Capítulo Siete.

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Capítulo Siete.

La risa de Chris es lo único que se escucha. Tuvo de aparcar frente a una tienda de dulces para poder reírse de mi a gusto. Resulta que todo era una broma, y yo me la creí. Y aunque su risa suene completamente sexy, como su voz, no puedo evitar sentir enojo. Cruzo los brazos sobre mi pecho.

¡Idiota!

—Debiste ver tu cara—dice negando con diversión.

—Muy gracioso—digo con sarcasmo.

—¿Es enserio? ¿Te creíste que iba a secuestrarte?—me dio una mirada de “¿eres pendeja o te la das?”

Mi cara arde—¡Eres un idiota!—golpeó su hombro con fuerza pero eso no le hace ningún daño. Es más, ni se movió—¡Te odio!

Me lanza una sonrisa picara alzando sus cejas—Ah, ¿me odias?

—Sí—digo con seguridad.

—No me odias—Baja la voz—Soy demasiado hermoso para ser odiado.

Bufo—Ya quisieras—el sonríe—¿Por qué eres tan egocéntrico?

Se encoje de hombros—No lo soy, es la verdad.

Ruedo los ojos—Claro.

El abre la puerta y sale del auto ¿a donde va? asoma su cabeza dentro y me mira—¿Te quedas?

Lo miro desconfiada—¿A donde vamos?

—Compraré unas cosas—dudo. El lo nota—Luego prometo llevarte.

Lo pienso unos segundos, miro nuestro alrededor y no veo muchos autos, no hay muchas personas dándole un aire tenebroso. Lo miro, el esperando por mi respuesta—Voy contigo.

Salgo del auto y cierro la puerta, camino a su lado pero hundo mis cejas en confusión cuando veo que nos dirigimos a la tienda de dulces. Chris abre la puerta y el sonido de la campana de avisando que alguien entrando hace que algunas personas dentro nos miren, sobretodo los chicas, que lo miran risueñas y sonríen.

Tontas.

Chris camina hacia el pasillo del medio y busca con la mirada lo que va a comprar, yo lo sigo en silencio. Lo veo tomar algunos chocolates, gomitas, de todo tipo de dulces y lo mete en la pequeña cesta que acaba de agarrar de una de las esquinas, me sorprende la cantidad que ha tomado, es decir, la cesta está totalmente llena.

¿Es fanático de los dulces?

Se dirige a pagar y lo hace sin problemas, la chica-que por cierto también lo mira risueña-mete todo en una bolsa grande y se lo entrega con una sonrisa gigante. Ruedo los ojos. Salimos del lugar y entramos al auto, el lanza la bolsa hacia mi y lo miro confundida mientras enciende el motor.

—¿A esto viniste? ¿A comprar dulces?

Comienza a manejar—Sí.

—¿Por qué tantos dulces?—alzo una ceja. El no me responde, sin embargo, mete una mano en la bolsa y saca una barra de chocolate y me la arroja en la cara, la bolsa se estampa contra mi rostro y cae sobre mis piernas—¡¿Pero que demonios, Chris?!—lo miro molesta.

—Ups, me equivoque de objetivo.

Mi furia crece—No puedo creerlo ¡no te soporto!

Sonríe divertido—Callate y come.

—¿Qué?—río—¿Que coma?

Suspira—Eso dije.

El estira su mano y vuelve a sacar algo de de la bolsa, esta vez, una bolsa grande de papitas, la abre y empieza a comerlas. Yo lo miro confundida pero el lo ignora, me ofrece y un poco dudosa también comienzo a comer con el. Realmente no lo entiendo, aveces me sorprende sus cambios de humor y actitudes.

El es así. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora