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La mayoría de los adolescentes de entre quince y dieciséis años siempre prefieren salir a comer con amigos, beber o disfrutar de su compañía mutua. Sin embargo, Lyra siempre preferiría quedar en casa oyendo los griteríos de su madre contra las mucamas a tener que salir cuando sabría que su padre estaría al pendiente de todo lo que hiciera.
Por lo que cuando le ofrecieron la idea de ir a algún punto muerto en otro país, no se negó, es más, casi salta a abrazar gritando a su abuelo, negarse sería la peor desición de su vida, y a pesar de que se sintió mal cuando vió los ojos de su padre lagrimear, se sintió peor cuando su madre terminó por reclamarle a su padre su excesivo sentimentalismo y que ella se iba por su culpa, por lo que ahí recordó su principal impulso a irse, su estabilidad emocional.
─── Los amo.───se despidió de ellos con una sonrisa brillante, la cual casi decayó cuando su madre simplemente rodó los ojos y movió la mano sin muchas ganas, en lugar de abrazarla y llenarla de besos como lo hizo su padre.
Al llegar a Estados Unidos, su cuerpo sufrió por el cambio de horario, literalmente había viajado a la madrugada para llegar a la madrugada, pero lo que más le desesperó, fue tener que volver a abordar un avión desde Washington hasta Seattle.
─── Esto es por tu bien.───se repetía una y otra vez, abrazandose a sí misma.
Tomó su teléfono y revisó la bandeja, y más allá de los mensajes de su padre deseándole lo mejor y preguntándole cómo iba, no había más, por lo que después de contestarle apagó su teléfono por completo. Aún tenía dos horas antes aterrizar en Seattle, por lo que acomodó su cabeza contra el vidrio y cerró los ojos con suavidad, sin embargo, su sueño se vió interrumpida por el insistente llanto de un niño detrás suyo, sus siguientes dos horas en calma se habían ido al infierno de nuevo.
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Al aterrizar, buscó su nombre entre los carteles que habían, encontrándose en un cartel que era sostenido por una mujer gordita y de baja estatura, caminó hasta la peliroja sin inmutarse por el repentino sueño y estrés acumulado.
─── Soy Lyra Richter.───esperaba que su inglés fuera lo suficientemente bueno como para que su acento marcado no le impidiera comunicarse de manera correcta con los demás.
─── Hola cariño, soy Amber Smith, tu padre me contrató para cuidar de ti la primera semana en Forks.───sonrió dulcemente.
───¿En Forks?───la observó confundida.───¿no dijo mi padre que debíamos quedarnos en Seattle con mi tío?───preguntó.
