5 Ron con hielo

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Puedo sentir los vientos de cambio en mis velas, fufufu UwU ¡Hola a todos! Aquí Coco, quien lleva el mar en lo profundodel corazón y quien, por fin, zarpa a otro fabuloso verano de la mano de todos ustedes ^u^ No les voy a mentir, mis vacaciones no son exactamente lo que pensé (se enterarán del chisme completo en Coconoticias), pero con todo, no saben cómo me alegra poder continuar esta obra tan querida por todos. Y estamos a punto de ver algunas sorpresas al respecto *w* 

Para los que no lo saben, esta historia está pasando por su tercera edición, y aunque no me atrevo a dar spoilers por miedo a que demore mucho terminarla, tienen que saber esto: le he hecho algunos cambios muy interesantes, fufufu ^u^ Si es tu primera vez leyéndola, ¡por favor disfruta! ❤ Y si eres cocoamigo veterano, prepárate para sorprenderte aun mas. Ya saben qué hacer.

Posdata: esto no es lo único que traerá el verano así que, como dije, no duden en pasarse por Coconoticias si quieren saber más. 


***

Los colores rosáceos del alba entraban tímidamente por la ventana, todo estaba en silencio, Diane dormía cómodamente en su cama, y Elizabeth estaba lista. Había estado pensándolo por algunos días, y la noche anterior finalmente había decidido que irse era lo mejor. Guardó las pocas pertenencias que tenía, dejó el dinero de sus propinas como pago por la gentileza de sus anfitriones, y bajó las escaleras del segundo piso tan sigilosamente como podía.

¿Quién iba a pensar que, en tan solo unas semanas, aquel lugar se convertiría en un sitio tan querido para ella? Pero no podía flaquear. Debía irse, extender su estancia solo la perjudicaría y a los demás. Se dirigió hacia la puerta de atrás, contuvo el suspiro en su pecho y, tras echar un último vistazo a la taberna, se enfrentó a la perspectiva de seguir su camino sola. Pero no logró abrir.

—¡¿A dónde vas?! —Justo cuando estaba girando el picaporte, una mano se colocó sobre la suya y la apretó con tanta fuerza que casi la lastima. Cuando se volteó a ver quién era, se encontró con los relampagueantes ojos verdes de su salvador.

—Capitán, yo... —daba mucho miedo.

La miraba de forma intensa, apasionada, con una mezcla de posesividad, celos y desesperación. Parecía que estaba a punto de estallar de ira, y a su vez, tenía una expresión asustada y triste. Ella nunca había visto tantas emociones en una persona, y tuvo que cerrar sus ojos cuando además la aferró de los brazos y la empujó contra la puerta.

—No puedes irte, ¡no puedes dejarme!

—Capitán, ¡me lastima! —Entonces pareció salir de un trance. La soltó lentamente, asegurándose de que estaba bien, y cuando rompió a llorar, la abrazó fuerte contra su pecho.

—Perdóname, Elizabeth. No era mi intención asustarte así. —Pero no podía dejar que la consolara. Su mayor temor no era aquel atisbo de furia, sino el riesgo de caer en la tentación de dejarse convencer por él.

—Por favor, déjeme ir. —forcejeó débilmente.

—¿Qué? ¡No! ¿Por qué quieres huir? ¿Quién te ha metido una idea tan absurda en la cabeza? —Por un momento ella dudó en delatar a su compañera, pero al final, decidió no hacerlo. Sentía que ya le había causado demasiadas molestias a Diane y, pese a todo, ella le agradaba.

—Nadie. Lo decidí por mí misma.

—Elizabeth, eres mala mintiendo. Ven aquí —El rubio se acercó a una de las mesas del bar, y la atrajo para sentarla en sus piernas—. A ver, cuéntame, ¿qué es lo que en verdad está pasando? —Estaba realmente cómoda en esa postura, pero a pesar de todo, el recuerdo de lo que pasó la noche anterior le impidió disfrutarla. De hecho, la estaba torturando. Luego se dio cuenta de que esa era la razón que explicaba su intento de fuga, y logró fingir una expresión convincente de enojo mientras se separaba lo suficiente como para mirarlo a la cara.

Seven Deadly Seas of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora