Capítulo 11

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Era mi día de descanso, podía hacer lo que me plazca, o eso pensaba, lastima que ella era tan exigente y enojona.

—Ponte a lavar tu ropa.

—¿No lo harás tú? —pregunté— en casa, mi mamá lo hacía.

—¿Acaso crees que por ser mujer me corresponde lavar tu ropa?. Tienes que cambiar tus hábitos, yo no voy a lavar nada que sea tuyo.

Rodeé los ojos, me levanté, agarré mi ropa sucia, la verdad no tenía idea de cómo separarla, ni siquiera sabía que lo tenía que hacer.

Eché toda la ropa a la lavadora, puse un poco de jabón con agua y dejé que se lavara.

Yo solo me senté a realizar otras cosas, esperé a que la lavadora se detuviera, cuando sucedió, saqué toda la ropa, se había pintado de un color rosa.

—¡Tía! —le grité para que saliera.

—¿Ahora qué quieres? —Se acercó enojada a preguntar. Al ver lo que había sucedido, se sorprendió— ¿Qué rayos hiciste, Santiago?

—Yo solo lave la ropa.

—No puedes echarlo así, tienes que dividir la ropa oscura, blanca y de color. ¡Ay Dios mío! —se llevó sus manos al rostro desesperada— ni modo, te tendrás que vestir de color rosa.

—Se van a reír de mí.

—No me importa, a ver si eso te enseña una lección —se acercó a sacar toda la ropa, hasta que encontró el sostén— ¿Por qué tienes esto?

Ella me miró enojada, quería golpearme.

Yo no sabía qué hacer, ¿Sería mal momento para decirle que he dejado embarazada a Marta?

—No sé qué pensar de ti, por un lado esto me da a entender que eres gay, por otro lado pienso que eres un pervertido. Dime, ¿Cuál de las dos?

—Hace días estaba divirtiéndome con una chica, se nos pasaron las copas y fuimos a un motel, al otro día desperté con ese sostén puesto.

—¿Te acostaste con una chica que recién conocías?

—Sí —respondí nervioso— no era mi intención.

Se veía aún más enojada, opté por no verla a los ojos, tal vez así se tranquilizaria.

Era horrible vivir con ella, debía asumir responsabilidades que no me corresponden, yo debería seguir en Puerto Rico con mi madre haciendo todo por mí, era una vida fácil y me encantaba.

Ese mismo día en la tarde quería ir a visitar a Marta, agarré una bicicleta que mi tía tenía en el jardín.

—¿A dónde vas, muchacho? —me detuvo.

—Tranquila, solo iré a visitar a Marta.

—Cuando vengas de regreso, pasas a la tortillería y traes medio kilo. No te tardes.

Me salí en bicicleta para llegar a casa de Marta.

Maggie me había dado la ubicación un día antes, no vivían tan lejos del bar y con la computadora me metí a internet para memorizar el camino.

Llegué a una bonita casa, toqué la puerta, oí unos ladridos y esperé. Minutos más tarde, Marta salió a abrir la puerta.

—Santiago, no sabía que vendrías, adelante, entra.

Yo entré, había un perro que estaba gruñendome.

—¿Ese perro es tuyo?

—Sí, es hembra, tranquilo, no muerde, ella es muy amistosa, pero te gruñe porque no te conoce.

—Tendre que aprender a lidiar con eso, ¿te sientes mejor que ayer?

—La verdad sí, últimamente tengo dolores de estómago que van y vienen, pero ayer no podía soportarlo.

Me sorprendió oír eso, mi vida ha sido un arroz con culo y todo por no haber usado protección.

Mis padres habían pensado en abortar cuando yo estaba en el vientre de mi madre, no me gustaría que pasara lo mismo con este bebé, sin embargo no sé cómo contarle a Marta lo sucedido.

—Bueno ya que te sientes mejor, estaba pensando que podríamos ir a la playa.

Ella se sonrojó y se quedó pensativa. Quiero que diga que sí, no me gusta que me deje esperando.

—No me he metido a la playa desde que llegué, creo que me gustaría que alguien me las mostrará.

¡Upps! Yo tampoco conocía las playas de Cancún, tengo que aparentar que sí o cambiaría de opinión.

—Yo puedo hacerlo, bomboncito. Nos metemos a la playa y nos tomamos unas piñas coladas, ¿te parece?

—Claro —respondió contenta— yo puedo mañana después del trabajo.

—Excelente, yo también.

Estaba por irme, de nuevo su perra se acercó a gruñirme, traté de alejarme y me hice del lado de la pared.

—Tranquilo; mi perrita Yoli no muerde, ¿te gustaría cargarla para comprobarlo?

Negué con la cabeza, ni loco me atrevería a hacerlo, que tal si las cosas resultan mal.

—Con el tiempo te darás cuenta de que Yoli es muy amigable. Nos vemos mañana.

Yo agarré de nuevo la bicicleta y me fuí, compre las tortillas y volví a casa.

Mi tía preparó tacos, me gustan, lo único que odio es tener que ayudar a picar la verdura.

Cuando la comida estaba lista, ambos nos sentamos a comer, me encantaban los tacos que ella solía preparar, eran tan deliciosos.

—Saldré mañana con Marta a la playa.

—Mañana tienes que trabajar —me respondió enojada.

—Iremos después de trabajar, por cierto ¿Podría contarte algo?

—Claro, soy la tía solterona a la que siempre podrás tenerle confianza.

—Creo que dejé embarazada a Marta.

Ella estaba por darle una mordida al taco, al escuchar eso se le cayó en el plato, se quedó con la boca abierta.

—¿Estás seguro?

—Sí, ella últimamente ha tenido los síntomas, pero todo fue un accidente, se nos pasaron las copas, yo no use protección.

—¡Santiago! ¿Cómo pudiste? Tienes que hacerte responsable, ¡Eh! No la vas a abandonar.

—No la voy a abandonar. Solo te pediría que me ayudes y que no le digas que está embarazada, al parecer aún no lo sabe.

Ella estaba molesta, no la culpo, soy la vergüenza boricua, un chico irresponsable que pronto se convertirá en padre, me siento tan mal por esto, yo solo quería divertirme un rato. No creí que terminaríamos en la cama sin condón. Marta es una chica increíble y ella será una buena madre, pero en cambio yo seré un pésimo padre.

Piña Colada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora