08

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Capítulo 08~

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—Qué tontería es esta de abandonar el campo antes de que acabe la temporada de verano.

Eugeo miró a su hermano mayor con una ceja en alto —Que recuerde, no te he invitado a volver a la ciudad —miró al costado, hacia al asiento frente a ellos donde dos hermosas damas charlaban alegremente, sin brindarles atención —Mi motivo para volver se encuentra allí, ¿cuál es tu excusa?

El duque carraspeó, incómodo. No iba a reconocer nunca que había seguido a su hermano y a su esposa, no por ellos en sí, sino por la mujer de corto cabello que acompañaba a la rubia. Apenas Alice leyó la noticia de la boda de Asuna y su cuñado en el periódico, orquestó por sí misma su regreso a la ciudad, arrastrando a Rinko en el proceso. Por supuesto Akihiko no iba a quedarse solo y de huraño en la residencia de su hermano, y se vio obligado a perseguirles, comprando un boleto para el mismo vagón de tren en el que viajaban.

Ni Alice ni Eugeo estaban en buenos términos todavía, la enérgica blonda trataba con fría cortesía a su esposo, pero era obvio que este se desvivía por complacerla. El tiempo diría si las cosas entre ellos terminaban de recomponerse. Con el duque era otro cantar, Alice ni siquiera le dirigía la palabra, actuando como si no existiera. Y si mal no recordaba, era la primera vez que probaba en primera persona la tormentosa furia de su cuñada.

Rinko Koujirou no seguía el ejemplo de su amiga, aunque Akihiko deseó que lo hiciera. Ella no le retiró la palabra, ni le ignoró, siguió hablándole todo el tiempo, aunque el desencanto que siempre acompañó las esmeraldas en sus ojos, no mermó en ningún momento. Le recordó a ese tiempo, lejano ya, en que él traicionó su confianza, la bella mujer mostró una entereza que rara vez vio en una persona del sexo opuesto, pero la admiración con que siempre le recibía, desapareció de su mirada para siempre, reemplazándola con decepción. Fría y sórdida decepción.

—No iba a quedarme yo solo en el campo —respondió como quien no quiere la cosa.

Eugeo rio como si le hubieran contado un viejo chiste. Se acomodó el corbatín, agarró su bastón y se puso de pie. Los lujosos asientos que ocupaban eran el colmo de la opulencia, lo mejor que el dinero de su familia podía pagar. Viajaban en primera clase por lo que el espacio para moverse no era problema. Se acercó al lugar donde las damas continuaban conversando y haciendo una florida inclinación, le extendió la mano a su esposa, quien vestía majestuosamente de azul.

—¿Me permite el placer de escoltarla hacia el salón comedor, lady Alice?

La joven alzó levemente el ala de su sombrero y lo contempló. La verdad era que el enojo que sentía hacia él empezaba a perder firmeza conforme la hacía blanco de coloridos detalles que evidenciaban su lado más tierno y romántico, aquel que la conquistó en su época de novios.

—Creo que es buena idea —Rinko se le unió, poniéndose de pie a su vez, alisando algunas arrugas inexistentes de su pomposa falda gris —Estoy famélica, Alice a veces olvida que las personas mayores tenemos que alimentarnos a cierta hora —le guiñó un ojo a Eugeo y cuando iba a aceptar el brazo que este le ofrecía para escoltarla también, se sorprendió al notar la gallarda mano del duque Akihiko extendida en su dirección —¿Su gracia?

—También soy un caballero, no podría permitir que una dama se encuentre sin compañía.

Le sonrió con cierto cansancio y aceptó su gesto —¿También tiene apuro de llegar a la ciudad, milord?

—El apuro es saludar a mi nueva cuñada —replicó entre dientes —Y preguntarle que tenía en la cabeza para colgar un anuncio de semejante envergadura en el periódico.

Hasta estar dentro de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora