1. Llegada

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Kael se estiró en la cama, dejando escapar un gruñido, cosa que solía hacer siempre que se levantaba temprano, es decir siempre. Siempre quiere decir desde que Eliria le rompió el corazón, y de eso ya hacía 17 años .

Kael puso tiesa las orejas, puntiagudas aun siendo un tigre y entornó la mirada mientras sus pupilas se adaptaban a la luz que había en la habitación. Una cabellera de color castaño se desparramaba por la cama al igual que una espalda moteada se veia.. Kael se fijó en que tenía la marca de una estrella de cinco puntas, la Teniente Usura había caído en sus redes después de tanto insistir en que ella no habría sus piernas a cualquiera. Suspiró y cerró los ojos mientras con un dedo acariciaba la columna de la mujer. Esta se estiró sonriendo nada más entreabrir los ojos, se giró recordando la noche anterior y miró a Kael.

La habitación de Kael estaba en el piso superior donde dormian los superiores. Era grande con unas ventanas a cada lado. Había un escritorio bastante pegado a la pared que estaba en el lado contrario de la puerta .Al lado de la puerta había un armario, las puertas eran la ''pared''. Una cama matrimonial estaba pegada a la pared más alejada. Una puerta daba a un gran baño. El suelo de madera de roble oscura, y las paredes de colores fríos, marrones y negros. Un sillón de cuero negro estaba frente al escritorio. Habían varios cuadros colgados, pero no habían fotos. A cada lado de la cama había una mesilla de noche, y en la de la izquierda un par de libros. En la misma pared habían varias armas apoyadas en esta.

—Buenos días, Coronel. —Murmuró ella estirándose, dejando ver sus voluminosos pechos. Kael los miró sin pudor y luego a ella.

—Es temprano, lo suficiente para que te duches, te vistas y te vayas a tu habitación y nadie sospeche nada. —Gruñó él, sentándose sobre la cama, con la espalda encorvada.

Tenía un tatuaje de una mariposa negra, y de allí sus rayas negras se expandían por sus brazos, glúteos y piernas. Dos rayas negras llegaban desde su nuca hasta el lateral de sus ojos. El derecho era verde, el izquierdo tenía una triple cicatriz que partía en tres la ceja. El derramamiento de sangre que había recibido cuando se hizo la herida le había dejado el iris rojo, pero la visión intacta, de echo, se la había mejorado.

—Agh, tú y tu mal humor. —Gruñó ella, embelesada por el tatuaje del hombre. Fue a tocarlo pero él se levanto, rozándole las nalgas. Lo miró desde la cama. —Por ser un macho dominante no tienes que tener tanta mala leche, Kael. He conocido a más tigres y la mayoría son muy majos.

—Bueno, yo no soy como los demás, y lo sabes. —Suspiró él, girándose. Su cuerpo completamente esculpido. Todos los días se entrenaba cuatro horas diarias, por lo que estaba perfecto. Un músculo en forma de V se dibujaba desde la cadera hasta su impresionante miembro.

—Cierto. —Suspiró ella sin ganas y se arrodilló frente a él, quedando en frente del miembro de Kael. El aludido, ante la intensa mirada de la Teniente comenzó a endurecerse.

—Y yo he conocido a guepardos más obedientes. —Gruñó tendiéndole su ropa, ignorando su erección tan repentina.

La Teniente suspiró y se levantó en la cama, haciendo frente al 1'96 del tigre. Cogió la ropa y se fue al baño. Kael quitó las sábanas y lanzó su ropa, encestando, al cubo de la ropa sucia. Luego puso las sábanas en el mismo sitio, y, aún desnudo hizo la cama. Sacó ropa limpia y esperó a que la chica saliera. Cuando al fin salió, la miró y ella sin decir nada se fue. Kael se metió en el baño y miró su erección una vez bajo el agua caliente. La tomo entre sus manos y empezó a masturbarse hasta que se corrió. Gruñó con los ojos cerrados, se secó y se vistió. Ese día instruiría a las mujeres y hombres que habían a su cargo, pero no haría ejercicio con ellos, ya que el día anterior había recibido una carta del General Enok de que un par de Sargentos se incorporarían a su mando, pero le había llamado la atención de que había una Cabo se incorporara con el resto. Se había indignado ya que era demasiado joven. Era una gata de color gris claro y blanco, un ojo verde y otro ámbar manera natural, no como Kael. Se llamaba Bianca y era bajita, pero con cuerpo. En la foto salía sonrojada, comparada con su tez albina. Kael tuvo que controlarse para no correrse en los pantalones.

Lágrimas de sangre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora