—¿Hoy no vas a ir a trabajar?
—No. Como estos días de atrás vendimos tanto, ayer ya fue bastante difícil acabar con las existencias. Así que me tomaré unos días de descanso mientras el hielo de la gente se consume y se da un momento más propicio para la venta.
—¡Perfecto! ¡Aprovecharemos para lavar tu ropa de trabajo!
—No es mala idea. Hace bastante que no lo hago.
—No hace falta que lo jures.
—Ya... lo siento.
—Venga, quítatela, ¡yo la lavaré!
—Te veo muy entusiasmada con la idea. ¿Sabes lo fría que está el agua del río?
—¡Qué importa! ¡Va a ser la primera vez que hago la colada!
—Si tanta ilusión te hace, no seré yo quien te la quite.
Sacó de un cajón su ropa de vestir (bastante fresca para aquel lugar), y se quitó la parte de arriba haciéndome atragantarme con mi propia saliva.
—Genial, ahora dame la de abajo y yo iré al río. Con esa ropa no estás en condiciones de salir ahí afuera.
—No te voy a dar la parte de abajo.
—Venga, si no nunca se irá el olor.
—Entonces espera fuera.
—¡Tranquilo! No es como si no llevases ropa interior.
Tiré de sus pantalones hacia mí y retiró mi mano gruñendo.
—Ten cuidado, princesa: no quiero mancillarte.
Paré en seco y el se giró con una sonrisa que pretendió ser burlona pero que tenía un gran tinte de tristeza. Entonces recordé las odiosas palabras de Hans y me hirvió la sangre.
—¿Kristoff?
—Espera fuera. En seguida lo saco todo.
No tuve muy claro qué fue aquello, pero sí supe que su tono me hacía doler el alma.
—¡Kristoff!
Me miró rápidamente seguramente extrañado por el serio e inusual tono con el que me dirigí a él.
—No sé qué ideas raras te han metido en la cabeza, pero si tú y yo estuviésemos enamorados y ahora mismo nos revolcásemos como dos lobos hambrientos por el suelo e hiciésemos el amor salvajemente — "Pero, ¿qué estoy diciendo?"—, no habría mancilla ninguna. No hay mancilla en el amor verdadero.
Se quedó pasmado en el sitio y casi tan rojo como yo.
—Kristoff, tú no puedes mancharme.
No me podía creer lo que le había soltado, ni estaba segura de que realmente él lo hubiese entendido, pero, y si lo había entendido, ¿qué? ¿Qué venía entonces? ¿Amor? ¿Dolor? ¿Una incomodidad tremenda?
No tuve tiempo de plantearme más preguntas, pues su lenguaje corporal las contestó todas por sí mismo en un instante.
Su rostro se tornó serio y sereno; sus ojos, firmes, apasionados y dulces a la vez, me atravesaron el alma; y sus pies caminaron decidida y solemnemente hacia mí. Tomó mi cintura entre sus manos y acercó despacio mi cuerpo al suyo. ¿De verdad estaba pasando lo que creía que estaba pasando?
Sin perder el contacto visual ni un segundo, subió su mano hasta mi cabeza y, con su enorme pulgar, acarició cuidadosamente mi mejilla. Entonces, cerré los ojos confirmándole que deseaba aquello y recé por que no se tratase sólo de un bonito sueño. En la incertidumbre que me provocaba la oscuridad de mis ojos cerrados, pude sentir su calor acercándose, su flequillo jugueteando con el mío, su respiración sobre mis labios y su nariz rozando la mía, y, allí, sumidos en el silencio de las frías montañas, con sólo el crepitar de la hoguera como compañía, llamaron a la puerta.
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Me late el corazón
Fanfiction¿Qué habría pasado si, el día de la coronación de Elsa, Kristoff hubiese tardado un poco más en abandonar Arendelle? Ésta es sólo una de las infinitas posibilidades. Descarga de responsabilidad: no poseo nada más que mi propia vida.