Desde que Kael tenía 14 años entró con todos sus traumas al ejercito.
Asesinaron a sus padres lo asesinaron delante de él, con tan solo 4 años. Su padre, era un tigre y su madre era una pantera. Las panteras estaban consideradas seres poderosos, pues se estaban extinguiendo. Kael había salido pantera, pero desde niño supo convertirse en tigre, ya que sabía que estaba amenazado.
En las casa de acogida, sufría abusos. Una madre le rompió un brazo, y la pareja de ella una pierna. El joven Kael, seguía sin ceder. Otro padre abusó sexualmente de él. Luego no dejaban de insultarlo, y al llegar al ejercito comenzaron a burlase de él por no tener padre. Y surgió la bestia. Dos meses después de entrar, el tigre salió de su interior, dejando en coma durante 4 meses a un joven león. Un joven león de su edad llamado Vikens. Este león era el hijo de uno de los generales, y el más chulo. Hasta que el Kael adulto, ya desarrollado comenzó a llevarse a todas las mujeres a la cama, y la descubrió. Descubrió a la mujer que le robó el corazón. Eliria, la tigresa blanca lo volvió loco. Tenían la misma cateogría.
Salían juntos, al principio no pasaba nada. No habían noticias de los canes, estaba todo perfecto. Eliria de vez en cuando los fines de semana desaparecía, pero nada por lo que preocuparse. Salieron juntos durante 15 años. Pero lo fatal ocurrió dos años más tarde. Kael tenía 35, pocos para su especie que vivia de 950 a 1.000 años.
Eliria desaparecía casi todas las noches, embarazada. Ella pensaba que Kael no se enteraba, pero no era así. Kael sabía que algo pasaba. Volvía inquieta, apenas dormía. El macho, se acercaba a las fronteras. Olía a ella, pero no se juntaba con el olor de los perros.
Hasta que una noche, cansado de tanto secretismo, y preocupado por su mujercita embarazada decidió esperar.
-Eliria... -Susurró Kael cuando una mujer abrió la puerta. Aquella figura femenina se irguió. Apuntó con las orejas al macho.
-Kael, cariño. ¿qué haces despierto? -Preguntó ella. Mientras lo miraba y enroscaba la cola en sus piernas. Aquello era tan tierno que a Kael se le olvidó lo que quería y la abrazó.
-Desapareces muy seguido, mi vida. Estoy preocupado. Vamos a tener una tigresita. -Dijo palpando la barriga de la mujer.
Al parecer, la mujer comenzó a tener precauciones. Salía cuando era ''normal''. Kael ya no se preocupaba. Habían pasado dos meses, estaban tranquilos. Y la tigresita ya había nacido. Tenía dos semanas. Era adorable. Era la nena de Kael. La amaba, la amaba con todo su ser. Era su pequeñita.
Y ocurrió. Dos años más tarde.
Kael se despertó sobresaltado por gritos y una alarma que despertó a todo el campamento. No tardó en reconocer el olor de los protagonistas de la horrible escena que presenció Kael cuando salió de su cabaña. Era una masacre.
Corrió en busca de Eliria, de su mujer embarazada, no sin antes terminar transformándose en aquel ser horrible que era cuando estaba cabreado. Un tigre muy molesto que comenzó a clavar los dientes en cuellos de perros. Los mataba, ayudaba a algún que otro compañero que veía en su camino, pero siempre directo hacia donde el olor de su mujer y su tigresita le enviaba. Al bosque. Con todas sus fuerzas aceleró, en busca, desesperado, de esos dos seres que le habían robado el alma.
Cuando llegó al bosque, con cautela, agachándose en el tigre que era buscó con la mirada y el olor a ambas. Se destransformó cuando finalmente vio a su mujer, llena de sangre, tendida en el suelo, llorando. Pensó lo peor, pero al no verle la cara no supo la realidad.
-Oh, mi querido tigre, has caído en la trampa. -Susurró la mujer, Eliria estaba riendo, y tenía algo en las manos. Lentamente comenzaron a aparecer perros, más perros. Las bocas llenas de sangre, junto con las manos. Era todo sangre de sus compañeros y amigos. La incertidumbre comenzó a invadir a Kael.
-Eliria, ¿de qué hablas? -Preguntó, sacudiendo la cola. La tigresa se levantó, riendo a carcajadas de un loco. Entonces le lanzó el cuerpo de su hijita sin vida. Su madre, la mujer que amaba, había asesinado a su hija, y justo el día de su segundo cumpleaños. Kael se arrodilló de dolor, estrechando entre sus brazos el cuerpo de su hija. Llorando, y lleno de cólera.
-Preciosa tigresa, que bien actúas. -Murmuró apareciendo de entre las sombras el líder de los perros. Un doberman. Rodeó la cintura de Eliria y la besó, frente a Kael. Entonces lo entendió todo.
Eliria era un topo. Siempre había estado con los perros, desaparecía para darles información, y había enamorado al tigre para tenerlo controlado, ya que, al parecer era el más fuerte de toda su raza. Y también era la pareja del líder de los canes. Kael soltó un rugido de dolor y se transformó en lo que realmente era, que había ocultado todo el tiempo. Una pantera. Los canes se pusieron a la defensiva, mientras Eliria y el jefe can sonreían con satisfacción, habían conseguido lo que querían. El descontrol del macho alfa.
Kael se abalanzó hacia ellos, pero fue interrumpidos por algunos perros ya transformados. No tardó en matarlos, en degollarlos, en rebanarles el abdomen o sacarles el corazón. Parecía que no se cansaba. Totalmente cabreado fue directo hacia ambos, sacudiendo la cola de rabia y de ira. Pero Eliria y el jefe can se transformaron y salieron corriendo. Kael los siguió. Sabía que si se adentraba en el territorio enemigo no tendría muchas posibilidades, porque eran el doble o incluso el triple de los que habían asaltado el campamento, y no eran para nada pocos.
Kael notó como comenzaba a flaquear de fuerzas, pero pronto percibió el olor de más felinos. De más compañeros y amigos de su especie que buscaban la venganza, y no necesariamente eran todos militares. Rugió para que le escuchasen, para que supieran que realmente aquella era su lucha. Respondieron con gruñidos y rugidos también. Kael, más animado fue directo hacia donde estaban los rugidos más cercanos. Se sorprendió que en primera fila estaba Vikens. Le dio un empujoncito amistoso, de agradecimiento mientras corría y se reunía con todos. No perdió ni un segundo el olor de los seres a los que daría caza y mataría.
Notó rápidamente que se adentraba en territorio enemigo, y mentalmente dio órdenes a los felinos de una formación que había ideado para que no resultasen heridos. Se fueron desprendiendo, combatiendo a los canes, mientras que un grupo de cinco avanzaba, liderado por Kael. Seguido de Vikens.
El territorio de los canes no era muy distinto al de los felinos, solo que era más una montaña, casi un volcán destrozado. Sitios donde descansar y a los lejos un bosque. Habían campamentos, desolados por la intrusión de los felinos. Kael se lanzó sobre algunos canes, decidiendo matar a algunos que se le pasaban por delante. Hasta que finalmente vio a quienes buscaba.
''Kael, tranquilizate. Nos estás transmitiendo a todos tu ira. '' -Le pidió mentalmente un general que era un leopardo.
''Yo no pedí vuestra ayuda. '' -Terminó por responder mentalmente, mientras aceleraba, escalaba y se destransformaba, cayendo frente a ellos, totalmente crispado. Kael ya no tenía rallas, que era lo común en un tigre, ahora tenía como si fuese las llamas del fuego negro marcadas por su piel. Apretó los puños y se lanzó contra los dos, contra el jefe de los canes y Eliria. No tardaron en aparecer refuerzos, de ambos bandos. Kael apretó sus dientes con el más puro odio, mirando a los dos.
-Tú, zorra, mentirosa y traidora. -Le siseó Kael. El jefe de los perros no pudo evitar.
-Mi querido e inocente Kael, eres tú el que ha perdido y el que está haciendo que pierda tu especie. -Le dijo el perro, mientras reía, sujetando a su tigresa. Eran bastantes más que los felinos, pero sabía que a Kael le daría bastante igual.
-Kael, querido, vas a perder como decidas seguir con esto. No solo me habrás perdido a mi, ni a tu hija, sino, a todos tus amigos y compañeros. -Le dijo la mujer, pero Kael no se lo pensó.
Kael atacó.