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Llegamos al lugar y solté un suspiro al ver el nombre del edificio

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Llegamos al lugar y solté un suspiro al ver el nombre del edificio.

Tsurugi Fashion Clothing.

El dueño de este lugar era nada más y nada menos que Akuno Tsurugi, el padre adoptivo de Akuma. Mi amigo trabajaba aquí, más que nada por obligación de su padre, pero nada que realmente le guste.

De hecho, ni siquiera modelaba de cuerpo o cara, era modelo de joyas, relojes y anillos, así que solo necesitaba sus manos o brazos de vez en cuando. Akuma ya me ha propuesto trabajar aquí muchísimas veces y todas y cada una las he rechazado.

— ¿Entonces esto es del padre de Akuma? — Cuestionó Luzbel, a lo que yo asentí. — ¿Él trabaja aquí? —

— Luzbel, haces muchas preguntas, cierra la boca un rato. — Me quejé.

— ¿Por qué tan amargada tan de repente, mocosa? — Refunfuñó.

— ¿A quién le llamas mocosa, idiota? — Gruñí. — No te ves de más de 25, y yo tengo 21, así que cállate. —

Y lo siguiente que escuché fue la carcajada que soltó Luzbel. Fue una risa limpia y genuina, como si hubiese dicho una especie de chiste tonto.

— ¿Y ahora por qué carajo te ríes? Ángel loco. — Me crucé de brazos.

— Porque...de verdad crees...que yo tengo tu edad... — Me respondió entre risas, abrazando su estómago y doblándose levemente sobre su abdomen a causa de la risa.

Entrecerré mis ojos sobre él, esperando a que terminase de reír y sintiendo como me frustraba poco a poco al no verlo detenerse.

— ¡Bueno, ya estuvo, deja de burlarte de mí! — Grité, llamando la atención de algunas de las personas que pasaban por ahí.

— Oh, vamos, Lilith, no me estaba burlando. — Dijo entre pequeños jadeos por la risa.

— No, claro que no. — Respondí, haciendo notorio mi sarcasmo.

— De verdad, no me burlaba, solo...me causo ternura que pensaras eso — Soltó una risita, poniendo una mano sobre mi cabeza.

Tierna tu madre.

— A ver, señor fósil, entonces, ¿Qué edad tienes? —

— No lo sé. — Respondió como si nada, encogiéndose de hombros.

Lo mire incrédula...pero después eso paso a molestia. Así que lo empujé, alejándolo de mí.

— ¿¡Como carajo no vas a saber tu edad!? — Comencé a golpear su pecho.

Aunque de nada servía, el desgraciado no se movía ni un milímetro.

¿De qué están hechos los ángeles? ¿Piedra?

— Es como preguntarte cuantos años tiene el universo. — Se encogió de hombros. — Porque esa es mi edad, la edad del universo. —

Bueno...esa no me la esperaba.

Mi Hermoso PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora