—Pues por primera vez en a—¡uououououooooooo! ¡Au! ¡Ey!
—¿En serio? ¿No tenías otro sitio para caer más que en mi carro? Acababa de terminar de organizarlo...
Aquel desconocido que se encontraba ante mí con los hombros caídos hacia delante mirándome con cierta desesperación, me hablaba con una mezcla de rabia, frustración y resignación. Probablemente acababa de estropear el fruto de un arduo trabajo.
—Oh, lo sie... —Estaba camino de una sincera disculpa cuando caí en la cuenta—. ¡Eh! ¡Espera! ¡Ésas no son formas! ¿Es que no piensas ayudarme?
—Apuesto a que puedes salir de ahí tú solita —contestó divertido—. Bueno, quizás no con esa falda... Ven, anda.
Miré con el ceño fruncido a aquel muchacho que me ofrecía su mano con una sonrisa entre amable y burlona. Habría sido perfecto si no me hubiese tratado tan bruscamente justo antes. ¡Ni siquiera me había preguntado si me había hecho daño!
—No será necesario. Ya me apaño yo —contesté con tono altivo pese a que no me veía muy capaz de desencajarme de entre todos aquellos trastos. Efectivamente, la falda de gala no ayudaba.
—Oh, ¿de verdad? Está bien, pues procura no tardar mucho, tengo que volver a preparar todo eso antes de irme a trabajar.
—¿A trabajar? ¿No piensas ir a recibir a la reina?
—Estamos en pleno verano, la gente necesita hielo. No puedo tomarme un día de descanso justo en la mejor temporada.
—¿Vendes hielo?
—Ahá. Y necesito mi carro para eso. ¿Piensas pasar mucho más rato ahí tirada?
No me quedó más remedio que aceptar la derrota.
—Sabes perfectamente que no me puedo ni mover. ¡Ayúdame ya!
El muchacho rio satisfecho y volvió a tenderme la mano. Si bien no había resultado muy galán, no me pasó desapercibida su cálida mirada ni el cuidado y la firmeza con la que tiró de mí y me tomó de la cintura para sacarme con sorprendente facilidad de aquella maraña.
—Gracias —musité a regañadientes cuando me encontré por fin de pie en suelo firme.
—Quizás la próxima vez puedas mirar por dónde vas. Te ahorrarías este tipo de problemas.
Era posible, sólo un poquito, que tuviese algo de razón.
—Está bien, lo siento, ¿vale? Estaba muy emocionada porque por fin han abierto las puertas y quizás he perdido un poquito el control.
—¿Tanta ilusión te hace? Deduzco entonces que esas galas son para conocer a la reina —comentó él casualmente mientras comenzaba a organizar de nuevo la parte trasera de su carro.
—¿Eh? Ah, no, nada de eso. Si me hace ilusión es porque por fin puedo salir del castillo.
—¿A qué te refieres?
—Supongo que no me he presentado, ¿no?
El chico alzó la mirada sin acabar de entender la situación.
—Princesa Anna, de Arendelle.
—¿Qué? ¿En serio?
"Y ahora cambiará todo". Eso fue lo que pensé mientras esperaba su reverencia y quizás algo de vergüenza por las confianzas y el tono con el que había tratado a su princesa. Pero nada de eso llegó. En su lugar, me tendió de nuevo la mano con total confianza.
—Kristoff Bjorgman.
No lograba de salir de mi asombro. Nadie ajeno a la familia me había tratado así nunca. Probablemente dentro de la familia tampoco. Sin embargo, no me disgustó la cercanía que mostraba ese tal Kristoff. Siempre era más cálido un buen apretón de manos que una estirada reverencia.
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Me late el corazón
Fanfiction¿Qué habría pasado si, el día de la coronación de Elsa, Kristoff hubiese tardado un poco más en abandonar Arendelle? Ésta es sólo una de las infinitas posibilidades. Descarga de responsabilidad: no poseo nada más que mi propia vida.