Capítulo 4

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 —¿Te echo una mano con eso, hombre del hielo?

Aprovechando la ropa que Rapunzel me había dado, caminé tranquilamente por el centro de la ciudad viendo a sus gentes, a los niños correr por las calles y, exactamente en el mismo punto del mercado, a Kristoff y Sven compartiendo una... "Iuggggh", súper babeada zanahoria. "Voy a hacer como que no he visto eso". Me planté a su lado y le ofrecí mi ayuda con los trastos del carro con una sonrisa de oreja a oreja.

Kristoff se giró sobresaltado y, al reconocerme debajo de aquel gorro y con esas trenzas tan diferentes del elegante recogido que llevaba cuando le conocí, se quedó con la mandíbula completamente descolgada. Entonces, se recuperó rápidamente y, con una preciosa sonrisa me contestó.

—Me conformo con que no me lo desmontes.

—¡Eyyy! ¡¿Así es como me vas a recibir?!

Él rio con ganas y, aún riendo, pude sentir cierto alivio en el tono de su voz.

—¿Cómo lo has hecho?

—No sabría decirte si me he escapado o si soy libre...

—¿Qué?

—Pero este no es lugar para hablar de eso...

—¿Vienes de incógnito? —dijo con una sonrisa burlona.

—Así es. No quiero que me reconozca la guardia ni... ¡ni mucho menos él!

—¿Quién?

El bueno de Hans había entrado en mi campo visual y parecía buscar algo o a alguien desesperadamente por toda la zona. Se iba fijando en todo el mundo y su expresión reflejaba bastante frustración.

—¿Por qué no se ha ido ya? ¿Me estará buscando?

—Anna, ¿quién? —preguntó Kristoff con rostro preocupado.

Apostaba a que no recibiría la misma comprensión de Hans que recibí de Rapunzel y Eugene. No me extrañaría que intentase llevarme de vuelta al palacio. Pues no se lo iba a poner tan fácil.

—No tengo tiempo para contártelo ahora. ¡Debo esconderme!

Me lancé de un salto a la trasera de su carro y, por segunda vez, lo puse todo patas arriba. Después me tapé como pude con los trastos y mantas que tenía ahí y vi por un huequillo cómo él mismo me ayudaba a taparme.

Se hicieron unos minutos de silencio en los que Kristoff continuó "organizando" su carro mientras yo me preguntaba cómo iba a saber cuándo hacerme salir de ahí si no le había dicho de quién me escondía.

—¿Dónde está ella?

"¿La voz de Hans? ¡No puede ser! ¿Me habrá visto?"

—¿Disculpa? —contestó Kristoff con calma pero con un tono algo molesto.

—No te hagas el tonto. ¿Dónde está la princesa Anna? Anoche se fue contigo, ¿no es cierto?

—¿La princesa? No sé de qué me hablas.

"Vaya, también tutea a Hans..."

—No me está gustando tu tono, plebeyo. Le hablas a un príncipe.

—No me digas...

"Pude escuchar cómo Hans apretaba los dientes."

—Escúchame...

—Kristoff.

—Kristoff... no tengo nada en tu contra. Sólo estoy preocupado por la princesa. Ayer desapareció después de discutir con su hermana y no sabemos dónde puede estar. Sé que ha acudido a ti; anoche estuvo hablando de ti más de lo que me gustaría. Dime dónde está y te recompensaré generosamente.

Me late el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora