Empecé con dolores de cabeza, tenía pesadillas los días que siguieron, me levantaba sudando, recordaba, pero por cada recuerdo era como un golpe, como si me fuera a explotar la cabeza. Sufría, pero a la vez sentía alivio, por eso no podía parar de forzarme a mí misma a recordar. La idea de que mi padre tuviera una aventura me destrozaba el corazón y no lo podía aceptar tan fácilmente.
Martina me había enviado un mensaje para encontrarnos, pues le confesé que quería ver a Flora, pero no para reclamarle, solo quería saber si estaba bien. Sentía como si mi mente estuviera muy dispersa, pensaba una cosa luego otra y no podía conectar los cables. Cuando al fin llegué a la casa de Martina que quedaba muy lejos, me encontré con que en la puerta también estaba Eddie.
—Hola Eddie ¿Qué haces por aquí?
Él se sorprendió al verme, sin embargo, yo tuve unos segundos antes para respirar y poder disimular. Me dio risa su cara, llegue a notar que sus mejillas tenían un color más intenso, me toco voltear mi rostro y fingir mirar el lugar con interés para evitar que viera mi sonrisa.
Cuando al fin nos abrió, Martina no nos dejó entrar directamente, nos metió en un carro parecía con mucho afán, yo me ubique atrás y Eddie en el copiloto, al parecer Martina sabía manejar y ni sabia.
Yo llevaba mucha hambre y medio me recosté casi tirándome en el asiento. No lo pude ocultar cuando me preguntaron porque tenía esa actitud. Dure mucho tiempo en el bus y quería tomar un poco de agua por lo menos, pero ya estaba en la carretera.
Eddie me miro con cara de cachorrito y luego a Martina, diciéndole que también él tenía hambre. Martina golpeo su mano con la frente. Supongo que no lo vio venir. Empezó a buscar en el carro y nos entregó una bolsa de papitas pequeñas y teníamos que compartirlas.
Eddie y yo empezamos a comer y más nos demoramos en abrir la bolsa a que se terminaran y creo que en vez de calmar, nos abrió más el apetito. Ella vivía como en un pueblo y cómo íbamos en el carro rápidamente salimos a la carretera y solo había montañas y ni una tienda.
Como es usual de mi en esas situaciones, me puse a respirar profundo y a tratar de distraerme mirando el paisaje por las ventanas del carro. Por un momento me olio rico, como a galletas. Me di cuenta que Eddie estaba comiendo galletas muy disimuladamente para que yo no me diera cuenta, tenía abierta su ventana para que no pudiera oler, pero pude y en menos de nada ya estaba prácticamente sobre él tratando de quitarle una, mientras Martina nos trataba de controlar hasta que por un momento paro.
Martina me empujo para la parte de atrás y le pregunto a Eddie que era lo que estaba comiendo. Él confeso que era unas galletas que se había encontrado debajo de la silla. Casi de inmediato Martina se las rapo y miro el empaque y lo tiro a la calle y nuestros quejidos no se hicieron esperar.
—¿Eddie te quieres intoxicar? Esas galletas están vencidas, además no te quiero contar porque llegaron ahí.
—¡Qué tonto eres Eddie! Siempre sales con una bobada ¿qué tal me hubiera intoxicado yo? —le hice el reclamo, fingiendo que estaba molesta, pero en realidad tenía mucha risa.
—Me arriesgue por los dos —añadió haciendo una mueca.
Martina se quedó en silencio y volvimos a la carretera, de la nada se empezó a reír. Nosotros nos quedamos viéndola y para rematar el estómago de Eddie sonó y el mío lo siguió. Me sonroje y Martina no podía dejar de reírse. Al rato paro en una tienda de variedades, me parecía una ilusión ese lugar, pensé que no íbamos a ver nunca uno. Martina nos advirtió que compráramos rápidamente, yo me baje con afán y como si fuera una competencia me afane en llegar antes que Eddie, pero él tiene las piernas muy largas y en un momento me supero y llego antes.
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Ella es mía
RomansaAna Miller lleva mucho tiempo detrás del chico que le gusta Sam White, para Ana, ella no existe en el mundo de Sam, pero todo cambiara cuando el resulta estudiando en su mismo salón de clases. © Todos los Derechos Reservados. Prohibido su plagio Tot...