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La recepcionista del hotel había sida encantadora desde el primer instante. Más que eso. Después de registrarlo le había dado su número de teléfono personal y había insistido en que estaría disponible para lo que necesitará a cualquier hora del día o de la noche. Yugyeom había oído decir que las parisinas siempre consiguen con un hombre aquello que se proponen, pero no esperaba experimentarlo tan pronto. Sonrío al recordarlo.

La habitación era perfecta. Cara, confortable y a un tiro de piedra del hospital. Con todo el ajetreo de la llegada a uno le había dado tiempo a deshacer la maleta, así que había llegado el momento. Sí tomaría una copa del minibar y se daría una larga ducha. Después iré a dar una vuelta por el entorno, que tampoco conocía. Le daba seguridad tantear el terreno cuando empezaba una nueva experiencia. En cirugía hacía lo mismo, y por eso había alcanzado el éxito: nunca ha dado un paso sin conocer que se cocía en las proximidades.

En unos minutos su ropa colgaba impecable del ropero. La había ordenado por colores. Las camisas de blanco al azul con todas sus tonalidades, los pantalones en dos grupos; los de vestir y los de diario. Las chaquetas de la más clara a la más obscura. Me entendió la gente desordenada o impuntual. El mundo tenía un orden predeterminado y las cosas sólo funcionaban si se seguía rigurosamente.

Suspiró y miró alrededor. Todo estaba perfecto. Se apartaría de la copa porque, si no, tendría dolor de cabeza al día siguiente.

Con cuidado se descalzo y dejo los zapatos uno al lado del otro al pie de la cama. Se fue quitando el resto de la ropa, doblando la con cuidado para meterle después en la bolsa de plástico de la lavandería. Junto a la puerta, pegado a la pared, había un espejo de cuerpo entero y dedico unos segundos observarse.
Nunca había sido un tipo atlético, pero estaba en forma. Eso y una alimentación sana hacían que no hubiera ni una gota de grasa en su figura. No es que fuera el cuerpo de un adolescente, pero si el de un adulto llegado a la treintena bien formado y con las proporciónes correctas. Tampoco era más parecido.
Jungkook lo llamaba «guapo», en español. Sooyoung decía que era el hombre más en resistible de Corea de Sur. Él sabía que era un tipo atractivo y que tenía éxito con las mujeres y hombres. Lo notaba en la forma en que lo miraban y por cómo se giraban cuando el aparecía. Eso le producía una oculta satisfacción.

No, él no era de esos que necesitaban un amor en cada puerto, Pero tenía que reconocer que pero el deseo los ojos de una mujer le provocaba cierto placer. Pensó en la recepcionista de ese hotel y vio en el espejo como su miembro reaccionaba al instante; aquel viejo amigo era un sinvergüenza.

Sonrío para sí. Era una chica bonita. Muy bonita. Le había llamado la atención su perfume, una mezcla de olor a madera he incienso, tan inusual. Después, toda ella. Debía ser latina por aquella melena oscura, piel tostada y aquellos intensos ojos negros. Y sólo tenía que marcar a que el número de teléfono... Decidió darse una ducha y dejar de pensar en ella. Se casaría en unos meses con el hombre de su vida. No era plan hacer locuras de colegial. Río de sólo pensarlo.

Se metió en la ducha y abrió el grifo de agua caliente. Está salió con la temperatura y la presión perfecta; otro beneficio de haber pagado un poco más por aquella habitación. Mientras se líquido cálido desentumecía sus músculos, pensó lo que le depararía la vida. Aquélla era la última prueba. Una vez superada, regresaría Corea del Sur y formalizar y a su relación con Jungkook... Entonces llegaría el momento de reclamar su fortuna, de buscar una casa más grande y con jardín, de plantearse tener un par de retoños, adoptar de ser posiblemente un niño y una niña, y a partir de ahí todo sería perfecto.

Jungkook tendría que dejar el trabajo. No quería que sus hijos se criaran rodados de desconocidos; quería que fuera su madre que nos levantara, los llevar al colegio y repasará a la vuelta de la lección del día. Él era su mayor pilar. Siempre estaba ahí cuando lo necesitaba, siempre estaba la altura de las circunstancias, siempre... Sin embargo, debía de reconocer que los últimos días se había comportado de manera extraña. Mas nervioso y distraído. ¿Fue un par de días antes cuando había olvidado calentar la leche antes de echarla en el café? Aquello era imposible en un hombre como él. No estaba muy seguro de que podía deberse ese alejamiento. Quizás porque él estaba demasiado atareado preparando aquel viaje y en el fondo Jungkook no quería que el se marchara.
La escena en el aeropuerto... Ellos no eran así. Ellos no eran de los que se echaban a llorar en público ni montaban escenas de reality show delante de los demás.
Tendría que hablarlo a su regreso, dejar claras las pequeñas cosas que en resumidas cuentas eran las que conformaban una vida.

Pero en el fondo quizás lo quería por cosas como aquellas, por sus retazos de espontaneidad, de frescura, improvisación. Siempre dentro de un límite, claro.

Salió de la ducha y se secó con la esponjosa toalla. Sí, valió la pena pagar más por detalles como aquel: el grado justo de suavidad y resistencia.
Quita el vapor empañado del espejo y se miró de nuevo. Definitivamente era un tipo muy atractivo: cabello negro, ojos verdes, rasgos perfectos. Se peinó hacia atrás, marcando una raya al lado. Su pelo ya haría lo que quisiera cuando se secara. Al día siguiente debía causar una buena impresión y estaba seguro de que así sería. 

Oyó que llamaban la puerta. Sería el servicio de lavandería. Había dado instrucciones de que retirarán su ropa sucia de todos los días a las ocho en punto, así que excepto la tuya en la cintura y acudió a abrir la puerta.

Al otro lado había una mujer despampanante, la misma que lo había registrado de hace un par de días en recepción. A pesar del discreto uniforme, todo en ella era sensual: desde el cabello oscuro y alborotado, hasta el color de sus labios rojos y apetitosos. Se había abierto un par de botones de la blusa azul cielo y a través del escotes se veía el nacimiento de su pecho y el perfil de un sujetador de encaje negro... Un triángulo perfecto seductor.

Miraba a Yugyeom de arriba a abajo, deteniéndose un poco más en su torso desnudo para volver a sus ojos.

—No sabía si el señor tendría suficientes —le dijo mientras le envía un par de esponjosas toallas blancas.

Yugyeom tragó saliva y notó como esperaba a dolerle  la entrepierna.

—Gracias —contesto un poco aturdido—. Creo que con estas serán suficientes.

Como no lo invitado a pasar, la mujer fue un paso más allá.

—¿Quiere que le prepare la cama? —le dijo mientras intentaba transmitir una inocencia que todo su cuerpo desmentia.

De nuevo Yugyeom tragó saliva. Y supo lo que tenía que hacer.

—No, gracias. Ha sido usted muy amable.

Cerró la puerta sin esperar su reacción. Era un hombre prometido, quemaba su chico y se iba a casar en unos meses.

 Era un hombre prometido, quemaba su chico y se iba a casar en unos meses

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¿Que piensan de este Yugyeom?

Una fotito de el xq me weckea mucho jkajdk

Mientras esté de vacaciones, las actualizaciones seguirán siendo los fines de semana Sino, me dejó de llamar esposa de Kim Jungwoo (⊃。•́‿•̀。)⊃

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Mientras esté de vacaciones, las actualizaciones seguirán siendo los fines de semana
Sino, me dejó de llamar esposa de Kim Jungwoo (⊃。•́‿•̀。)⊃

En fin. Gracias por leer, lxs amo ♡

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RentBoy - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora