PASION ARDIENTE (sehun y tu)

CAPÍTULO 2

Aunque la casa del rancho estaba alejada del desierto, el calor era suficientemente intenso como para que el sudor corriera por la frente de ___ mientras se dirigía a Massacre Creek, el único pueblo cercano al rancho en más de ciento veinte kilómetros.

Por experiencia, ___ sabía que lo único interesante en Massacre Creek era su nombre, «el arroyo de la masacre». Según el letrero colocado a la entrada del pueblo éste tenía 401 habitantes, pero a menos que en esa cifra estuviesen incluidos los perritos que jugaban frente al café del pueblo, ___ no sabía dónde podían estar tantos habitantes. Después de las tremendas concentraciones del Sur de California. las áreas desoladas del Norte de Arizona le parecían extrañas... e incitantes por curioso que fuese.

No obstante, en ese momento la joven habría preferido encontrarse en un lugar diferente, que contase con transporte público barato. En un movimiento brusco se echó la bolsa de viaje al hombro, y emprendió la marcha por el polvoriento camino. Si quería llegar al pueblo antes del anochecer, debía dejar de soñar despierta.

Apartó de su mente la idea de que le sería muy difícil caminar más de treinta kilómetros antes de que oscureciera. Sin su equipaje quizá lo habría logrado. Algunas veces había nadado la misma distancia bajo la orden de un entrenador, pero en esos casos no llevaba a cuestas el peso de una maleta.

___ caminaba despacio por el sendero de grava, alerta a cada movimiento de las piedras bajo su pie derecho. No quería pensar en la herida de su rodilla, debido a la cual había tenido que pasar por la sala de cirugía tres semanas antes. No quería pensar en las palabras atemorizadoras del médico, que le habían hecho viajar hasta Arizona sin más que unos cuántos dólares y la carta de Sundance para su primo. Lo único que necesitaba era tiempo para su recuperación y el dinero necesario para sobrevivir hasta poder adquirir las condiciones físicas necesarias para recuperar su beca de estudios como parte del equipo de natación.

Se alegró cuando el sendero de grava se convirtió en un sendero empedrado, pero su alivio duró poco tiempo, ya que pronto descubrió que esa parte del camino era tan peligrosa como el anterior. Por fin encontró que lo más seguro era caminar a lo largo de un extremo del camino, donde las ruedas de los vehículos habían alisado un poco el terreno. Su bolsa se quedaba enganchada en los breñales, pero al menos va no había muchas rocas que le lastimaran los pies.

En principio, ____ se había detenido a sacar cada piedra que se metía en sus zapatos, pero pronto desistió. Perdía más tiempo saltando sobre un pie mientras limpiaba el zapato del otro, que el dedicado a

caminar, así que seguía avanzando hasta que se juntaban dos o tres y la molestia se hacía insoportable. Entonces se sentaba sobre su equipaje y se descalzaba.

Los descansos eran demasiado breves, pero sabía que no podía hacer otra cosa. No quería caminar sola en despoblado después del atardecer. Su mejor oportunidad de conseguir que alguien la llevase al

pueblo estaba en alcanzar el transporte del correo cuando llegara al camino vecinal. Lamentó no haber puesto más atención a la charla amable de la encargada cuando la llevó a ella, junto con un gran saco de correspondencia, hasta la puerta del Sundance. ¿Haría la mujer su recorrido comenzando por el sur y volviendo por el norte?

De ser así, no existía la más remota posibilidad de que alguien la llevase de regreso al pueblo. Tampoco quería arriesgarse a pedir a un desconocido que la llevara. La vida en California la había enseñado a no confiar en extraños. Si seguía caminando, tarde o temprano llegaría al pueblo. Si pedía que la llevaran, nunca tendría esa seguridad.

Cuando el sendero se unió a la carretera, ___ ya iba bañada en sudor y las extremidades le dolían. Confiaba en que la negra superficie asfaltada aliviara el dolor de su rodilla. Pero no abrigaba la misma esperanza respecto a las ampollas de las manos.