Capítulo XV: Un refugio para los Condenados

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Cuando Kiara se despertó, el silencio era aterrador. Tanto que incluso sus propias palabras, por más tenues y rasposas, hacían eco en las paredes. Por razones que hasta el momento aún desconocía, su cuerpo yacía inmóvil, sin intenciones de responder a sus demandas en un futuro cercano, y su visión, notablemente borrosa, no era capaz de ver más allá del velo oscuro que caía sobre su rostro maltratado.

Se aborreció a sí misma por sentirse tan débil y vulnerable. Todo su cuerpo dolía, de la cabeza a los pies, igual que si hubieran barrido el suelo con él, y aunque rebuscó en las capacidades limitadas de su cerebro algún suceso en concreto en el que se hubiese sentido de aquella manera tan patética, ningún evento a lo largo de su corta vida se acercaba al desfallecimiento de su panorama actual.

El sonido metálico de las cadenas le aterró. No tanto por la restricción que suponían sino porque Kiara entendió enseguida cuál era el propósito de sus grilletes azulados. No solo le estaban quitando hasta la última gota de su esencia vital, sino también bloqueaban cualquier contacto que pudiera tener con la magia que albergaba en su interior.

Sea quien fuese el que los había mandado a capturar, Kiara pudo deducir con facilidad que había estado preparándose para el momento justo con mucha antelación.

Entonces alguien tosió a su lado. Llegó a sus oídos con franqueza y agonía. Y si creía que no podía encontrarse peor, bastaba con echarle una mirada al "aterrador" Rey de los Arém para darse cuenta de que encontrarse en la situación de Kiara era un milagro.

Quiso gritar su nombre, pero nada salía de su garganta seca. Sus labios entreabiertos solo se desarmaron en un suspiro sin voz que quedó suspendido en el aire. También quiso alcanzar su mano, pero sabía que un solo movimiento era suficiente para que la pared, su único soporte, dejara su cuerpo a la deriva en un suelo hosco y frío.

—Has despertado Kiara, realmente es un placer conocerte de nuevo —Kiara no supo distinguir de donde provenía la voz—. Ha pasado mucho tiempo... Ni siquiera creo que me recuerdes.

La luz se encendió de golpe, cegándola. Las paredes de roca y los picos filosos en el techo quedaron al descubierto. Una caverna húmeda y brillante, repleta de piedras azules que resaltaban sobre la corteza de piedra. Ni un solo objeto más cabía en la enorme mesa situada al lado izquierdo de la cueva y Kiara pudo notar en ella diversos utensilios que preferiría no tener el gusto de probar. Fue hasta que tuvo la silueta en frente que pudo averiguar quién era, y aunque no la conociese en absoluto, su cuerpo tembló ante su cercanía.

«¿La conocía?»

—Se han encargado muy bien de hacerte olvidar, pero puedo ayudarte cariño, puedo hacer que todas esas memorias que siempre diste por perdidas regresen en una sola pieza. ¿Nunca te has preguntado cómo funciona el mundo realmente? ¿No te ha saltado nunca una duda sobre quién eres...? —La voz de la anciana aparentaba ser dulce, pero si se detenía un momento para analizarla, sonaba falsa y llena de rencor—. Has estado tan cerca de la verdad y la han alejado de tus manos sin darte la opción de elegir...

—Déjala en paz.

Su inconfundible voz le dio a Kiara un mínimo atisbo de esperanza en medio de la grotesca situación en la que se encontraba. No sabía de dónde sacaba él la fuerza para hablar, pero si podía hacerlo, entonces no estaban del todo perdidos.
Su cuerpo se relajó sin que ella se hubiera dado cuenta de la tensión que llevaba acumulando en él.

—Oh Ray... Nunca dejas de sorprender a esta anciana. No has cambiado nada. Aunque te recordaba más vívido... Te has vuelto débil, y creo saber por qué. ¿Cómo se siente volver a enfrentarte con tu pasado? Apuesto a que no puedes verla a la cara sin pensar en lo que le hiciste. Y en lo que le harás —añadió luego de una pequeña pausa, como si quisiera provocar con sus palabras un suspenso innecesario.

Blue Sky: El comienzo del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora