Capítulo 5

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Me despertaron los gritos de nuestro prisionero. Nuestro  “real” prisionero.  Me levante gruñendo y cogí mi navaja de debajo de la almohada.

Baje a los calabozos.

- Su majestuosa majestad-Dije entre dientes- Será mejor que se calle antes de que decida rajarle  la garganta.

El se calló. Y sonrío.

-Sabía que vendrías.

En un segundo desenfunde  y le puse la navaja en su garganta.

-Que quieres.

-Hablar contigo.

Le miré a los ojos y sonreí seductoramente.

-¿ Ah si..?- Me acerque a su cara lentamente, y observe el brillo en sus ojos-Vete al infierno y si regresas vivo hablaremos-dije mientras le cruzaba la cara.

Me levanté y me largue de los calabozos, cerrando la puerta con llave.

-Maldito estirado.

-Vaya con que humor te has levantado la señorita.

-Cállate Airis.

Escalé el mástil mayor y me senté arriba.

-Maldito estirado- Repetí. Que se habrá creído el muy cretino.

Atisbé a lo lejos un barco. Mierda. Un barco de la armada real.

Me puse en pie y  di la voz de alarma.

Pronto todos estaban de pie y preparados para luchar.

Descendi del mástil a toda prisa.

Vi a mi padre acercarse.

-No pienso irme.

-No voy a decirte que te vayas.

Asentí y recogí mis armas.

Mi padre intentó alejarnos lo máximo posible del otro barco, pues los hombres estaban agotados de la pelea de ayer. Pero los malditos barcos reales eran rápidos.  Y este no era una excepción.

Entonces oímos el primer cañonazo.

Todos rompimos en gritos de guerra.

Y luego  solo caos.

Contra CorrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora