Las cosas cambian I

193 36 11
                                    

Los domingos Kei dormía sin despertador y a esos los llamaba días de gloria. Había algo en despertarse sin un ruido persistente que te obliga a vivir un día más, que lo ponía de buen humor. Yamaguchi se burlaba ocasionalmente de tal etiqueta a un domingo común.

Con un leve gemido se levanta de la cama, tambalea un poco mientras toma compostura y ve la hora. Se había pasado la hora del desayuno y seguro también el almuerzo. En acto seguido su estómago suena en demanda de alimento. Lo ignora y se vuelve a echar.

Mira su calmante techo blanco mientras apoya sus brazos detrás de su cabeza. Aún distingue las marcas de stickers que él y Yamaguchi habían puesto en el techo cuando eran pequeños, mayormente Tsukishima porque él era más alto, en cambio Yamaguchi solo se quejaba de que su cama era muy baja y algún día crecería. Una plantilla de 100 stickers de estrellas que brillan en la oscuridad habían adornado el cielo de su habitación por la mayor parte de su infancia. Recuerda cómo se quedaba con Yamaguchi observando por horas las estrellas de su habitación hasta quedarse dormidos, recuerda que no se sentía solo porque los tenía a él y a miles de estrellas acompañándolo.

Años después, cuando creció, notó que el pegamento de los stickers estaba dando de sus últimos esfuerzos, dejando a algunas estrellas con las esquinas dobladas y otras despegadas hasta la mitad. Las sacó todas del techo y las guardó en un envase de lata, el cual contenía las cosas más memorables de su infancia. La próxima vez que Yamaguchi lo visitó notó que las estrellas ya no estaban, pero no dijo nada.

Interrumpiéndole de sus pensamientos, Kei recibe un mensaje de texto. Busca su celular de entre las sábanas de su cama tratando de localizarlo a través del sonido.

De: Yamaguchi
Asunto: -
Mensaje: Voy para allá :)

Parece que lo invoca a su casa con tan solo pensar en él. Tal vez podría aplicar su uso en otras ocasiones, piensa. Se hace la nota mental de comentárselo a Yamaguchi cuando llegue.

Se apresura por ordenar su habitación para borrar cualquier evidencia que delate sus intrusos y sentimentales pensamientos. Cuando finalmente está satisfecho  con la limpieza se sienta en el borde de su cama a esperar su llegada.

Escucha el timbre de su casa sonar y sale a recibirlo.

"Hola Tsukki", saluda tan casual como siempre. Kei responde con una sacudida de cabeza y lo deja ingresar.

Mientras se quita los zapatos Kei observa que Yamaguchi trae una bolsa consigo. Las agarraderas se notaban estiradas por lo que el contenido era pesado, deduce Kei.

"¿Qué llevas ahí?", señala curioso la bolsa.

Yamaguchi se voltea y le da un vistazo a Kei mientras sonríe divertido.

"¿Está tu mamá en casa?", pregunta mientras se dirige a la sala. Kei lo sigue.

"No, fue a visitar a Akiteru"

Yamaguchi muestra una sonrisa en el limbo entre diabólica y triunfante mientras se sienta en el sofá. Kei lo imita contrarrestando el peso. Yamaguchi apoya la bolsa en el sofá y despliega sus lados para mostrar lo que había traído.

Un paquete de seis cervezas se revela y Yamaguchi lo enfatiza mientras gira sus muñecas alrededor de ellas como si se tratara de una paso de jazz.

"¡Cerveza!", recalca eufórico esperando obtener una mejor reacción de Kei.

"Sí, lo veo"

Kei no era un gran fan de la cerveza, pero sí la había tomado. De hecho, en uno de sus últimos juegos ganados en el Karasuno a finales de su segundo año, él, Yamaguchi, Hinata y Kageyama habían ido a un parque cercano a su escuela, se enterraron bajo un árbol y Hinata sacó de su bolso deportivo 4 latas de cerveza.

Las cosas que guardamos el uno del otroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora