Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 5 [4/4]

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(Esta parte es muy larga, 6500 palabras.)

A pesar de haber matado mi coche, la nieve es realmente hermosa

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A pesar de haber matado mi coche, la nieve es realmente hermosa. En la camioneta de Tae no parece tan formidable y el viaje a su casa transcurre en un agradecido silencio. El último kilómetro y medio más o menos es solo el bosque, oscuro y tranquilo, las ramas de pino cargadas se sumergen para besar el suelo.

—Ya veo por qué Ethan Frome te recuerda a esto —le digo.

—Sí.

Cuando entramos en el camino de entrada de Tae, su pequeña cabaña se ilumina en el interior como una pintura de la vida real, la nieve se desplaza contra el exterior de madera y las ventanas de color amarillo brillante. Es hermoso, guiándonos a casa como un faro. Excepto que este no es mi hogar. Ni siquiera puedo imaginar vivir en un lugar como este, en un lugar agradable, limpio y privado. En algún lugar en medio de la nada.

Por dentro, es igual a como la recuerdo. La madera la hace sentir acogedora y natural, y el olor a cedro parece provenir de las propias paredes. La puerta principal se abre a la sala de estar, con el sofá y el sillón dispuestos cerca del fuego, y la cocina está a la izquierda, el dormitorio y el baño a la derecha. Todo es verde, azul y marrón, pero la cabaña se ve muy limpia. Mis ojos se fijan en la manta de franela azul doblada pulcramente en el respaldo del sofá a cuadros verde y negro de Tae. Estoy inundado de los recuerdos de Tae envolviéndome en esa manta en febrero, de ponérmela en la nariz después que Tae se fue a la cama, pensando que era lo más cerca que llegaría a estar de él. Sé cómo huele esa manta, cómo se siente contra mi piel.

—Entonces —dice Tae, una vez que hemos arrojado nuestras botas de nieve— si estuviste en la biblioteca tan tarde, es probable que no hayas comido, ¿verdad?

—Um, tomé un poco de sopa antes —le digo, distraído por Marilyn, que ha corrido a la puerta principal para saludarnos—. Hola, Marilyn —digo, agachándome para acariciarla—. ¿Crees... crees que ella recuerda que yo fui quien la lastimó? —pregunto—. Como que, cuando me ve, ¿recuerda que le rompí una pierna?

—Creo que ella recuerda que la salvaste —dice Tae. Él se acerca y toma mi chaqueta, y luego pasa sus nudillos sobre mi pómulo—. Ven, nos haremos algo. —Él entra a la cocina antes que pueda decir algo.

Sigo a Tae a la cocina. Lleva otra camisa de franela a cuadros azul marino y gris. Tienes que nacer con la capacidad de un cuerpo como el de Tae. Ninguna cantidad de proteína o tiempo en el gimnasio lo haría posible para mí. Me pregunto cómo sería ser tan alto. No soy pequeño ni nada, pero no parece que fue hace mucho tiempo cuando era un niño flaco que me pateaban en la escuela. El tamaño de Tae lo hace parecer... No lo sé, impenetrable. Como si pudiera lanzarme contra él con todo lo que soy y él no se moviera ni un centímetro.

—¿Puedo ayudar? —pregunto mientras Tae saca cosas del refrigerador y las deja en el mostrador.

Tae me da una sonrisa cuadrada singularmente dulce que transforma toda su cara. Hay líneas débiles alrededor de sus ojos color whisky cuando sonríe, la línea recta de su frente se suaviza y tiene hoyuelos.

ᴀᴍᴅǫᴘ_ᴠᴍɪɴ ||ʟɪʙʀᴏ 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora