que su pulgar, pero estaba seguro de que se trataba de una persona.

-Bien, Blackjack, seguramente a alguien se le ha estropeado el coche. Vayamos a ver si no necesita ayuda.

En el momento en que se disponía a cambiar de dirección; vio que un coche rojo disminuía la marcha. Pero se quedó muy sorprendido cuando vio que el vehículo se detuvo, pero que de él no bajó ni subió nadie; sin embargo, aún le resultó más extraño cuando el coche adelantó al peatón con rapidez, dio media vuelta y se paró de nuevo. Sehun sacó los binoculares que siempre llevaba en las bolsas de su silla de montar.

-Parece que es el coche de los kim -murmuró-. Me pregunto a quién estará molestando kai hoy, Maldito muchacho. Tiene dieciocho años y es más un coyote que un hombre. Debían haberle enseñado buenos modales...

Las palabras de Sehun se perdieron en el aire y lanzando una maldición, espoleó su caballo poniéndose a galope tendido.

PASION ARDIENTE  (sehun y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora