Caricias, ricino y futuro

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"¿Entonces le contaste a tu padre?"

"De hecho, fue Akiteru"

"Entonces... ¿se lo comentaste a él?"

"En realidad lo hizo mi madre"

"Supongo que ella te leyó la mente, entonces"

Kei ríe.

"Yo se conté la noche que...", pausa, "ya sabes, eso".

Yamaguchi lo mira con una sonrisa en la cara y Kei quiere tomarle una fotografía, sin embargo sigue tirado en el piso de su habitación viéndolo sonreír.

"Sí, lo sé, Tsukki", responde.

Kei mira hacia el techo de cáscara de huevo.

Yamaguchi apoya la mejilla en el colchón y esta vez mira a Kei. La entrada de luz enfatiza su cabello dorado y se ve blanco a la mirada. Yamaguchi aprieta los ojos ante el brillo que emana.

"Deberías dejarte crecer el cabello, creo que se vería bien", admite.

"Oh".

Kei se sienta en el piso y  pasa sus largos dedos por su cabello, como comprobando que está realmente corto.

"Lo haré".

Yamaguchi sonríe y el rostro de Kei se pone tan rojo como la puesta de sol fuera de la ventana. Yamaguchi alarga la mano fuera del colchón y la deja flotando entre el aire y los cabellos rubios de Kei.

"¿Puedo?", pregunta.

Kei se tensa ante el repentino movimiento y a Yamaguchi le divierte un poco.

Asiente la cabeza.

Yamaguchi le pasa los dedos suavemente por el cuero cabelludo, tratando de adaptarse a la sensación.

El cabello de Kei es fino, tan fino como una pestaña. Yamaguchi comienza a clavar las yemas de sus dedos con más fuerza en su cabeza, Kei tiene una sensación que le recorre la espalda y lo obliga a sentarse derecho.  Yamaguchi se sonroja ante su reacción y continúa frotando sus dedos por toda su cabeza solo para sentir ese fino cabello una vez más.

"Tu cabello es muy suave, Tsukki", dice en voz baja, tratando de no romper la atmósfera de la habitación. 

"Mi mamá compró este champú, tiene, eh...", pausa un rato, su cerebro está tan relajado  que no puede recordarlo bien.

"Aceite de ricino", termina en un suspiro.

"¿Cuánto lo has estado usando?" .

Kei piensa antes de responder. 

"Quizás un mes"

"Deberíamos comprar uno para cuando nos mudemos juntos", dice con naturalidad.

Kei lo mira a los ojos, no le dicen nada que él no sepa ya. Vuelve a bajar la mirada a la alfombra.

"Sí, deberíamos".

Yamaguchi sigue frotando su cabellera rubia.  Kei comienza a oler los aceites esenciales en el dormitorio: ricino, jojoba, hibisco, amor y cariño.

Se pregunta si Yamaguchi también puede olerlos.  Al menos solo la esencia del amor y el cariño allí mismo.  Porque él puede, y el olor sigue intensificándose mientras Yamaguchi entrelaza sus dedos por su cabello.

La caricia de ángel de repente se detiene y Kei mira a Yamaguchi para ver qué lo hace detenerse.

"¿Todo bien?"

"No".

Antes de que pueda mostrar  señal alguna de confusión en su rostro, Yamaguchi se inclina hacia él y Kei lo entiende.

Yamaguchi posa su palma en la parte posterior de su cuello, Kei quiere un poco sus dedos en su cabello de nuevo, pero no se queja.  Kei sostiene su rostro, la mejilla de Yamaguchi arde en su palma y comienza a quemar su mano también.

Lo besa.

Sus labios se entrelazan de nuevo sin problema. Yamaguchi quería esto y Kei podía sentirlo a través del roce de sus labios contra los suyos.

Nunca hubiera imaginado que un toque tan leve dentro de él pudiera gritar deseo y pasión al mismo tiempo.

Yamaguchi es mágico, piensa.

Su beso sigue atravesando la línea del tiempo del universo y Kei desea que el beso sea tan infinito como él. 

Yamaguchi le pasa los dedos por el cabello de nuevo, Kei podría gritar de felicidad por primera vez en su vida.  Sin embargo, mantiene su mano en su mejilla y comenzó a frotar su pulgar en un movimiento circular.  Su dedo puede sentir el rojo incandescente en el rostro de Yamaguchi y lo obliga a sonreír.

Sin embargo, la galaxia no es infinita, tampoco lo es su beso.  Sus labios se separan y en reemplazo, sus frentes chocan.

"¿Todo bien ahora?"

"Ahora sí".

Se separan.

La cara de Yamaguchi irradia paz, una que cree que acabaría con las guerras que hay en su continente, que obligaría a todos tirar sus armas al campo de batalla y ponerse a celebrar por la nueva paz mundial. Lo piensa de esa manera porque algo así hizo Yamaguchi con su corazón.

"Tsukki".

Kei lo mira en respuesta.

"Ya falta menos de un mes para que acabemos la escuela para siempre, porque ya sabes es nuestro último año y eso, Tsukki".

"Tan nervioso...", le dice girando los ojos hacia la izquierda.

Yamaguchi le tira un golpe, como los que le daba su hermano de pequeño, y extrañamente
Sugawara en su primer año. Ríe para él.

"Lo sé", se soba la cabeza, " no tienes que decir lo obvio, ¿sabes?. Aún sí, lo extrañaré".

"¡Gracias, algo así esperaba oír!"

"Solo extrañaré comer contigo bajo ese árbol lleno de insectos que, a pesar que nos picaban hasta desnutrirnos, no cambiábamos de lugar"

Yamaguchi mira a la nada con una sonrisa, como reconstruyendo mentalmente el contexto: los pequeños insectos que Yamaguchi no puede recordar sus nombres aunque Kei se lo haya dicho cada almuerzo, sus bentos calientes y el otro par molesto uniéndoseles ocasionalmente.

"También extrañaré el árbol", sonríe, "de todos modos, comeremos juntos casi todos los días luego de la escuela, ¿sabes?"

Kei levanta la vista y lo observa un segundo, que las palabras le salgan con tanta naturalidad le hace sentir algo. Baja la vista de nuevo y sonríe.

"Sí".

Yamaguchi continúa mirando al infinito con la mirada perdida, seguramente reconstruyendo otra memoria de la escuela antes de que se vayan. Kei hace lo mismo.

"Tsukki"

Kei lo mira de vuelta.

"¿Hm?"

"Estoy feliz que nos mudemos juntos luego de la escuela"

Kei sonríe. Yamaguchi ahora lo mira y le devuelve la sonrisa, la que acaba guerras, la que da paz.

"También estoy feliz".

Las cosas que guardamos el uno del otroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora