2 El Dragón de la ira

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¡Hola a todos! Aquí Coco, sintiendo cómo el mar la llama, y estando tan lejos que no puedo alcanzarlo TuT De forma lenta pero segura, seguimos avanzando hasta la restauración de  esta historia, pero aunque aún hay mucho camino por recorrer, la verdad, esta resultando un viaje placentero. En especial en este caso, porque el viaje es en barco, fufufu. Los dejo con este nuevo capítulo de nuestra historia de piratas, y como siempre digo, ya saben qué hacer 💋

***

Elizabeth se vistió lo más rápido que pudo para poder bajar a hablar con el capitán. Le pareció un poco extraño que un hombre tuviera tantos vestidos, pero al final, decidió que no  iba a preguntar por eso ni inmiscuirse en sus asuntos. Después de todo, él no le había dado ninguna razón para dudar de sus buenas intenciones así que, de momento, aceptaría su generosidad sin cuestionarlo y se adaptaría a la situación tal como viniera. Tras descartar los modelitos más atrevidos, la albina se decidió por un sencillo vestido azul con un corsé, y bajó las escaleras, nerviosa por lo que pasaría a continuación. Se detuvo en al escuchar los susurros de unas voces apuradas.

—Capitán, ¡esa chica no me agrada! ¿Por qué trajiste a alguien tan sospechoso aquí? 

—Para mi que solo tienes envidia de que el jefe la cargara, gigantona.

—¡Cállate Ban! —El retobo furioso fue respondido con risas y un largo suspiro del aludido.

—Estaba en problemas, querida. No podía dejar a la pobre en esa situación.

—Pero no sabes si en verdad es prostituta, ladrona o algo peor. 

—¿Y eso sería razón para dejar que la tomaran por la fuerza? 

—¡Claro que no! Pero...  —El tono de la joven pareció ser de vergüenza, y unos segundos después, por fin dio su brazo a torcer—. De acuerdo. Que coma algo y descanse, pero no le hagan demasiadas confianzas aún.

—Gracias, Diane. Elaine, ¿podrías ir a servirle un poco de estofado del de ayer por favor? Está por bajar en cualquier momento. 

—Con gusto capitán. —Dos segundos de silencio, una inhalación profunda, y Elizabeth decidió por fin enfrentar a sus anfitriones para aclarar los malos entendidos.

En cuanto llegó al piso de abajo y miró al rubio a los ojos, este quedó embelesado. Con la boca abierta, el tarro a medio camino hacia sus labios y conteniendo el aliento, parecía que por un segundo había sido hechizado por ella. La intensidad de su mirada la hizo ruborizarse, todo su cuerpo sintió una ola de calor como cuando estaba bajo el sol, pero si alguien más noto la expresión del capitán o el intercambio de miradas, no lo pareció. Todo se esfumó mientras se levantaba de su asiento y le sonreía. Quizá, aquello había estado solo en su imaginación. 

—¡Estás aquí! Ven, siéntate a desayunar con nosotros.

—S-sí. Muchas gracias. —La albina obedeció a su benefactor y aprovechó para ver mejor el lugar donde estaba. Parecía que era una taberna o posada, pero no pudo pensarlo demasiado, pues se distrajo con el delicioso aroma de la comida que una adorable rubia puso ante ella—. Se ve estupendo, no sé cómo podré pagarles por su generosidad.

—Puedes iniciar dándome tu nombre, preciosa —El rubio apoyó su mano en la mejilla y la miró con ensoñación—. Y si no te importa, también cuéntanos la razón por la qué terminaste teniendo problemas con esos idiotas ayer. —El recuerdo la hizo palidecer, pero al menos, ahora sabía por dónde empezar. 

—Sí señor. Mi nombre es Elizabeth, y verá, ¡todo fue un malentendido! He hecho un viaje muy largo desde Edimburgh, y estuve recorriendo el puerto todo el día en busca de asilo o trabajo. Como no encontré ninguno, terminé durmiendo de agotamiento en la calle. Fue cuando esos hombres me encontraron y me confundieron con una... ahm... —Al mirar de nuevo aquel apuesto rostro para ver si se burlaba de su situación, de nuevo se asombró. Fue lo contrario. Por un momento pareció furioso, y Elizabeth temió que aquella aterradora expresión fuera dedicada a ella. Un segundo después ya no estaba ahí, y el capitán volvió a sonreírle de forma resplandeciente.

Seven Deadly Seas of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora