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—Y no puedes olvidarte de regar mis macetas. Sobre todo el rosal. Necesitas sol y agua en esta época. —le dijo Yugyeom en lo que parecía una larga lista de tareas.

Hacía un buen rato que había abierto la puerta de embarque de su vuelo, pero su prometido no parecía tener prisa por marcharse. A su alrededor todo era carreras y maletas de los pasajeros que no querían perder sus aviones. Sin embargo, ellos eran una anomalía en aquel espacio. Un par de personas quietas, en aparente armonía, repasando lo que debía permanecer tal cual está para que a la vuelta de aquel mes en París todo siguiera funcionando. Y eso que los últimos días había sido raros. Hacer el amor con Yugyeom había sido extraño, comer con él había sido extraño, extraño incluso charlar como todos los días. Era como si lo viera a la distancia. Como si lo hubiera traicionado. Como si tomará perspectiva para ver de otra manera su mundo perfecto. Un mundo cerrado.

No podía decir por qué, pero algo había dejado de estar perfectamente sincronizado, como si una diminuta e intrascendente pieza de un reloj fallará sin otra repercusión que provocaron que otra pieza ligeramente más importante empezará a dar problemas dentro de mucho, mucho tiempo.

—Regaré las macetas, dejaré mi hija se pone la ventana y no pedir me tiré que el hijo de los Lee espanten a las palomas —dijo Jungkook resumiendo una pequeña parte de todas las instrucciones qué Yugyeom le había dado desde que salieron de casa.— Y cuando vuelvas todo seguirá igual.

Yugyeom sonrío de aquella forma magnífica que apartaba los problemas. Estaban de pie delante del control de acceso. Desde ahí hasta su puerta de embarque tendría que recorrer unos buenos cientos de metros y una voz anunciada que en unos minutos las cerrerían.

—He dejado queso en la nevera —insistio su prometido—. Si vas a usarlo no te olvides de airearlo al menos durante 10 minutos antes de cortarlo.

—Y dejaré respirar el vino —continúa Jungkook resumiendo algo de lo que le había dicho—, no pondré sal en la carne antes de darle la vuelta en la parrilla. —Sonrío después de resumir otra parte de sus indicaciones—. ¿No se te olvida nada?

Yugyeom arrugó la frente intentando recordar que habría podido olvidar. En principio todo debía estar claro. No quedaba nada qué...

—¿Y te echaré mucho de menos? —le ayudo Jungkook

Él pareció sorprendido. Desde que habían salido de casa habían repasado la lista de de electricidad, la alimentación, la jardinería, los animales del entorno...; A veces era demasiado exigente.

—Y echaré de menos a mi precioso chico —repuso el fin dejando el equipaje de mano en el suelo y dándole un abrazo. Jungkook lo recibió con más necesidad de la que esperaba. Se dio cuenta de cuánto había ansiado aquel abrazo, aquella caricia, aquella confirmación de que ambos eran una misma persona.

—Pensé que nunca lo dirías —dijo al fin satisfecho, con una sonrisa en los labios que no quería disimular.

—A veces soy un idiota —Se disculpó el dándole un ligero beso en el hueco del cuello. Se apartó un poco para mirarlo a los ojos y sonreír de nuevo.

—Si casi siempre eres un idiota —dijo siguiendo aquel juego que de haber estado en casa, habría terminado entre las sábanas—, pero a veces consigues ser un buen tipo.

Él arrugó la frente en gesto cómico.

—¿Tendremos nuestra primera pelea en 15 años el día que me marcho?

Jungkook soltó una carcajada. Y era cierto. Nunca habían discutido a pesar de haber pasado más de media vida juntos. Cuando algo chocaba entre los dos, siempre uno u otro cedía, aunque debía reconocer que casi siempre le tocaba a Jungkook y que los periodos de silencio eran insoportables.

RentBoy - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora